Reconozco que no soy un enorme apasionado de las grandes ferias ni de los grandes eventos.  Me pasa un tanto como en los conciertos de rock: ya no me ilusiona ir a un estadio lleno de tecnología y miles y miles de personas en masa cantando como en un karaoke, y prefiero encerrarme en una pequeña sala escuchando a una banda nuevamente tipo.

El caso es que cuando asisto a alguno de estos grandes saraos por trabajo, me siento como el primo lejano de los novios que asiste a una boda donde no conoce a prácticamente absolutamente nadie, y que en el banquete solo le apetece charlar con el camarero que le está sirviendo las copas de vino. La sensación de tener tanta gente alrededor, tantas hablas paralelamente, tantas cosas que hacer al tiempo, me producen una cierta sensación de agobio que me hace dudar de mi capacidad multitasking. Vamos, lo que sucede ya en prácticamente todas las facetas de la vida. Es el signo de los tiempos.

Digo todo esto pues la semana pasada asistí al Valencia Digital Summit (VDS) y me quedé agradablemente sorprendido. Un acontecimiento grande, mas al tiempo alcanzable. Muchas cosas que hacer, mas sin sensación de FOMO. Ambiente internacional mas al tiempo familiar. El caso es que ya podemos decirlo abiertamente: el VDS se ha transformado por derecho propio en el mejor acontecimiento sobre start-ups y emprendimiento del país. No va a ser el más grande, ni el más costoso, ni el que tenga tan buena prensa, mas allá ha cristalizado en menos de seis años una criatura pujante con ganas de comerse el planeta.

Más de doce personas de noventa países diferentes se aproximaron al incomparable circuito de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de la capital valenciana. No creo que exista un mejor escenario para festejar un acontecimiento en parte alguna del planeta. Buen tiempo, más de veinte grados a fines de octubre y entorno festivo al tiempo que profesional. Daban ganas de solicitarles al equipo organizador que ampliaran la duración del acontecimiento y nos quedásemos allá acampados por un par de semanas. Me hubiesen odiado solo por sugerirlo (todo el planeta sabe la intensidad del trabajo para sacar adelante un encuentro de esta naturaleza).

Como estudioso de los modelos de ecosistemas de emprendimiento, siempre y en todo momento señalo que Valencia es un caso singular. Fue, en contraste a otros, un proyecto que nació en una pequeña comunidad de emprendedores e inversores, y que supo hallar, desde la modestia inicial y el trabajo progresivo, un modelo que dejó después ir atrayendo a otros actores, entre ellos los institucionales.

Así, en frente de otros acontecimientos con grandes nombres públicos y privados apoyando desde múltiples frentes, en Valencia fue ese núcleo pequeño de emprendedores e inversores los que levantaron a pulso el proyecto y persuadieron a las instituciones públicas valencianas del potencial intrínseco que cobijaba el ecosistema local. Hoy, apenas 6 años tras la creación como asociación de Startup Valencia, han logrado impulsar un modelo identificable y reconocido, que se codea ya de forma directa con Madrid y Barcelona como ecosistema local y regional de referencia en este país.

Y me atrevo a aseverar que puede ser en escaso tiempo el más activo, el más renovador y el de mayor impacto en su territorio. Me voy a explicar ahora. Durante la edición del acontecimiento asistieron los líderes institucionales de la Comunidad Valenciana, la Diputación de Valencia y la Alcaldía de la urbe y, francamente, no recuerdo haber escuchado en este país alegatos y propuestas tan pro-innovación y pro-start-ups desde el momento en que me dedico a estas cosas. Alguien afirmará que tampoco es para tanto, que son solo alegatos, que hay que pasar de las musas al teatro, que los políticos siempre y en todo momento tienen palabras bonitas y después no hacen nada. Y sí, claro que esto es así, mas asimismo creo que debemos reconocer a los líderes que hacen el ahínco por precisar, por comprender un fenómeno tan complejo como el emprendimiento renovador, y sobre todo ponernos a su predisposición para asistir y cooperar, a fin de que esas medidas terminen siendo provechosas en beneficio del conjunto de la sociedad.

En otras tribunas he dejado escrito que la Ley de start-ups que se aprobó en España a fines de dos mil veintidos era un buen punto de inicio. Es imperfecta, no recoge todo cuanto solicitábamos desde el ecosistema, mas es buen MVP del que partir. Y siempre y en todo momento he sido de la opinión, y así lo he expresado en diferentes foros de discusión que tras las elecciones autonómicas y municipales, los nuevos gobiernos locales y regionales debían impulsar leyes, reglas y proyectos para complementar y progresar el contenido de la ley de start-ups estatal. Existen muchos campos en los que poder actuar desde la perspectiva de las competencias exclusivas y compartidas de autonomías y municipios: desde bancos de pruebas (sandbox) en tales competencias, pasando por el impulso de modelos de adquiere pública renovadora, como el impulso inversor en marcos de cooperación público/privada complementando vacíos que deja la inversión privada.

Pues bien, en el convocado acontecimiento pude oír como Paula Llobet, Concejala de Turismo, Innovación e Inversiones del Ayuntamiento de Valencia, está aglutinando todos y cada uno de los sacrificios en materia de innovación y emprendimiento y colocándolos en tornos a la alcaldía en un proyecto de estrategia de urbe. También charló de ayudas pre-seed, de una aceleradora pública en verticales y campos donde no llega la inversión privada, o de una ordenanza de sandbox a nivel de urbe, como de una normativa y una fiscalidad integradas para apresurar permisos y proyectos renovadores.

O como Jerónimo Mora, Secretario Autonómico de Innovación, charló claramente de sacar el laboratorio a la calle, de hubs tecnológicos y de aprobar una ley autonómica de startups. El propio Presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, lo resumió de una manera gráfica: el objetivo ha de ser burocracia cero y además de esto hacerlo de forma rápida. Destacó en su alegato que “el ecosistema de los políticos y de las instituciones y el ecosistema del talento, de las pymes, de la innovación y de la creatividad digital” deben unirse para “otorgar protagonismo a quien realmente lo tiene”.

Qué desean que les afirme, esto suena prácticamente a música divino. Antes de que crean que me he vuelto un ingenuo, soy consciente tras muchos años trabajando en el campo público y el privado de que a inicios de legislatura se acostumbran a decir cosas bonitas por la parte de los líderes institucionales. Habrá puesto que que juzgar con el tiempo la capacidad de transformación real de todas y cada una estas ideas y de su ejecución final. Los hechos charlarán por sí mismos, y tiempo deberá pronunciarse a este respecto. Pero el horizonte con estos planteamientos no puede ser más esperanzador para el ecosistema de emprendimiento valenciano.

Valencia está llamada a ser nuestra joya de la corona en materia de emprendimiento renovador en nuestro país. Es cierto que Madrid y Barcelona tienen como grandes urbes y como ecosistemas históricos aún cierta ventaja, mas la urbe del Turia ya cuenta con una buena parte de las virtudes de los ecosistemas madrileño y barcelonés, y me atrevería a decir que no debe combatir con otros elementos no tan positivos que anidan en las dos capitales. En mi opinión, Valencia urbe y su entrecierro tiene una combinación de factores de éxito para impulsar un ecosistema emprendedor único: la mejor y más representativa asociación de start-ups del país, unas administraciones públicas ambiciosas en esta materia, un ecosistema de emprendedores e inversores vibrante, y una urbe que ocupa los mejores puestos en calidad de vida y en talento internacionalmente. Como afirmaría el amigo George Clooney, what else?

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