Vivimos en una era en la que las redes sociales nos bombardean constantemente con recomendaciones sobre los lugares de moda, eventos imperdibles y destinos turísticos que debemos visitar. Esta avalancha de información ha dado origen a un fenómeno conocido como FOMO, acrónimo en inglés de fear of missing out, que se traduce como miedo a perderse algo. Sin embargo, cada vez más personas están optando por desconectar de esta presión y abrazar el JOMO, acrónimo en inglés de joy of missing out, que significa la alegría de perderse algo.

Según Sven Brinkmann, psicólogo y filósofo danés, autor del libro «La alegría de perderse cosas», la clave está en aprender a disfrutar de la simplicidad y el enfoque que nos proporciona una vida más pausada. Brinkmann argumenta que intentar hacerlo todo es una idea descabellada, ya que la felicidad no radica en la cantidad de experiencias, sino en la calidad de las mismas. Investigaciones han demostrado que tener menos opciones puede llevar a una mayor satisfacción, en lugar de desear constantemente más.

Aunque el FOMO y el JOMO se han popularizado en el contexto de la dependencia de las redes sociales, Brinkmann destaca que son fenómenos que trascienden la tecnología. Mientras el FOMO se centra en la búsqueda constante de nuevas experiencias, el JOMO promueve la idea de disfrutar del momento presente y aprender a decir no a ciertas oportunidades para priorizar nuestro bienestar emocional.

La saturación de contenidos en redes sociales ha llevado a un incremento de la ansiedad y la insatisfacción entre los usuarios. Según estudios, el uso excesivo de plataformas como Instagram puede empeorar los sentimientos de ansiedad, especialmente en los jóvenes. Es por ello que cada vez más personas están optando por desconectarse y buscar un equilibrio entre estar informados y preservar su salud mental.

Practicar el JOMO no implica renunciar por completo a las redes sociales, sino más bien filtrar los contenidos para consumir de manera consciente y selectiva. En palabras de la psicóloga Patricia Ramírez, se trata de encontrar un balance entre estar conectados y desconectar cuando sea necesario para disfrutar plenamente de la vida.

La virtud de saber decir no

Sven Brinkmann sostiene que la idea de que la necesidad de estar siempre activos y experimentar todo es inherente a la naturaleza humana es un mito. Durante gran parte de la historia, la virtud de la moderación ha sido valorada en diversas culturas y tradiciones. Sin embargo, con la llegada de la sociedad de consumo, se nos ha inculcado la idea de que la felicidad reside en consumir más y más, perpetuando así el ciclo de insatisfacción constante.

A pesar de la presión por estar al día en todo momento, los expertos coinciden en que el FOMO es una fase transitoria que con el tiempo puede dar paso al JOMO. La madurez nos brinda la capacidad de elegir conscientemente qué queremos en nuestras vidas y qué es realmente importante para nosotros. Aprender a decir no y renunciar a ciertas oportunidades puede conducir a una vida más plena y satisfactoria, liberándonos de la presión de querer abarcarlo todo.

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