Mark Zuckerberg olió sangre cuando Elon Musk se hizo con Twitter. El cofundador de Tesla y SpaceX cambió el alegre pájaro azul por una X negra, una mutación que sirve asimismo como metáfora de aquello en lo que se ha transformado la plataforma. Musk echó al ochenta% de la plantilla y ha seguido una errante administración que ha dejado tocada la calidad de la red social. Zuck supo leer el descontento de muchos tuiteros y decidió intentar capitalizarlo desde Meta. Así nació Threads, libre desde julio en Estados Unidos. A Europa llegó hace dos semanas.
El lanzamiento de Threads nutrió aún más la tensión entre los dos magnates. Alcanzó los cien millones de usuarios en 5 días, una marca a la altura de ChatGPT, la app más triunfante de la historia. Pero la progresión se frenó y, prácticamente medio año después, amontona ciento cuarenta y uno millones de usuarios, conforme las cantidades que manejan las consultoras (Meta ha rechazado la solicitud de este periódico de compartir sus números). Musk conminó con demandar a Zuckerberg por plagio y por contratar a exempleados de X, que en cualquier caso había despedido. Incluso se desafiaron a un combate público, opción que nutrieron a lo largo de meses y que, evidentemente, terminó desinflándose.
Hay que reconocer que Musk tiene su punto: Threads semeja una imitación de X. Pero, ¿verdaderamente lo es?
He probado a lo largo de una semana la nueva red social de Meta. Antes de contar lo que me he encontrado, una consideración. Hay muchos géneros de usuarios de redes sociales. Yo soy más bien pasivo: escribo poco, leo mucho. ¿Hubiera tenido una experiencia muy diferente si fuera más activo? No está claro, y espero que con este análisis quede claro por qué.
1. Empezando
La primera labor es abrir una cuenta. Threads ofrece la opción de asociarla a la de Instagram o empezar una nueva, si bien con menos funcionalidades: se pueden ver los contenidos, compartirlos y buscar cuentas, mas no interaccionar con ellas. Yo no era usuario de Instagram, cosa que solucioné a fin de que mi Threads no quedase limitado.
La vinculación de Threads con Instagram le aporta una base potencial de usuarios gigantesca (dos.000 millones de usuarios contra los quinientos cincuenta de X). También permite que los usuarios de Instagram puedan exportar las cuentas que prosiguen a Threads. Como soy recién llegado en las dos plataformas, me toca procurarlos uno a uno. Tampoco sé si me pierdo mucho al no poder hacer ese traspaso. En Instagram esencialmente se comparten fotografías y vídeos. ¿Me interesa el texto que puedan aportar perfiles a los que no prosigo por su prosa? Probablemente no.
2. Un ambiente familiar
Las primeras veces que entras en Threads te da la sensación de que estás en X, en especial si accedes desde el móvil. La interfaz es algo más limpia y ordenada. Los botones y funciones son casi idénticos a los de X.
Sin embargo, cuando comienzas a emplearlo te percatas de que estás en otra plataforma. No hay hashtags, o agrupaciones temáticas, lo que puede hacer más difícil buscar conforme qué cosas. Tampoco se pueden enviar mensajes directos, cuando menos por el momento. Si deseas comunicarte con un contacto, lo ve todo el planeta. En cada thread caben hasta quinientos caracteres, contra los doscientos ochenta de X.
Otra diferencia capital con X es que el contenido está más curado: hay más intervención del algoritmo, que te sirve contenidos más similares a tus intereses. Una de las peculiaridades de X es que el feed, lo que ves, son los tweets de las cuentas que prosigues en riguroso sentido cronológico inverso. En cuanto entras en X, te aparecen lo último que ha dicho cada uno de ellos, y puedes ir cara atrás haciendo scroll. Eso es en especial útil, por servirnos de un ejemplo, cuando sigues en riguroso directo alguna cobertura: no hay forma de perder la línea temporal. Es idóneo para medios y cronistas.
En Threads, lo que ves al abrir la app no es lo último, sino más bien lo que el algoritmo comprende que te resulta de interés más, se haya publicado hace diez minutos o 6 horas. Eso no tiene por qué ser malo. Potencia la capacidad de difusión de los influencers y las cuentas más seguidas, mas asimismo hace que los feeds de los usuarios se parezcan más entre sí que los de X. Y que los relatos construidos cronológicamente sean más bastante difíciles de continuar.
3. ¿Qué contenidos hay en Threads?
Abro Threads. Un mono salva a un gato atrapado en un pozo. Abro X. La cuenta de El Corte Inglés me afirma por cuánto vende el último Apple Watch; en la parte inferior del tweet se me notifica de que es un contenido “promocionado”. Probamos un tanto después. Threads: una muchacha en minifalda y tacones hace malabares con un balón de futbol dignos del mejor Ronaldinho. X: la gaceta Foreign Affairs muestra un artículo sobre Javier Milei y lo que puede representar para Argentina su nuevo presidente. Nuevo intento. Threads: una serie de gatos destruyen los árboles de Navidad de sus respectivos hogares. X: me engancho a una discusión entre ciertos considerados padrinos de la inteligencia artificial sobre si esta tecnología debe regularse o no.
