Un Mefistófeles que impulsa el progreso en la UE

Un Mefistófeles que impulsa el progreso en la UE

A menudo se dice que las crisis pueden ser catalizadores de cambio. En el contexto actual, la figura del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, puede verse como un paradigma de esta afirmación. Aunque su estilo y algunas de sus propuestas han generado controversia, su papel podría llevar a la Unión Europea (UE) a replantear sus prioridades y fortalecerse en el camino hacia un futuro más resiliente.

Un Acuerdo Comercial Controversial

El reciente pacto comercial entre Trump y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha desatado un torrente de críticas. Para muchos europeos, este acuerdo simboliza una traición a los valores comunitarios, reduciendo la UE a una mera sombra de sí misma, dispuesta a negociar con un líder que muchos consideran inconsistente y poco fiable. Premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz, ha denunciado que un bloque tan significativo como la UE no debería someterse a las dictaduras del capricho personal de un presidente. Esto resuena especialmente con las voces que, como Dani Rodrik, economista de Harvard, lamentan la pérdida de un modelo europeo que inspiraba a las nuevas generaciones.

Pero esta reacción de frustración podría ser, en ciertas medidas, exagerada. Las decisiones humanas a menudo traen consigo consecuencias imprevistas, un principio que ya exploró Adam Smith en su famosa «mano invisible». A veces, es en el caos donde surgen oportunidades.

Fin de la Inocencia Europea

La guerra comercial de Trump ha traído consigo una serie de realidades inquietantes que todos deben confrontar. La inocencia europea—la creencia en un comercio justo—ha sido severamente probada, especialmente frente a la manipulación de las reglas por parte de China y la dependencia energética de Rusia. Sin embargo, de este despertar es posible que surja una UE más pragmática y preparada para enfrentar nuevos desafíos.

Crisis Óptima: ¿Una Oportunidad?

Hay un concepto interesante en economía llamado «crisis óptima», acuñado por el economista Albert O. Hirschman. Se refiere a situaciones que son lo suficientemente serias como para provocar un cambio, pero no tan devastadoras como para arruinar las capacidades de respuesta de una comunidad. La pandemia de COVID-19 ya demostró ser una crisis óptima al dar pie a importantes iniciativas como los Fondos Next Generation. La actual guerra comercial podría estar generando un impacto similar, llevando al Banco Central Europeo a explorar nuevas formas de pago, como el euro digital, que permitirá competir frente a las plataformas estadounidenses.

Sin embargo, es fundamental no perder la dirección en este contexto. Fortalecer el proyecto europeo debe basarse en sus fortalezas intrínsecas: un modelo social robusto que valore la educación, la salud y el empleo digno. Como argumenta Martín Wolf, del Financial Times, se requiere un nuevo contrato social que garantice empleo a todos aquellos que buscan trabajar.

La Competitividad y el Modelo Social

La idea errónea de que el modelo social europeo es un impedimento para la competitividad debe ser cuestionada. Mario Draghi, exgobernador del Banco Central Europeo, ha subrayado que mantener altos niveles de protección social no es negociable, destacando además que la competitividad debería centrarse en mejorar la educación y las competencias de la fuerza laboral. Los ejemplos de países como Suecia demuestran que un fuerte modelo social puede coexistir con altos niveles de productividad.

Así, aunque la figura de Trump se asemeje a la de Mefistófeles en la obra de Goethe, su papel podría no ser tan destructivo como parece. Un Trump retador puede, quizás, motivar a la UE a perfeccionarse, convirtiéndola nuevamente en un faro de esperanza para aquellos que anhelan un mundo más justo. Solo así, la UE podría desempeñar un papel determinante en el nuevo orden mundial del siglo XXI, como baluarte de la democracia frente a autoritarismos emergentes.