El Premio Sveriges Riksbank en Ciencias Económicas 2025, en memoria de Alfred Nobel, celebra a tres influyentes pensadores que han revolucionado nuestra entender acerca del crecimiento y la innovación. Joel Mokyr de la Universidad Northwestern, Philippe Aghion del Collège de France e INSEAD, y Peter Howitt de la Universidad Brown, han esclarecido el crecimiento económico impulsado por la innovación: analizan por qué algunas economías prosperan, por qué otras enfrentan estancamiento y qué factores son clave para que el crecimiento perdure. Su investigación es especialmente pertinente en el contexto de la transformación energética actual, que busca transitar de modelos centralizados basados en combustibles fósiles hacia un ecosistema energético más limpio y descentralizado. A medida que el mundo se orienta hacia la meta de cero emisiones netas, la conclusión es evidente: las transiciones energéticas son similares a las revoluciones industriales que les precedieron, dependiendo de la destrucción creativa, la inversión en innovación y la creación de instituciones que fomenten la apertura.
Destrucción creativa y su rol en la transición energética
El artículo seminal de Philippe Aghion y Peter Howitt, publicado en 1992, presentó un modelo que describe cómo el progreso surge a través de la destrucción creativa, un concepto schumpeteriano en el que nuevas ideas desplazan tecnologías y empresas más antiguas. Su investigación demostró que el crecimiento es un proceso dinámico de renovación. Las economías avanzan cuando los innovadores implementan métodos superiores y los sistemas obsoletos son reemplazados. Aunque esta transición puede ser turbulenta, constituye el núcleo del crecimiento sostenible a largo plazo.
Esta misma dinámica está actualmente transformando el sector energético. La transición de los combustibles fósiles a fuentes renovables no es un simple ajuste, sino una reestructuración completa de los sistemas energéticos. El modelo tradicional se basaba en unos pocos grandes productores que ofrecían energía a través de redes unidireccionales. Hoy, el sistema del siglo XXI es descentralizado y flexible, con millones de pequeños actores capaces de generar, almacenar y gestionar energía de manera más local. Innovaciones como los tejados solares, los vehículos eléctricos y la optimización digital de la red eléctrica encarnan este cambio radical, acompañado del inevitable declive de tecnologías obsoletas. Por tanto, las sociedades deben apoyar este proceso, ya que sin él, el progreso es insostenible.
A pesar de que algunos legisladores y miembros de la sociedad civil manifiestan preocupaciones sobre esta destrucción creativa, suprimir nuevas soluciones tecnológicas o mantener infraestructuras obsoletas inhibe la innovación. Una transición energética exitosa dependerá de políticas que fomenten la experimentación, que permitan la salida de productores ineficientes y que reconozcan que las disrupciones a corto plazo son un costo necesario para alcanzar un futuro próspero. La revolución energética renovable demanda la misma determinación que facilitó en su día a las sociedades industriales reemplazar la fuerza muscular por el vapor.
Innovaciones que impulsan el crecimiento económico
Joel Mokyr, al examinar la Revolución Industrial, concluyó que el progreso tecnológico emerge de la acumulación y aplicación de conocimientos útiles. Este investigador argumentó que la invención se convierte en un agente transformador cuando las sociedades organizan su estructura para convertir las ideas en prácticas. La Revolución Industrial triunfó porque sincronizó el descubrimiento científico con el ingenio ingenieril, generando un flujo continuo de innovaciones prácticas. La disponibilidad de fuentes de energía como el carbón y posteriormente la electricidad permitió escalar estas innovaciones, pero el verdadero motor del progreso fue el compromiso institucional y cultural con el aprendizaje.
Hoy, la era digital sigue el mismo patrón. La inteligencia artificial, el análisis de datos y la automatización están revolucionando las economías a través de un uso organizado de la información y el conocimiento, que requiere grandes cantidades de energía. Esto ha reavivado el debate sobre el consumo energético, donde algunos proponen desacelerar el crecimiento para conservar recursos. Sin embargo, el alto consumo energético es característico de las sociedades avanzadas, ya que la energía facilita el desarrollo humano. Todos los indicadores de bienestar moderno, desde la salud hasta el acceso a la tecnología, dependen de contar con una fuente energética fiable.
Por lo tanto, el verdadero desafío no reside en limitar el consumo, sino en redefinir su composición. El objetivo debería ser alcanzar una abundancia energética limpia, en lugar de establecer una escasez controlada. Las energías renovables, los sistemas nucleares avanzados, el almacenamiento de energía y las tecnologías que mejoran la red eléctrica crean las condiciones para ese futuro. Las próximas décadas exigirán políticas energéticas que incentiven la innovación y la creación de conocimiento en lugar de restringirlas.
Construyendo instituciones que fomenten el progreso
La clave del éxito se encuentra en las instituciones que permiten el progreso. La obra histórica de Mokyr deja claro que la Revolución Industrial prosperó gracias a un entorno social e intelectual que valoraba la experimentación y toleraba la incertidumbre. La Ilustración generó una cultura donde el conocimiento podía fluir libremente y las nuevas ideas podían ser probadas. Esta apertura convirtió la invención en un proceso continuo, en lugar de una secuencia de avances aislados.
Las transiciones energéticas requieren ese mismo espíritu. La innovación en tecnologías limpias dependerá de organizaciones que valoren la transparencia, la colaboración y la toma de riesgos. La captura regulatoria, el control monopolísta, y la gobernanza rígida pueden obstaculizar el progreso, incluso en presencia de tecnologías prometedoras. Las transiciones exitosas se lograrán cuando gobiernos, investigadores y emprendedores trabajen juntos para vincular el descubrimiento científico con su aplicación práctica. Cuando este ciclo de retroalimentación es sólido, el progreso se acelera. En muchos sentidos, la creación de Mokyr de un «mercado de ideas» se erige como el modelo para la política energética contemporánea. Las sociedades deben experimentar mediante regulaciones flexibles, financiamiento público para la investigación y acceso a datos abiertos.
Hacia una cultura de crecimiento energético
Los Premios Nobel de 2025 nos subrayan que el progreso económico es un viaje, no una meta estática. El crecimiento nace de la renovación y las instituciones abiertas facilitan la circulación de ideas. La transición energética no es simplemente un ajuste técnico de un sistema obsoleto; representa una oportunidad de reconstruir las bases de una sociedad próspera.
En primer lugar, hay que permitir que la innovación sea disruptiva. En segundo lugar, el crecimiento sostenible proviene de sociedades que transforman el conocimiento en práctica. En tercer lugar, las instituciones deben ser abiertas, flexibles y orientadas al descubrimiento. Si se consideran estas lecciones, la transformación energética del siglo XXI puede reflejar los éxitos de las revoluciones industriales pasadas. Estamos adentrándonos en una nueva fase del extenso experimento humano que es el progreso.