Defender los derechos de la comunidad LGTBI se está transformando en una actividad de alto peligro para ciertas empresas estadounidenses. El gobernante de Florida, Ron DeSantis, abrió la espita con su hostigamiento a Disney, mas los conjuntos conservadores han puesto en la diana a numerosas empresas con acoso y amenazas de sabotaje por sus políticas o mensajes inclusivos.
Las compañías de distribución Target y Kohl’s, la cadena de restoranes Chick-Fil-A, la marca de cervezas Budweiser, las construcciones de Lego y hasta las gominolas de M&M’s han sido objeto de ataques que han costado miles y miles de millones de valor en Bolsa a las compañías. De fondo, late una ofensiva contra los principios ESG de inversión sustentable —criterios medioambientales, sociales y de gobernanza corporativa—, que ciertos conservadores atacan como una imposición progresista. Muchas empresas, a pesar de todo, sostienen su apoyo orgullosas.
El peor de los escenarios es el de compañías que han dado bandazos y han provocado el rechazo desde las dos trincheras de la guerra cultural, como les ha pasado a Anheuser Busch —dueña de Budweiser y otras muchas marcas de cerveza— y a Target. Mientras una parte de las llamadas al sabotaje y los enfrentamientos han llegado mediante las redes sociales, en el caso de la cadena de distribución ha habido escenas de tensión, violencia y amenazas en ciertas de sus tiendas y la policía ha debido intervenir
La cadena de grandes guardes Target incluyó en su compilación del orgullo gay del año vigente unos dos mil productos, entre ropa, libros, música y artículos para el hogar. Entre los artículos en venta había ciertos de la marca Abprallen, que trabaja con el diseñador transgénero Erik Carnell ―polémico por sus creaciones satánicas―, y asimismo libros para pequeños como Bye Bye, Binary o I’m not a girl. Fueron esos productos y otros como un jersey con un eslogan que afirmaba cura la transfobia no a las personas trans o un bañador que se presentaba como apropiado para asistir a los transexuales a esconder sus genitales (y que en redes se afirmó falsamente que estaba dirigido a pequeños) los que provocaron una reacción de acoso por la parte de ciertos clientes del servicio.
“Desde la presentación de la colección de este año, hemos experimentado amenazas que afectan a la sensación de seguridad y bienestar de los miembros de nuestro equipo mientras trabajan”, aceptó en un comunicado la compañía con sede en Minneapolis. “Dadas estas circunstancias volátiles, estamos haciendo ajustes a nuestros planes, incluyendo la eliminación de artículos que han estado en el centro de los comportamientos de confrontación más significativos”, agregó, provocando el enfado de los conjuntos LGTBI.
El propio jefe de Target reconoció en un informe desvelado por Insider que le preocupaba que la retirada de mercadería afectara al “bienestar y seguridad psicológica” de la comunidad LGTBI. “Estamos con vosotros ahora y seguiremos estándolo, no solo durante el Mes del Orgullo, sino todos y cada uno de los días”, aseveraba. Target ha caído en Bolsa a su mínimo en 3 años, con un caiga del dieciocho% en el último mes y una pérdida de valor de más de diez millones.
El impacto más duro en ventas y valoración bursátil ha sido el sufrido por Anheuser-Busch, que obsequió en el mes de abril una lata de cerveza de la marca Bud Light a la celebridad transexual Dylan Mulvaney con su imagen en ella. Esa resolución, mezclada adecuadamente con ciertos bulos, provocó el sabotaje de los usuarios conservadores. Las ventas de Bud Light se cayeron, con caídas de hasta el veinticinco%-treinta% en ciertas semanas, conforme datos de Nielsen. Muchos usuarios subieron vídeos a sus redes sociales vertiendo cerveza al suelo.
La dirección de la compañía separó a los responsables de la campaña y el consejero encargado de Anheuser-Busch, Brendan Whitworth, lanzó un comunicado para procurar aliviar los ánimos sin mucho éxito: “Nunca hemos pretendido formar parte de una discusión que divide a la gente. Nos dedicamos a reunir a la gente con una cerveza”. Pese a eso, la caída de las ventas se contagió a otras marcas del conjunto como Budweiser y Busch. Sus acciones han caído un quince% en un par de meses, quitando unos quince.000 millones de valor a la compañía.
