Por José Moncada, CEO de La Bolsa Social
El planeta cambia, y no todos y cada uno de los cambios son exactamente a mejor. Afirmar esto no es ir de negativo, sino más bien de realista. La realidad es que hoy
día nuestras sociedades se encaran a grandes desafíos globales que hace unas décadas no existían. O por lo menos, no eran prioritarios. O no fuimos capaces
de percatarnos de que en el futuro podrían llegar a transformarse en inconvenientes de urgente solución. Naciones Unidas, con sus diecisiete Objetivos de Desarrollo
Sostenible, marcó en dos mil quince una plan de actuación a fin de que todos aceptemos nuestra responsabilidad en el complejo reto de asegurar un futuro sustentable
para el planeta y sus habitantes en dos mil treinta. No va a ser simple conseguirlo, mas hay que poner todos y cada uno de los sacrificios en ello.
Y si hay algo positivo en lo que el planeta cambia es en la concienciación creciente de esta necesidad desde el ecosistema de emprendimiento. Hoy
ya no es suficiente con arrancar una idea empresarial. No es suficiente con hacer una investigación de mercado y un plan estratégico para lograr la rentabilidad.
Hoy, respaldar el desarrollo sustentable es un imperativo para los emprendedores, y se integra desde el primer minuto en su estrategia.
Existe, particularmente, un emprendimiento de impacto que busca desarrollar nuevos modelos de negocio que aporten un valor positivo a la sociedad, al
medioambiente, a las economías locales… Además, claro está, de buscar producir rentabilidad. Este género de start-ups no solo dan contestación a una
necesidad de sus clientes del servicio, sino además de esto tratan de contribuir a solucionar otros inconvenientes de mayor alcance, y que están alineados con los Objetivos de
Desarrollo Sostenible.
En línea con esta plan de actuación, asimismo han surgido fondos y plataformas que, desde el campo de la inversión, apoyan a estos emprendedores con
vocación de prosperar el planeta o la vida de otras personas. La Global Impact Investing Network asegura que, en dos mil veintiuno, en el planeta había uno con dieciseis
billones de dólares americanos en activos bajo administración de impacto. Si charlamos de España, la cantidad para ese año era de dos mil cuatrocientos millones de euros: cuatrocientos treinta y cinco
millones gestionados por fondos de capital privado y los mil seiscientos treinta sobrantes por la banca moral y social, particularmente Triodos
Bank, conforme datos de SpainNab, la asociación que representa a los inversores de impacto.
Una iniciativa vanguardista en este país en la inversión de impacto fue La Bolsa Social, nacida exactamente el mismo año que la ONU aprobaba sus ODS, de la mano de una comunidad de
empresas e inversores con impacto social y ambiental positivo. Fue la primera plataforma de financiación participativa autorizada por la CNMV en
España, y hasta el momento ha financiado cuarenta y dos rondas de inversión a través de ronda de capital y de lending por un valor de más de doce con tres millones de euros. En dos mil veintidos
impulsó la creación del Club de Impact
Angels, una red de business angels mentalizados con producir impacto positivo en el medioambiente y la sociedad mediante la inversión,
que encabeza el reconocido business angel Nacho Alonso.
En estos años, esta plataforma ha analizado más de mil quinientos proyectos desde 3 criterios fundamentales: lo que aportan a la sociedad y al
medio ambiente, aparte del potencial de rentabilidad para los inversores; su valor diferencial para encontrar soluciones a retos sociales o
medioambientales reales mediante nuevas tecnologías; y su potencial de desarrollo y escalabilidad.
Medir el impacto para poder cuantificarlo
Uno de los aspectos esenciales del emprendimiento de impacto y la inversión de impacto es la medición. Porque no es suficiente con decir que eres
sustentable, o que favoreces el bienestar de las personas. Es preciso poder cuantificarlo. De otro modo, podríamos estar incurriendo en una
práctica de greenwashing que no solo no aporta valor, sino además de esto resta verosimilitud a la compañía. Para ello, diferentes organismos han
desarrollado estándares y métricas, como la European Venture Philanthropy Association (EVPA), la Global Impact Investing Network (GIIN) o la Impact Management Platform (IMP).
Sin duda, hay una tendencia clara a nivel global cara un modelo de inversión que apoye a las compañías y los proyectos que aportan valor más
allí de lo económico. Son inversores que procuran hacer medrar su patrimonio, por supuesto, mas asimismo están persuadidos de que con su
dinero pueden contribuir a impulsar la transformación social y medioambiental que el planeta precisa. Es una forma de convertir el
capitalismo más “agresivo” en un nuevo sistema más comprometido, consciente y regenerativo, conectado con las comunidades y con un planeta más sustentable
y más justo.
Este género de inversiones son la vitamina del emprendimiento de impacto. Pero para ellas, la medición es esencial. Por eso,
las plataformas y fondos de inversión de impacto dedican esenciales sacrificios al análisis de impacto. Quieren estar seguras de respaldar a proyectos que
verdaderamente están aportando valor, y que tienen un potencial de desarrollo y de rentabilidad.
Necesitamos a esos emprendedores que procuran nuevas fórmulas a fin de que el planeta sea un sitio mejor para vivir. Y queremos
continuar impulsando su desarrollo mediante la inversión de impacto.