Diseccionar la causa de un accidente (colapso empresarial) está repleto de lecciones para los dueños de start-ups.

Te sorprendería el número de semejanzas entre las causas más frecuentes de los accidentes de aeroplanos militares y las de los descalabros empresariales.

Tengo una perspectiva única sobre las dos cosas, ya que he formado una parte de equipos de investigación de accidentes para la Marina de los Estados Unidos y Boeing y, a lo largo de los últimos dieciocho años, he acudido en ayuda de los dueños de empresas, tanto de las que comienzan como de las ya establecidas, que se esmeran por situar su empresa en una ruta de desarrollo sustentable.

Como viejo ingeniero de seguridad de vuelo de Boeing, una de mis responsabilidades era respaldar las investigaciones de accidentes de nuestros cazas militares. Como es de aguardar, el ejército de los Estados Unidos dedica notables recursos a examinar los accidentes de aviación y a compartir sus conclusiones. El argumento es que si se pueden identificar las causas y compartir los resultados se puede reducir drásticamente la posibilidad de que el accidente se repita.

Lo mismo debería acontecer con las compañías. ¿No es así?

Analicemos un accidente que asistí a investigar. Se trataba de un F/A-dieciocho en un espectáculo aéreo. El conduzco estaba probando la capacidad de maniobra del aeroplano efectuando un bucle cuadrado. Se estrelló al final del bucle, golpeando el suelo con tal fuerza que se rompió la espalda, las piernas y el brazo.

Como la aeronave quedó prácticamente íntegra, pudimos extraer las computadoras y la memoria, instalarlos en un simulador y reproducir el vuelo, observando todos y cada uno de los instrumentos, como los movimientos del stick y del acelerador.

Fuimos testigos de de qué forma el simulador imitaba al conduzco mientras que subía el aeroplano en la vertical de la plaza. Prestamos singular atención a los indicadores de altitud y velocidad del aeroplano. Recuerdo que hubo un jadeo colectivo en la sala cuando vimos que el conduzco había cortado la parte superior del cuadrado demasiado bajo para llenar esta maniobra. Todos lo sabíamos. Al fin y al cabo, estos números de altitud y velocidad aérea están grabados a fuego en nuestra memoria a lo largo del adiestramiento. La causa primordial de este accidente quedó obviamente clara: un fallo del conduzco.

Los accidentes aéreos dejan enseñanzas para las caídas de las startups

¿Qué tiene esto que ver con la administración de una compañía? Los dueños acostumbran a tomar malas resoluciones cuando dirigen su empresa en pos de desarrollo. En retrospectiva, la mayor parte podrían evitarse de forma fácil con una rigurosa adherencia a un plan bien pensado, suponiendo, como es natural, que haya un plan.

En este caso, el plan de vuelo (negocio) era un bucle cuadrado que el conduzco (dueño del negocio) no ejecutó apropiadamente. La maniobra (plan) requería que sostuviera el ascenso (Paso 1) a lo largo de múltiples cientos y cientos de metros más ya antes de ejecutar el tirón en la parte superior del bucle (Paso dos). Al desviarse del plan y no ganar la altitud conveniente (acortando el trabajo fundacional del plan de negocios) el conduzco (dueño de la compañía) puso su aeroplano (la compañía) en riesgo.

Sin embargo, el conduzco (dueño) tuvo la ocasión de disminuir al mínimo el daño (salvar la compañía) cuando acortó su ascenso en la parte superior del bucle. Al percatarse de su inconveniente, el conduzco aún tenía dos opciones disponibles: (1) Abortar la maniobra sencillamente haciendo rodar la aeronave cara arriba y seguir el espectáculo (aceptar el fallo y regresar al plan) o, (dos) Continuar con la maniobra (por un sentimiento visceral), pensando que podría sacarla adelante por pura fuerza de voluntad. El conduzco escogió la segunda opción.

Entonces, ¿por qué un conduzco (dueño), con todos y cada uno de los instrumentos (datos de ventas, aconsejes, etc…) diciéndole que está demasiado bajo para llenar la maniobra, procede de todas maneras?

Volvamos a la investigación del accidente para descubrirlo. El conduzco era un marine muy experimentado. Era un hombre realmente fuerte que se ejercitaba con intensidad. Estaba muy orgulloso de su fuerza física y de su salud. Esto es seguramente lo que le salvó la vida, mas asimismo fue un factor que contribuyó al accidente. Creyó que podía, por su fuerza, llevar el aeroplano por medio de esta maniobra ya antes de chocar con el suelo.

En algún sitio de su psique pensaba que las reglas de esa maniobra (plan) estaban diseñadas para el conduzco medio (dueño) y que , con su fuerza y experiencia sobre la media, podría predominar donde otros no podrían.

A menudo vemos que los dueños de empresas segurísimas de sí actúan por instinto. No hacen la debida investigación de mercado ni la planificación en un largo plazo pues creen que las reglas no se aplican a ellos. Y el resultado es prácticamente siempre y en toda circunstancia el mismo: el descalabro o una esencial pérdida de dinero quemado (crash and burn) en el proceso.

Y no olvidemos el ego.

El conduzco tenía amigos y familiares entre el público del espectáculo aéreo. Era un público local y el último día del espectáculo. Imagínese lo bastante difícil que sería aceptar ante sus amigos que se confundió y debió abortar una de las acrobacias más espectaculares de este aeroplano. Piensa en las mofas que recibiría de sus compañeros de la Marina al aterrizar. Habría sido incómodo y un tanto degradante, mas probablemente era una opción alternativa mejor que arriesgar la vida y la integridad física (la ruina), ¿verdad? No para este marine. Abortar la maniobra no era una alternativa.

Hay algo extraño que ocurre en el instante en que agregas el título de Propietario, Presidente o Director General a tu tarjeta de visita.

Te transformas en un artista. En cierto modo, ves a tus empleados, inversores, conocidos del negocio, clientes del servicio, amigos y familiares como miembros de un enorme público. Hay esperanzas y nociones preconcebidas que te metes en la cabeza sobre de qué forma debes actuar (dirigir tu negocio). Por ejemplo, jamás enseñar debilidad o irresolución, jamás aceptar que no sabes, jamás aceptar que has cometido un fallo y jamás solicitar ayuda. Esta mentalidad de «no puedo desilusionar a mi público» llevó a este conduzco a seguir la maniobra y a estrellarse. Ha llevado a los empresarios a hacer lo mismo.

El conduzco subsistió prodigiosamente a este accidente (ver vídeo más abajo), se recobró de sus heridas y por último volvió a volar.

Esto es extraño tanto para los pilotos para los dueños de negocios. Quién sabe cuántas vidas de pilotos se han salvado merced a esta investigación y a la difusión de su historia. Espero que lo mismo ocurra con aquellos que son pilotos a cargo de su negocio.

Juan Pablo Cortez

Bogotá (Colombia), 1989. Apasionado por la investigación y el análisis de temas de interés público. Estudió comunicación social en la Universidad de Bogotá y posteriormente obtuvo una maestría en periodismo investigativo en la Universidad de Medellín. Durante su carrera, ha trabajado en diversos medios de comunicación, tanto impresos como digitales, cubriendo temas de política, economía y sociedad en general. Su gran pasión es el periodismo de investigación, en el cual ha destacado por su habilidad para descubrir información relevante y sacar a la luz temas que a menudo se mantienen ocultos.