Puede parecer trivial, mas estos casos de ejemplo sintetizan una buena parte de la experiencia de la última semana con estas redes sociales. Threads por el momento me sirve contenidos virales y superficiales, precisamente lo opuesto de lo que busco en X. Puede ser culpa mía: aún prosigo pocas cuentas, por lo que la función “Para ti” tenderá a mostrarme los posts que mejor marchan en la red social. Eso sí: nada de publicidad, una de las lacras de X desde el momento en que Musk lanzó las subscripciones (soy de los que no pagan).
4. La prueba del porno
Threads es gratis y no hay publicidad. Y tiene otra gran ventaja sobre la presente X: hay moderación de contenidos. Según fuentes de Meta, Threads está sometida a exactamente los mismos controles que Instagram, que combina herramientas automáticas (motores de machine learning, o aprendizaje automático, que procuran contenidos inadecuados para bloquearlos) y supervisión humana (los usuarios pueden denunciar posts, que van a ser revisados manualmente y retirados en caso preciso) para combatir la incitación al odio y otros contenidos ilegales. Si alguien viola las reglas reiteradamente, se le cierra la cuenta.
Meta es la primera interesada en que Threads esté limpia, después de ser acusada de propagar desinformación por medio de Facebook e Instagram (agentes rusos las utilizaron para influir en las elecciones presidenciales de dos mil dieciseis) o aun por ser una herramienta clave en el genocidio de los rohinyá.
El resultado brinca la vista. Cuesta localizar contenidos denunciables. Si procuramos en Threads “pizzagate”, la descabellada teoría conspirativa lanzada en dos mil dieciseis conforme la que miembros del Partido Demócrata tenían una supuesta red de tráfico de personas y explotación infantil que operaba en sótanos y restaurants, nos aparecerá una advertencia: “Esta búsqueda podría estar relacionada con contenido dañino”, y un link a una página en la que se explica qué es QAnon y por qué es conflictiva. Haciendo exactamente la misma busca en X salen decenas y decenas de cuentas que respaldan y nutren el pizzagate.
Pero la prueba definitiva para poder ver si una red social está o no rota es si da cabida al porno. En Threads, esa busca no lanza resultados. En X es suficiente con teclear la palabra clave para dar con películas de sexo explícito de hasta dos horas de duración. Desde que adquirió Twitter, Musk aseguró que en su plataforma no habría censura de ningún género. La resolución de permitir el porno le ha costado dinero, distanciando a anunciantes que procuran invertir en ambientes capaces para la familia.
En todas y cada una de las redes sociales hay contenidos de mujeres y hombres (básicamente lo primero) mostrando su cuerpo de forma sugerente. Threads no es una salvedad. Pero lo de X está a otro nivel.
5. Verificación, desinformación y troles
Llama la atención la escasa presencia de troles y bots, una genuina plaga en X. Puede deberse a que es más bastante difícil advertirlos por el hecho de que Threads es aún joven, y, por lo tanto, no se les puede coger fijándose solamente en la data de bautismo en la red social. También posiblemente, al no haber tantas cuentas ni tan influyentes como en X (la más seguida en Threads es Neymar Jr, con once millones; en X, la de Elon Musk, con ciento sesenta y siete millones), los autores de bots decidan centrar sus sacrificios en plataformas más afianzadas.
Cuando deseas continuar a algún perfil que Meta ha identificado como generador de desinformación, aparece una advertencia: “¿Seguro que quiere seguir” a esa persona? “Esta cuenta ha publicado repetidamente información falsa que fue revisada por verificadores de hechos independientes o que iba en contra de nuestras Directrices de la Comunidad”. Eso es hoy impensable en X.
Conseguir el sello azul en Threads, como en X, vale dinero. Se puede llevar a Threads la verificación que consiga el usuario en Instagram, para la que hay que pasar una revisión por la parte de la plataforma y abonar una subscripción mensual de por lo menos once,99 dólares americanos. La de X cuesta diecinueve con treinta y seis euros al mes y no requiere examen alguno.
6. Entonces…
Threads es técnicamente una buena plataforma. No se puede esconder que es una copia de X, algo que por otro lado no es nuevo: Bluesky, Mastodon o hasta Truth Social, la plataforma de Donald Trump, son copias del Twitter original. Tiene cosas que ya antes estaban en X y ahora echamos de menos, como una moderación de contenidos consistente. Y, sobre todo, el potencial de arrastrar a dos.000 millones de usuarios de Instagram, su red social hermana.
Pero le falta algo básico: la gente. Tal vez por eso, y por la propia estructura de la plataforma, que prima algo más el algoritmo, cuesta localizar hilos verdaderamente interesantes en Threads. Es pronto para valorarla, lleva apenas un par de semanas en España y Europa. El tiempo afirmará si es una copia más del viejo Twitter o estamos ante su relevo generacional. Si es que los jóvenes demandan este género de red social.
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Santander (España), 1985. Después de obtener su licenciatura en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, decidió enfocarse en el cine y se matriculó en un programa de posgrado en crítica cinematográfica.
Sin, embargo, su pasión por las criptomonedas le llevó a dedicarse al mundo de las finanzas. Le encanta ver películas en su tiempo libre y es un gran admirador del cine clásico. En cuanto a sus gustos personales, es un gran fanático del fútbol y es seguidor del Real Madrid. Además, ha sido voluntario en varias organizaciones benéficas que trabajan con niños.