Cuando un emprendedor traiciona su esencia se expone a algo más peligroso que la caída de su negocio. Una taza de café es una metáfora que puede sostenerte alerta…

El diccionario de la Real Academia Española, define la acción de emprender de la próxima forma: Acometer y empezar una obra, un negocio, un empeño, singularmente si encierran complejidad o peligro; y al Emprendedor, como alguien que emprende con determinación acciones difíciles o azarosas.

La vida es, en sí, un emprendimiento. Vivir tiene sus peligros, y esto va alén de la falta de seguridad o la violencia.

Riesgo es aprender a admitir los desafíos y retos cotidianos; no ceder a la sensualidad del halago ni evadir la posibilidad del tropiezo, puesto que allá puede ocultarse la ocasión.

Riesgo es asimismo preservar y expandir los valores que basan la personalidad.

En el FODA de la vida, la corrupción, el clientelismo, el facilismo y las prebendas son amenazas que, de impactarnos, desmoronan nuestra creencia y nuestra ética.

El peligro es parar de ser emprendedor y transformarnos en esclavos de la rutina; es como abandonar de manera voluntaria a medrar. Acumular recursos materiales puede asistir a medrar mas lo que realmente nos hace ricos, es una vida con buenos valores. Hasta donde tengo entendido, en el más allí no corren ni los euros ni los dólares; no se es más por tener ni menos por carecer. Tal vez por eso, no se estile poner en el ataúd billetes, departamentos, autos o chiches tecnos.

Te dejo este cuento de autor anónimo, que probablemente, va a poder servirte para graficar la relevancia de no perder la esencia

“Un grupo de profesionales, todos triunfadores en sus respectivas carreras, se juntó para visitar a su antiguo profesor. Pronto la charla devino en quejas acerca del interminable ‘stress’ que les producía el trabajo y la vida en general.

El profesor les ofreció café, fue a la cocina y pronto regresó con una cafetera grande y una selección de tazas de lo más ecléctica: de porcelana, plástico, vidrio, cristal -unas sencillas y baratas, otras decoradas, unas caras, otras realmente exquisitas… Tranquilamente les dijo que escogieran una taza y se sirvieran un poco del café recién preparado.

Cuando lo hubieron hecho, el viejo maestro se aclaró la garganta y con mucha calma y paciencia se dirigió al grupo: ‘Se habrán dado cuenta de que todas las tazas que lucían bonitas se terminaron primero y quedaron pocas de las más sencillas y baratas; lo que es natural, ya que cada quien prefiere lo mejor para sí mismo. Esa es realmente la causa de muchos de sus problemas relativos al ‘stress.’

Continuó: ‘Les aseguro que la taza no le añadió calidad al café. En verdad la taza solamente disfraza o reviste lo que bebemos. Lo que ustedes querían era el café, no la taza, pero instintivamente buscaron las mejores. Después se pusieron a mirar las tazas de los demás. Ahora piensen en esto: La vida es el café. Los trabajos, el dinero, la posición social, etc. son meras tazas, que le dan forma y soporte a la vida y el tipo de taza que tengamos no define ni cambia realmente la calidad de vida que llevemos. A menudo, por concentrarnos sólo en la taza dejamos de disfrutar el café. ¡Disfruten su café!”

Feliz semana, feliz vida, felices emprendimientos

Marcelo Berenstein
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Juan Pablo Cortez

Bogotá (Colombia), 1989. Apasionado por la investigación y el análisis de temas de interés público. Estudió comunicación social en la Universidad de Bogotá y posteriormente obtuvo una maestría en periodismo investigativo en la Universidad de Medellín. Durante su carrera, ha trabajado en diversos medios de comunicación, tanto impresos como digitales, cubriendo temas de política, economía y sociedad en general. Su gran pasión es el periodismo de investigación, en el cual ha destacado por su habilidad para descubrir información relevante y sacar a la luz temas que a menudo se mantienen ocultos.