En estos días estivales, pequeños pueblos ingleses repartidos por prácticamente todo el territorio de España llenan sus salas de directivos. Ubicados en entornos privilegiados, muchos de ellos en plena naturaleza, acorazan a los ejecutivos en sus instalaciones. Un monitor nativo, asignado individualmente, va a ser su cicerone a lo largo de la inmersión de 6 u 8 días, con una práctica media de setenta u ochenta horas. “Los directivos de pequeñas y medianas empresas mayores de 40 años suelen tener un nivel medio-bajo de inglés, lo que les incapacita para generar relaciones comerciales o expandir el negocio internacionalmente”, señala Alejandro Valencia, directivo de enseñanzas de British Council.

En estos ambientes de convivencia máxima reina una consigna: traer de casa nivel intermedio para aprovechar verdaderamente la experiencia, y una prohibición: charlar de España. La mayoría de estas propuestas incluyen, como en VaughanTown: transporte, alojamiento y pensión completa, como actividades y materiales, por un costo de mil ochocientos noventa y nueve euros. Previamente, Vaughan Systems efectúa una prueba oral de nivel de veinte minutos. Si no se supera, el pupilo recibe clases de gramática ya antes de la estancia en Ávila, Zaragoza, Ciudad Real, Madrid, Tarragona o Córdoba. Ninguna academia aconseja acudir con un nivel bajo (A2) por el hecho de que supone una pérdida de tiempo y dinero.

La inmersión incluye prácticas de actividades empresariales a las que un directivo se encara día tras día. “Además de entrevistas, presentaciones o trabajo en equipo, se realizan simulaciones de reuniones (meetings), videoconferencias (conference calls), conversaciones telefónicas (role plays) o sesiones individuales con profesores angloparlantes (one to one)”, notifica Javier Llamazares, directivo de Estación Inglesa. Ubicada en Murcia, el costo de la inmersión en esta escuela que las efectúa en Jaén y en Cáceres asciende a mil quinientos cuarenta y cinco euros. Llamazares considera que el directivo medio asiste con “buena gramática y vocabulario apto sobre su sector”, mas el freno viene de la mano de “la excesiva vergüenza que gasta el español al sentirse constantemente juzgado, algo a lo que otras nacionalidades no dan ninguna importancia”.

Por su parte, British Council ofrece en el mes de julio y agosto cursos intensivos convencionales en sus sedes de Madrid y Barcelona desde una semana por trescientos cincuenta euros hasta un mes por setecientos. “Ya no basta con leer correos e informes. Hay que hablar y entender inglés para mantener el empleo o abrirse a nuevas oportunidades”, advierte Alejandro Valencia. Y apela a “la disciplina y compromiso continuados” para lograr tal nivel. “Ni una inmersión ni un curso van a obrar el milagro. Se necesitan años de práctica y profesores cualificados para negociar en otro idioma”, y habla del “uso facilitador de la tecnología y sus herramientas” tras la pandemia. Como reclutador en la entrevista de idiomas para puestos directivos, Valencia reconoce que manejar inglés “hoy es decisorio en el 100% de los casos”.

El directivo de British Council estima que hay un inconveniente de fondo relacionado con la confianza y con sentirse cómodo en otro idioma”. Así lo confirma el informe Business English dos mil veintitres, efectuado por la start-up Twenix, conforme el que 6 de cada diez directivos de pequeñas y medianas empresas llevan más de diez años estudiando inglés sin dominarlo y no se sienten cómodos al hablarlo. Como consecuencia de esta barrera idiomática se frena el desarrollo y avance de las compañías. La cosa empeora al ascender en el escalafón empresarial, donde 4 de cada diez directivos llevan más de veinte años tratando de lograr un buen nivel de inglés, sin alcanzarlo, especifica el informe. Cifras que se enmarcan en el grado de conocimiento que existe en España de este idioma.

Bajo nivel

Según el INE, el treinta y nueve% de hombres y el treinta y dos% de mujeres de veinticinco a sesenta y cuatro años tiene un nivel que se corresponde con la primera etapa de educación secundaria e inferior. “En España los colegios no han prestado al inglés la atención que merece. En las empresas de este país, la gran mayoría miniempresas donde los directivos y a veces el dueño es una persona hecha a sí misma, no siempre necesitan exportar, por lo que no se es consciente de la importancia del inglés”, aprecia Elena Salgado, exvicepresidenta del Gobierno de España y presidente de la Asociación Española de Empresas de Consultoría, AEC.

Un panorama que comienza a mudar en estas empresas frente al incremento de las exportaciones. Con un desarrollo interanual del nueve con dos%, ha alcanzado su máximo histórico en el primer cuatrimestre del año en curso. “Las pymes se están lanzando cada vez más a expandir su negocio en el exterior y sus directivos necesitan manejarse en esta lengua”, resalta Alfonso Caracuel, directivo de la asesora Michael Page. Y añade: “El 90% de nuestros clientes demanda nivel alto de inglés en los candidatos que les presentamos, sin embargo, el 30% de los que optan a un mando directivo no tiene el nivel deseado”. Aunque reconoce que hay aspirantes que aún ponen en su currículo nivel C1 y “no lo pueden defender”, insiste en que es una práctica en desuso pues “si uno miente en el idioma, va a generar dudas sobre la autenticidad del resto del CV”, concluye.

Cursos pagados por la empresa

“No hay peor handicap para un negocio que sus directivos no puedan comunicarse y cerrar acuerdos por no saber el idioma”, asevera Juan Pablo Lázaro, presidente de Sending, empresa de logística que emplea a dos mil personas y factura setenta y dos millones de euros. Presente en Portugal, Italia, Holanda, Alemania, Francia y próximamente en Polonia, estima que facilitar la capacitación en inglés es un derecho del trabajador y una obligación del empresario. 
“Un trabajador que se está matando por tu negocio no puede verse así limitado”. Y para evitarlo “enviamos al equipo comercial, que es quien va a trabajar en la expansión en el exterior, a una semana de inmersión lingüística al pueblo inglés de Vaughan”. Juan Pablo Lázaro va más allí y plantea a las compañías que se hable inglés interiormente, como en las asambleas de trabajo. “No hay que desperdiciar ocasión para practicarlo”, e ilustra: “Mi madre, con 90 años, sigue recibiendo clases se inglés”.

Mercedes Cruz Ocaña