Los cortes condicionan nuestra percepción de la realidad. Uno muy compartido impulsa a meditar que las nuevas generaciones son peores. Que los jóvenes de hoy son más vagos, más débiles y menos despiertos que precedentes generaciones. Si eso fuera cierto, se viviría en una espiral apocalíptica que, como la historia ha enseñado, no es una incesante. “No creo que nosotros seamos menos trabajadores”, afirma Paola Martínez, de veintiuno años. La mayor una parte del año pasado estuvo desempleada, así que formaba una parte del doce con siete% de jóvenes que ni estudiaban ni trabajaban en España, según Eurostat. Es un dato alto en comparación con otros países europeos (la media es del once con siete%), mas ha mejorado mucho en los últimos tiempos, hasta lograr el mínimo desde el momento en que comienzan los registros, en dos mil. “Yo estaré en esa estadística, me podrán llamar nini, pero te aseguro que he hecho todo lo que puedo por trabajar. Buscaba trabajo en muchísimos sitios y no me llamaban. Tengo ganas de ganarme un sueldo”, agrega Martínez.

Esta tasa, que mide la proporción de personas de quince a veintinueve años que ni estudia ni trabaja, alcanzó el máximo en dos mil trece (veintidos con cinco%). Desde entonces experimenta una caída paulatina que solo se interrumpió en dos mil veinte, el año de la pandemia. El doce con siete% de España, una décima menos que en dos mil siete, está lejos de los países con peores registros, como Rumania (diecinueve,8%), Italia (diecinueve%) o Grecia (quince,4%), mas aún más de los que presentan mejores cifras: Malta (siete con dos%), Suecia (cinco con siete%) o Países Bajos (cuatro con dos%). Como prácticamente todos las estadísticas vinculadas al empleo, es peor entre españolas (trece con tres%) que entre españoles (doce con uno%), si bien la brecha es menor que a nivel europeo (diez con cinco% , trece con uno% ).

El secretario de Estado de Empleo, Joaquín Pérez Rey, festeja estos datos y manda un recado a los gobiernos precedentes, en charla con Forbes Hispano: “Es una muy buena noticia, pero aún debemos seguir mejorando. Creo que no hay jóvenes ninis, sino gobiernos ninis que no prestaban la más mínima atención a la inserción de los jóvenes en el empleo. Lo pagaron estigmatizando a toda una generación”. La secretaria general de Formación Profesional (FP) del Ministerio de Educación, Clara Sanz, hace una reflexión parecida: “A menudo se ha criminalizado a los jóvenes, calificándoles de poco trabajadores, pero cuando se cambia la perspectiva y se prioriza a las personas respecto al crecimiento económico, al contrario que durante la burbuja del ladrillo, se obtienen resultados distintos”.

Ana Cristina Ruiz, maestra en el departamento de Psicología Social, Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universidad de Málaga y autora de la tesis Ninis: juventud y exclusión social (dos mil diecinueve), indica que el descenso en la proporción de ninis tiene que ver con la bajada en el desempleo juvenil en los últimos tiempos, “pese a que la cifra continúa siendo muy preocupante”. España registra la segunda peor estadística de Europa, veintinueve,3%, más del doble que la media (catorce con cinco%) y solo tras Grecia. Coincide María José Gómez Torres, coautora de una investigación sobre ninis y maestra del departamento de Didáctica y Organización Educativa de la Universidad de Sevilla, que considera clave “el papel que juegan iniciativas políticas desplegadas en los últimos años, como la reforma laboral, con cambios que afectan a la calidad y duración de los contratos”.

Pérez Rey asimismo mienta a la reforma laboral como uno de los elementos que ha mejorado esta estadística: “Antes, jóvenes y estabilidad eran como agua y aceite. Era un elemento insólito encontrar un joven con contrato indefinido. Ahora se ha roto de raíz con aquello, que conducía a una mayor rotación y una exposición excesiva a la temporalidad”. Según la Encuesta de Población Activa (EPA), el veintiocho con dos% de los asalariados de veinticinco a veintinueve años tiene un contrato temporal, frente al cuarenta y dos con tres% del primer trimestre de dos mil veintidos. La caída asimismo es esencial de dieciseis a diecinueve años (del setenta y nueve con tres% al sesenta y uno con tres%) y de veinte a veinticuatro años (del sesenta y cuatro con cinco% al cuarenta y seis con siete%). “Nos hemos visto muy beneficiados por el freno en la contratación temporal”, medita Eduardo Magaldi, portavoz de la organización juvenil de UGT, RUGE.

