Santiago Fuentes, CEO de Arbistar y cabecilla de la presunta macroestafa piramidal, en una imagen de archivo.
Santiago Fuentes, CEO de Arbistar y cabecilla de la supuesta macroestafa piramidal, en una imagen del archivo.

La Audiencia Nacional ha concluido ya su investigación sobre el caso Arbistar, una de las primordiales macroestafas piramidales con criptomonedas tramadas aparentemente en España en el último quinquenio, aprovechándose del apogeo de las inversiones en monedas digitales. Tras 3 años de pesquisas, que empezaron en un juzgado de Arona (Tenerife), el juez instructor José Luis Calama ha expuesto este martes sus conclusiones en un concluyentes auto, con el que procesa a 7 encausados (entre ellos, al supuesto cabecilla, Santiago Fuentes Jover) y cifra el fraude en más de noventa y dos millones de euros. Según el juez, el negocio que edificaron de cara a los ahorrativos “era financieramente inviable desde su origen”, y la trama “únicamente vendía humo”.

Según la investigación, nada se comprende en esta estafa sin la figura de Santiago Fuentes, un viejo conocido de la Audiencia Nacional, acusado en el juicio por otro fraude piramidal tramado por Germán Cardona, conocido como el Madoff de España, y del que salió exculpado en dos mil diecisiete. El juez Calama apunta a Fuentes como “ideólogo” y “líder indiscutible” de Arbistar, situándolo en la cúspide de una organización delincuente que tejió una red de diez sociedades instrumentales para realizar sus delitos, con su sede central en Arona. “Fuentes, presentándose como CEO de Arbistar, […] diseñó la estrategia defraudatoria y daba concretas instrucciones tanto a los empleados de la sociedad como al resto de integrantes de la organización”, apunta el juez.

El sistema que ofrecían a los ahorrativos resultaba, en apariencia, fácil. Arbistar aseguraba que había desarrollado un software que, a través de la aplicación de un algoritmo de inteligencia artificial, ejecutaba operaciones de inversión en criptomonedas que “garantizaba la obtención de pingües beneficios”. La compañía prometía unas ganancias que fluctuaban del ocho% al quince% mensual, con el único requisito de que los clientes del servicio no podían retirar su dinero en los dos primeros meses. Sin embargo, el juez ha concluido que “dicho programa automatizado nunca existió, basándose la oferta de negocio en una ficción”: “Por tanto, únicamente se vendía humo”.

Captura de pantalla de la web de Arbistar 2.0.
Captura de pantalla de la web de Arbistar veinte.Arbistar veinte.

“La premisa base sobre la que partía la oferta de Arbistar era manifiestamente falsa. El modelo de negocio ofrecido se basaba en un fraude, puesto que proporcionaba un software que debía renovarse de forma anual y que realmente nunca existió”, sigue el juez Calama en su resolución: “El negocio era financieramente inviable desde su origen. Se sostenía por la imagen de seriedad y solvencia que simulaban. Los procesados lograban mantener la apariencia de prosperidad obteniendo liquidez por los ingresos procedentes de nuevos inversores”. “El sistema no era más que un espejismo causado por la ceguera de la ganancia prometida”, puntualiza el instructor.

Una “burbuja especulativa”

La trama copió así aparentemente el tradicional esquema de la estafa piramidal. Mediante un sistema de publicidad violento, captaba nuevos inversores. Y las aportaciones de estos últimos servían para cubrir el dinero que debían cobrar los que habían entrado ya antes en el negocio. De esta forma, mientras que funcionó, el propio fraude “generaba una gran confianza” en los ahorrativos que apostaban por Arbistar, ya que pensaban que la compañía “era segura y muy rentable”, e inclusive mismos invertían más “con la esperanza de obtener un beneficio aún mayor”.

A su vez, el juez explica que los encausados debían hacerse con nuevos clientes del servicio, que se veían atraídos al ver los “grandes beneficios casi inmediatos que percibían los anteriores”. Para lograr este propósito, se urdieron múltiples vías. Por ejemplo, Arbistar creó el “plan amigo: si un ahorrador traía a otro a la empresa, se le daba una importante compensación. La trama también celebraba “actos públicos de “promoción” para captar minoristas, como acontecimientos en hoteles y salas de congresos de España. “Arbistar contaba con una red comercial activa y motivada por los incentivos económicos, un aparato de publicidad eficaz, y presencia en las redes sociales. El éxito del negocio generó la imagen que cualquier burbuja especulativa precisa, la percepción de que el inversor siempre gana, y que las ganancias de la inversión siguen creciendo, lo que se convirtió en la mejor publicidad del producto”, expone la Audiencia Nacional.

Según el sumario, los investigados desviaban después la mayoría de ese dinero —se embargó a Diego Felipe Fernández Nojarova, asociado de Santiago Fuentes, un chalé en Stolinchna (Sofía, Bulgaria) y un vehículo de gama alta de la marca Mercedes, modelo Jeep ML BlueTec—. Para cubrir una ocasional condena, el juez Calama ha impuesto a los 7 procesados una fianza de ciento veintitres millones de euros, ya que calcula que el fraude supera los noventa y dos millones, y que los perjudicados ascienden a treinta y dos. La trama operó presuntamente entre mayo de dos mil diecinueve y septiembre de dos mil veinte. Según los abogados de las víctimas, se aprovecharon asimismo de que, a lo largo de la pandemia de coronavirus, miles y miles de personas recluídas en sus casas empezaron a intentar multiplicar sus ahorros con este género de inversiones digitales.