La Unión Europea (UE) ha tomado una decisión crucial y apremiante: emitirá eurobonos para ofrecer un respiro financiero a Ucrania. Este avance, que se produce tras largas negociaciones y ciertas reservas de potencias como Alemania, marca un hito al utilizar por segunda vez en la historia de la UE estos instrumentos financieros, esta vez por un total de 90,000 millones de euros. La primera ocasión en que los eurobonos se emplearon fue para revitalizar la economía europea durante la crisis provocada por la pandemia, beneficiando especialmente a naciones como España e Italia.
Las reticencias y la necesidad de unidad
Las dudas de algunos países sobre la emisión de deuda conjunta son, en gran medida, un obstáculo que se han impuesto a sí mismos. Europa tiene la capacidad de emitir deuda de alta calificación con una moneda unificada y enfrenta un aumento en las necesidades comunes que requieren financiamiento. Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), ha defendido la necesidad de estos bonos para satisfacer prioridades como la defensa, especialmente desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania. Su predecesor, Mario Draghi, también apoyó esta idea, enfatizando no solo en defensa, sino también en energía e industria como áreas estratégicas para su despliegue.
Emitir eurobonos puede reducir significativamente los costos asociados a estas inversiones. Actualmente, el interés de la deuda europea se asemeja al de la deuda española; esta situación se debe, en parte, al escepticismo de ciertos gobiernos ante la deuda conjunta. Los inversores buscan deuda líquida acompañada de un plan de emisiones que permita gestionar los vencimientos de manera eficiente.
La necesidad de un mercado financiero europeo robusto
Sería ideal que la emisión de deuda europea se estableciera como una práctica regular, y no solo como respuesta a crisis específicas. Un mercado líquido de deuda pública de alta calidad no solo abarataría las emisiones, sino que representaría un avance fundamental hacia la creación de un sistema financiero europeo cohesionado. Esto, a su vez, facilitaría fuentes de financiación más accesibles, tanto para el sector público como privado, y fortalecería el euro como un activo de reserva global.
A largo plazo, alcanzar una autonomía financiera se convierte en un objetivo tan esencial para la unión como los ámbitos energético, militar e industrial. Si bien es natural que los países más endeudados sean cautelosos ante la idea de una mutualización total, el rechazo a explorar soluciones de reparto de riesgos fuera de escenarios de crisis revela una miopía que, en última instancia, agrava muchos de los problemas que enfrentan los ciudadanos europeos en la actualidad.
