Hace un mes resumíamos la situación como de “éxito económico” en PIB, empleo, inversión y exportaciones, mas “malestar social” por la erosión del poder adquisitivo, la inflación alimenticia o el costo de la residencia (diecisiete de junio). Estupendos artículos de Raymond Torres (dieciocho de junio) y de Manuel Hidalgo (nueve de julio) ahondaron en la paradoja entre la excelencia macro y los pesares micro.
Ahora brotan nuevos datos para esta discusión, clave para la cohesión, el estado de la opinión y la política económico-social postelectoral. En seis apartados:
1. Radical mejora de la inflación. En junio bajó al uno con nueve% (uno con seis% en la armonizada de la UE). Rebajó una tercera parte el dos,9% de mayo. Cerca de una tercera parte del cinco,5% de la eurozona: España, subcampeona con Bélgica, las dos tras Luxemburgo (1%). En la latente, bajó a un, aún alto, cinco,9%, mejorando el de mayo (seis,1%). Efectos: menor falta de la vida, mayor competitividad de las compañías españolas (positivo para la utilización)
2. Preocupantes comestibles. La parte alimenticia del IPC prosigue aún altísima, al diez con tres%, si bien inferior al doce% de mayo. Y al once con siete% de la eurozona. Lo positivo es que rozamos el nivel de abril de dos mil veintidos, recién empezada la invasión de Ucrania; y que la curva desciende, a ritmo lento, desde diciembre (quince con siete%). Lo peor es que castiga más a la población más frágil. ¿Se renovarán los bultos anticrisis que han ayudado a moderarla? ¿Y de qué manera?
3. Va mejorando el poder adquisitivo de los sueldos. Hubo en dos mil veintidos una fuerte caída. El levanta de costos (ocho,4%) se comió la de los sueldos nominales (dos,9%): una brecha del cinco,5%. Pero el acuerdo salarial sellado (cuatro%, hasta el cinco% este año) y tres% (en dos mil veinticuatro y en dos mil veinticinco) debe prosperar el poder de adquiere de los trabajadores: puesto que la inflación media sería del tres,2% (Banco de España). Claro que los márgenes empresariales los superan (veinticinco% sobre ventas en las eléctricas; ocho,4% en las alimenticias, conforme el nuevo Observatorio del Ministerio de Economía).
4. Los hogares ganan renta real. Los ingresos de las familias (netos de impuestos) entre los primeros trimestres de dos mil veintidos y dos mil veintitres han crecido el cinco% (quitando el levanta del IPC), según las cifras del INE. Por las mejoras en empleo, contratos fijos, pensiones…
5. Posible incremento de la pobreza. Entre dos mil veinte y dos mil veintidos “el número de hogares para los que la renta no cubre el gasto esencial” (los que no prosiguen la pauta del apartado precedente) se habría elevado del siete% al nueve%, conforme el Informe de situación financiera de los hogares (Banco de España, seis de julio). Pero no es seguro. El propio texto informa que sus cálculos “no han tenido en cuenta” ni los bonos a las rentas bajas, ni el ingreso mínimo vital, ni el levanta de las pensiones, que habrían “amortiguado” la conclusión.
6. Vivienda cara. Es demoníaca. Llevamos ocho años con los costos en alza (el último, un seis,3%, conforme los tasadores), lo que quedaba compensado por los muy, muy bajos géneros de interés del dinero y las hipotecas. Ahora, los costos comienzan a disminuir de verdad. Pero los modelos cumplen un año de subidas. Y la banca ha duplicado el costo de las hipotecas. La esperanza es que cualquier día el BCE suavice su estrategia. Y que cuaje la política de residencia pública de alquiler.