El reciente endurecimiento del pacto migratorio en la Unión Europea, liderado por España en 2023, plantea riesgos alarmantes. Esta decisión no solo implica una política restrictiva, sino que también refuerza la percepción de Europa como una fortaleza egoísta y neocolonial.
Impacto en países en desarrollo
A pesar de los esfuerzos de la UE por brindar apoyo a naciones en vías de desarrollo, como su liderazgo en ayuda humanitaria y oficial, la realidad es bastante cruda. La influencia europea se ve desplazada en África subsahariana por competidores como Rusia y su grupo Wagner. Además, los BRICS, desde Sudáfrica hasta Brasil, muestran una alineación más fuerte con la propaganda sino-rusa, desviándose del modelo social europeo, que debería ser su aliado natural.
Desafíos comerciales y económicos
En el ámbito comercial, China ha incrementado su superávit hasta 1.075 billones de dólares a finales de 2023, desafiando incluso a los aranceles impuestos por Estados Unidos bajo la administración Trump. Mientras tanto, la UE, que pretende mantener su posición como potencia comercial global, también enfrenta un declive. Su superávit global cayó de 113.000 millones de dólares en septiembre de 2024 a 104.300 millones en el mismo mes de 2025, cuestionando su estatus como economía líder.
La lucha contra la inmigración «irregular» plantea otro dilema. Los extremos políticos han comenzado a difuminar la línea entre la inmigración regular e irregular, manipulando la percepción pública para atacar ambas. Esto tiene consecuencias directas en el crecimiento económico y la generación de empleo en la UE. Desde la pandemia, el crecimiento de la economía española ha sido clave, como indican organismos como el FMI y el BCE.
Aumento del racismo y cuestionamiento de derechos
La creciente hostilidad hacia los migrantes en los 27 países miembros se ha intensificado desde la Carta de los Quince, firmada el 15 de octubre de 2024, hasta el reciente endurecimiento del paquete migratorio. Un año atrás, se reconocía la importancia de los derechos humanos y de los tratados internacionales, como el Estatuto de los Refugiados, que prohiben a los gobiernos la devolución de refugiados a lugares donde sus vidas corran peligro.
Hoy en día, la libertad de circulación, el mercado laboral integrado y los valores democráticos que caracterizan al modelo social europeo están en crisis. Las deportaciones y la existencia de campos de confinamiento en terceros países ponen en jaque los principios de solidaridad y derechos humanos que deberían ser el núcleo de las políticas europeas.
En resumen, la dirección actual que está tomando la política migratoria europea podría tener repercusiones devastadoras, no solo para las naciones en desarrollo, sino también para los estándares de derechos humanos y la estabilidad económica del continente. La pregunta ya no es solo hacia dónde vamos como comunidad, sino qué hemos dejado de ser en el camino.