La prosecución y acoso es capaz de lograr cotas surrealistas. Algunos ultraconservadores han lanzado una campaña contra la cadena de comida veloz Chick-fil-A sencillamente por tener un directivo de diversidad, equidad e inclusión, que realmente lleva ejercitando desde dos mil veintiuno. La empresa había sido hasta el momento más bien criticada por donaciones a conjuntos hostiles al colectivo LGTBI y señala que su propósito corporativo es: “Glorificar a Dios siendo un fiel administrador de todo lo que se nos confía. Tener una influencia positiva en todos los que entran en contacto con Chick-fil-A”.
Eso no la ha librado ahora del acoso. En el Twitter sin complejos de Elon Musk, que da mayor visibilidad a los mensajes de odio, un influyente comentarista conservador señaló en tono mafioso en un mensaje con más de 7 millones de visualizaciones: “Tenemos un problema. Chick-fil-A acaba de contratar a un vicepresidente de Diversidad, Equidad e Inclusión. Esto es malo. Muy malo. No quiero tener que boicotear. ¿Vamos a tener que boicotear?”. Y añadía, ya de manera directa en el terreno de las barbaridades: “A estas alturas es solo cuestión de tiempo que empiecen a poner semen de transexual en la limonada helada”.
El caso de más calado político ha sido el que ha enfrentado a Disney con Ron DeSantis por la ley que prohíbe la enseñanza sobre orientación sexual e identidad de género, famosa entre sus opositores como No afirmes gay. Disney ha frenado inversiones en Florida y se está encarando a DeSantis en los tribunales. Mientras, ha mantenido en sus parques sus Gay Days que reúnen a miles y miles de personas de año en año.
Guerra cultural
Antes, la preocupación de ciertas empresas era que su apoyo a la comunidad LGTBI se percibiera como poco genuino. Ahora, el miedo es ser objeto de una campaña de acoso y sabotaje. Los activistas antiLGTBI no esconden sus intenciones: “El objetivo es convertir el orgullo en algo tóxico para las marcas. Si deciden echarnos en cara esta basura, deben saber que pagarán un precio. No valdrá la pena lo que crean que van a ganar. Primero Bud Light y ahora Target. Nuestra campaña está progresando. Sigamos adelante”, señalaba el creador, activista y comentarista conservador Matt Walsh, con dos con uno millones de seguidores en Twitter.
En mayo y junio de dos mil veintidos hubo cuatrocientos llamamientos en redes sociales a sabotajes con relación a el Orgullo. Este año, solo en el mes de mayo ya iban más de quince.000, conforme datos de la asesora RILA Global Consulting. North Face, Walmart, Kohl’s y Lego han debido hacer en frente de esas campañas en lo que semeja un reflejo de la creciente polarización e intolerancia en el país. Se han aprobado decenas y decenas de reglas hostiles con los transexuales en Estados republicanos.
El acoso contra la inclusividad y la igualdad como principios sociales se anota en una cruzada más extensa y con gran apoyo del Partido Republicano contra la inversión basada en los criterios ESG. La comenzaron Estados republicanos como Texas y Florida, mas ha llegado al Congreso federal como una parte de la guerra cultural que polariza el país. Los republicanos estiman que esos criterios sustentables son una imposición progresista. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, usó por vez primera su poder de veto para frenar esa ofensiva.
Más de doce Estados republicanos están fomentando leyes antiESG que impiden que se administren fondos públicos con esos criterios o que se concedan licitaciones a empresas que los apliquen de manera que consideren discriminatoria. Texas, por servirnos de un ejemplo, pretende proteger con esto a su potente campo de hidrocarburos.
“Los criterios ESG y la sostenibilidad han sido objeto de una mayor atención regulatoria en todas las jurisdicciones”, advierte BlackRock en su último informe anual. “Algunos Estados o cargos estatales de Estados Unidos han aprobado o propuesto leyes o han adoptado posturas oficiales que restringen o prohíben a las entidades públicas estatales hacer ciertos negocios con entidades identificadas por el Estado como boicoteadoras o discriminatorias contra determinados sectores o que tienen en cuenta factores ESG en sus procesos de inversión y votación en las juntas”, agrega.
De ser algo de lo que las compañías alardeaban, principios como la igualdad, la sostenibilidad, la diversidad y la inclusión se han transformado en un factor de peligro. La cadena de restoranes Cava, que remata su salida a Bolsa, lo advierte en el folleto: “Dichas iniciativas y objetivos están sujetos a riesgos e incertidumbres, muchos de los cuales pueden no ser previsibles o estar fuera de nuestro control. Podemos ser criticados por el alcance o la naturaleza de esas iniciativas u objetivos aspiracionales, por cualquier revisión de esas iniciativas u objetivos, o por fracasar, o ser percibidos como fracasados, en la consecución de esas iniciativas u objetivos”, explica.