Los datos de desempleo no han mejorado tanto, conforme la EPA: de los 3 tramos de edad citados, solo ha caído la tasa de veinticinco a veintinueve años (del dieciocho,3% al diecisiete con uno%) en el último año. Pero los datos de Trabajo de paro registrado de menores de veinticinco años sí alcanzan mínimos, con solo ciento ochenta y ocho mil cuatrocientos tres en el mes de mayo, la menor cifra de la serie histórica. Pérez Rey asimismo resalta que tanto en dos mil veintiuno como en dos mil veintidos el Ministerio de Trabajo forzó a las comunidades autónomas a que seiscientos millones de euros de políticas activas de empleo se dedicasen únicamente a jóvenes.

Más allí de lo laboral, los especialistas consideran esencial los cambios en materia formativa para comprender la caída en la proporción de ninis. “Esta disminución viene dada por una bajada de casi 11 puntos en la última década del abandono escolar temprano en España”, comenta la maestra de la Universidad de Málaga. Esta estadística recoge la proporción de personas dieciocho a veinticuatro años que no completan la segunda etapa de Educación Secundaria (FP de grado medio, básica o bachillerato) y no prosiguen ningún género de capacitación. “Dentro de nuestro sistema educativo cabe destacar medidas como la implementación de la FP básica y también el auge de la Formación Profesional, especialmente de la dual”, insiste Gómez Torres.

Sanz piensa que su ministerio ha logrado ”trasladar la percepción de que la FP es de las mejores vías para localizar empleo”. “Todo el mundo”, sigue, “conoce a alguien que ha conseguido entrar en el mercado laboral o volver a engancharse gracias a la FP”. Aún hay que aguardar a datos afianzados para conocer el efecto de la ley de Formación Profesional aprobada en dos mil veintiuno, que aplauden la mayor parte de sindicatos y patronales, mas ya antes ya se venía ensayando un acelerón en las matriculaciones, de un veintinueve,8% de dos mil diecisiete a 2022. “Hemos entrado en una dinámica que debemos asentar y extender”, agrega Sanz. El secretario confederal de Juventud de CC OO, Adrià Junyent, piensa que a fin de que se cumpla ese objetivo “hay que garantizar que hay plazas para todos aquellos que quieran estudiar”, y hace referencia a casos como el de la Comunidad de Madrid, donde más de la mitad de los aspirantes se quedaron sin lugar el pasado septiembre. “No se puede sorber y soplar. No te puedes quejar de los ninis y no habilitar plazas suficientes de FP”.

Historia de los ninis

Todos los especialistas coinciden en indicar el abandono educativo para trabajar en la construcción ya antes de la Gran Recesión como el germen de este inconveniente. “Muchas personas dejaron de estudiar porque podían cobrar salarios de hasta 3.000 euros si iban a la obra. Cuando se quedaron sin trabajo no había ni otros empleos ni oferta formativa para ellos”, señala Junyent, como Sanz: “Entonces hubo tanto abandono porque no importó sacrificar el futuro profesional de esos jóvenes. Ese fue un error que seguimos pagando”. Gómez Torres piensa que aquella crisis dejó huella en la conciencia colectiva: “Propició que los jóvenes dejen de considerar el abandono temprano de los estudios como una opción acertada”.

El incremento exponencial del paro juvenil y de abandono escolar en aquella temporada instaló una imagen muy negativa “casi generacional”, afirma Magaldi. “Los medios habéis tenido mucho que ver, especialmente aquellos que mostraban una imagen muy distorsionada de esos jóvenes desempleados, como si ninguno quisiera trabajar”, añade Junyent. “La sociedad presenta un estigma para con este colectivo debido al gran desconocimiento del fenómeno. Se ha aceptado la construcción de la representación social del perfil de joven nini como persona joven, parásita del sistema, que no quiere estudiar ni trabajar cuando el fenómeno es bastante más complejo”, agrega la maestra de la Universidad de Málaga.

Gómez Torres asegura que esta estigmatización, a nivel global, comenzó en los años ochenta en el Reino Unido, con reformas que supusieron “la pérdida del reconocimiento de la condición de desempleado, y con ella la supresión de su correspondiente subsidio, a los jóvenes con edades comprendidas entre los 16 y los 18 años que no estuvieran inscritos en ninguna de las principales categorías que determinaban la situación de la población activa menor de edad”. Décadas después, “a todos los integrantes de la categoría nini se les considera jóvenes ociosos y apáticos, obviándose las circunstancias políticas, sociales y económicas actuales, muy diferentes a las que inicialmente dieron nombre a esta tipología de jóvenes”, agrega la maestra de la Universidad de Sevilla.

