¿Alguna vez has hecho trampas en un informe de gastos y lo has justificado diciéndote a ti alguna versión de «no me pagan lo suficiente» o «nunca se van a dar cuenta» cuando, hasta ese momento, te habías considerado una persona ética que siempre y en todo momento hace lo adecuado?

Quizá no se trataba de un informe de gastos, quizás cortaste una fila de tráfico, quizás saliste de una tienda y te diste cuenta unos minutos una vez que no te habían cobrado apropiadamente, mas no volviste a la tienda para corregir el fallo.

En cualquiera de los escenarios precedentes, probablemente te afirmaras a ti que había una razón justificable para ese comportamiento si, ya antes de la infracción en cuestión, te considerabas alguien que jamás se brinca las reglas.

¿Por qué eludimos aceptar responsabilidades?

Inventamos racionalizaciones para resguardar la imagen que tenemos de nosotros mismos, esto es, que somos buenas personas que no engañamos, hurtamos, engañamos ni hacemos nada que pueda considerarse poco atrayente.

Este comportamiento de autoprotección se debe a algo llamado disonancia cognitiva, el malestar mental que se genera cuando sostenemos opiniones contradictorias sobre nosotros mismos.

Para eliminar la discordancia cognitiva de nuestra psique, racionalizamos y justificamos nuestro comportamiento hasta donde sea preciso para calmar la confusión mental («hay una razón válida por la que lo que he hecho no es engañar»), si bien a menudo no somos siendo conscientes de que lo estamos haciendo.

Los líderes caen presa de esta clase de pensamiento todo el tiempo. Imaginemos a los altos ejecutivos de una compañía anunciando unos resultados trimestrales buenos o malos:

«Las boyantes fuerzas del mercado han salvado a la compañía este trimestre».

«Las enclenques fuerzas del mercado son las responsables de los malos resultados de este trimestre».

Nunca se oye la primera afirmación: líderes que aceptan que las fuerzas del mercado y no su habilidad, generaron buenos resultados.

Por otro lado, se oye la segunda aseveración todo el tiempo: líderes que culpan al mercado y no a sí mismos de los malos resultados.

Este género de prejuicios ególatras abundan en las compañías, ya que los líderes se atribuyen el mérito del éxito mientras que niegan toda responsabilidad por el descalabro.

Hacemos esto para resguardar nuestro ego, confirmar nuestra autoestima y asistirnos a solucionar cualquier discordancia cognitiva que pueda surgir de no conseguir buenos resultados trimestrales y, al tiempo, opinar que eres alguien que consigue ineludiblemente buenos resultados trimestrales.

Un conocido estudio sobre pupilos de sexto curso que hacían trampas

En mil novecientos cincuenta y ocho, el maestro de sicología Judson Mills efectuó un conocido estudio sobre el comportamiento tramposo con un conjunto de pupilos de sexto curso.

Mills administró un examen al conjunto que ninguno podía aprobar sin hacer trampas. Antes de regentar el examen, Mills midió la actitud de cada pupilo con respecto a hacer trampas.

A continuación, repartió el examen a los pupilos de sexto curso y abandonó la sala a fin de que pudiesen efectuarlo sin supervisión, mas con una cámara oculta que grababa la sesión.

Algunos pupilos hicieron trampas, otros no.

Tras el examen, Mills volvió a medir la actitud de cada pupilo cara las trampas. Como era de aguardar, Mills descubrió que los estudiantes que habían hecho trampas se mostraban más indulgentes, al paso que los que no habían hecho trampas tenían una actitud aún más negativa cara los tramposos.

Los resultados apoyaban la idea de que, para reducir la discordancia cognitiva y sentirse mejor con su elección, tanto si hacían trampas tal y como si no, los estudiantes justificaban sus acciones para preservar su autoconcepto.

Para hacer en frente de la discordancia cognitiva, empleamos 3 tácticas diferentes para conciliar la disonancia.

En primer sitio, podemos mudar nuestras creencias: «Hacer trampas está bien».
Segundo, podemos mudar nuestras acciones: «No volveré a hacer trampas».

En tercer sitio –y la táctica más común– podemos mudar nuestra percepción o recuerdo de una acción: «Ya que todo el planeta hizo trampas en ese examen, ¿por qué no?».

Reconceptualizar el comportamiento da una forma agradable y cómoda de lidiar con la carencia de armonía, y apoya nuestro deseo humano natural de vernos a nosotros mismos como personas esencialmente buenas y razonables.

Cómo advertir la discordancia cognitiva en acción

Cuando veas que se activan tus escudos protectores, detente un momento. Es tu ocasión para ser más siendo consciente de ti y sostener a raya la discordancia cognitiva.

Si te hallas en modo defensivo con relación a un descalabro percibido, ya sea tuyo o de tu equipo, en vez de racionalizar las consecuencias negativas de tus acciones o indicar con el dedo con aseveraciones como…

«No es culpa mía…»

«Está fuera de mi control…»

«Iba a acontecer de todas y cada una formas…»

«Lo voy a dejar pasar por esta vez…»

«Me forzaron a hacerlo…»

…intenta reemplazar el «yo» por el más inclusivo «nosotros»…

«Veamos si podemos descubrir qué salió mal…»

«Es hora de que dejemos de inculpar a el resto y volvamos al buen camino…»

«Ya que somos dueños de este inconveniente, tomemos medidas para resolverlo…»

«Tenemos que aprender de esto…»

«Podemos hacerlo mejor…»

Tres pasos para sostener a raya la discordancia cognitiva

Cuando te sorprendas a ti en un acto de autodefensa tras un descalabro, intenta efectuar este fácil ejercicio para meditar de forma más abierta y objetiva.

Desafíe sus suposiciones. Intente rebatir sus hipótesis en vez de probarlas. Como el corte de confirmación complica enormemente esta labor, proponga la resolución a personas de su confianza. Pídales que adviertan posibles obstáculos y ofrezcan soluciones opciones alternativas.

Considere el impacto en todas y cada una de las partes implicadas. Esto incluye a los empleados, la cultura organizativa, los clientes del servicio, la comunidad, el medioambiente y los accionistas. Cuando vea el efecto negativo de sus justificaciones, puede producir una transformación positiva.

Obtenga creencias. Recabe la opinión de las personas más perjudicadas por su resolución. Una vez más, luche contra el impulso de explicar lo que no encaja en su visión personal del planeta. Recuerda el viejo dicho: «Por algo tenemos dos orejas y una boca, utilízalas proporcionalmente».
La discordancia cognitiva es buena herramienta para hacer ajustes mentales y ser más siendo consciente de uno mismo. Cuando decides dedicarte a la autorreflexión y meditar sobre las formas en que distorsionas la realidad de forma natural o intencionada, has dado el paso inicial vital cara una mayor conciencia de ti.

Un último consejo. Nunca rehúyas decir: «Me equivoqué».

Los líderes detestan aceptar sus fallos, mas hacerlo hace que la gente te respete más que todas y cada una de las racionalizaciones y justificaciones del planeta.

Andrea Gomez

San Salvador (El Salvador), 1997. Desde pequeña ha sentido una gran pasión por la escritura y la investigación, lo que la llevó a especializarse en reportajes de impacto social. En su tiempo libre, disfruta de la lectura de novelas históricas y de misterio, y también es una gran amante de la música, especialmente del rock latinoamericano. Además, es una ávida viajera, y ha tenido la oportunidad de visitar algunos países de América Latina y Europa para conocer diferentes culturas y enriquecer su visión del mundo.