En su tesis, Ruiz plantea una clasificación para eludir esta confusión: el nini —ella usa el palabra NEET, las iniciales en inglés— vocacional, aquellos que por propia voluntad ni estudian ni trabajan, entre aquéllos que diferencia entre los “acomodados”, aquellos cuyas familias pueden permitirse esa situación, y los que no tienen ese sustento económico y que “sobreviven socialmente”; el nini resultado del sistema educativo, ocasionado por la carencia de correspondencia entre “currículum y expectativas”, “dificultades en relaciones sociales” o una “mala o inexistente orientación y proyección personal”; y el nini excluido del mercado de trabajo, aquel cuya cualificación no corresponde con la demanda, ya sea por subcualificación o sobrecualificación, o que no tiene la experiencia demandada.

Un camarero en Ibiza, la pasada primavera.
Un camarero en Ibiza, la pasada primavera. Zowy Voeten (Getty Images)

“La característica esencial que define a la categoría nini”, sigue Gómez Torres, “es su marcada heterogeneidad. Bajo esta etiqueta se encuentran diferentes grupos de jóvenes con la circunstancia común de encontrarse sin estudiar ni trabajar en el momento de realizarse un sondeo demográfico”. Los escenarios son múltiples: “Aquellos que no desean seguir estudiando, ni quieren trabajar; los que buscan empleo activamente una vez finalizados sus estudios; los que deben dedicarse a cuidar de sus familiares dependientes; los que preparan oposiciones, pruebas de acceso a los cuerpos de seguridad del Estado o al ejército; los que estudian idiomas; los discapacitados, enfermos, accidentados o convalecientes; los que se han tomado un tiempo para decidir sobre su futuro; los que se dedican al voluntariado o a viajar para conocer mundo…”.

Ninguna de las dos especialistas se atreve a aseverar cuál de estos conjuntos, de tan heterogéneo colectivo, es el mayoritario. “No existen datos desagregados atendiendo a las características y circunstancias en las que se encuentran”, afirma Ruiz. Pero tanto como Gómez Torres coinciden al indicar que es injusto reducirlo a un conjunto de vagos. “Lo que yo veo en mi grupo de amigos es que la gente que ni estudia ni trabaja está buscando empleo de lo que sea”, apunta María Zawadzki, de veintiseis años, al salir de la oficina de empleo de Alcalá de Henares (Madrid). Acaba de finalizar una FP de informática, exactamente el mismo ciclo formativo de Álex Crespo y Cristian Ruiz, amigos de veintiuno años. “Yo se lo digo siempre a mi familia, quiero trabajar de lo que sea, pero de momento no he tenido suerte. Claro que conozco algún nini que no hace nada, pero es una minoría”, afirma Crespo. Otro escenario frecuente es el de María de la Caridad Rodríguez (diecinueve años), que termina de llegar a España desde Cuba: “Acaban de darnos el DNI porque somos españoles retornados. He echado muchos currículums y espero que me llamen rápido porque hace falta el dinero”.

Que a personas como estas las tachen de vagas, señala Junyent, es un síntoma de “edadismo”. “Hay un discurso que construye una idea de los jóvenes que no se corresponde con la realidad, una infantilización constante que sirve para justificar empleos en peores condiciones”, considera Migaldi. Esta discriminación, además de esto, tiene efectos directos en la salud mental, conforme las profesoras universitarias consultadas. “Las personas que pertenecen a la categoría nini se enfrentan, entre otros aspectos, a la pérdida de oportunidades sociolaborales, a limitaciones de acceso a servicios y ventajas sociales, y a problemas de salud física y mental que pueden desembocar en episodios de baja autoestima, inseguridad, desafección, dependencias y delincuencia juvenil”, señala Gómez Torres. ”Se hallan en situación de vulnerabilidad por la falta de dos de los primordiales atributos que son parte del proceso de socialización de los individuos: la capacitación a través del sistema educativo o el desempeño de un trabajo en el mercado laboral”, insiste Ruiz.

Martínez, otra de las jóvenes que salen de la oficina de empleo de Alcalá, está muy, muy contenta por el hecho de que pronto volverá al mercado de trabajo. “He trabajado como limpiadora, de recepcionista y ahora estaré en temas de administración. La verdad es que agradezco la oportunidad. A ver si así tiramos para delante y cogemos carrerilla”.

Mercedes Cruz Ocaña