En un entorno marcado por la polarización y la constante batalla ideológica en las redes sociales, ser un economista de centro es un verdadero desafío. Al abordar temas delicados, como la deuda y el crecimiento económico, muchos se ven arrastrados a un bando, independientemente de sus intenciones. Como bien se dice, «Los economistas pueden no estar interesados en la guerra, pero la guerra está pendiente de ellos».
La controversia sobre el dinero
Un claro ejemplo de esta lucha ideológica es el libro The Curse of Cash de 2016, en el que examino la historia, situación actual y futuro del dinero. Tras su publicación, recibí más de veinte amenazas de muerte, algunas provenientes de narcotraficantes y otras de fervientes defensores de las criptomonedas. Lo curioso es que estas amenazas, aunque perturbadoras, eran testimonios de que al menos comprendieron mis argumentos, aunque no estuviesen de acuerdo con ellos.
Sin embargo, las cosas no siempre han sido así. En 2013, tras colaborar con Carmen M. Reinhart en el artículo Growth in a Time of Debt, enfrenté una ola de críticas. Tres economistas de la Universidad de Massachusetts Amherst señalaron supuestos “errores” en nuestro trabajo, indicando que habían confundido a las autoridades de EE. UU. y Europa, llevándolas a adoptar medidas de austeridad tras la crisis financiera del 2008. Este incidente terminó por generar una narrativa equivocada que persiste hasta hoy.
La verdad detrás del error
En realidad, solo hubo un error en nuestro artículo. Este, sin embargo, ya había sido corregido en la versión editada de 2012, que usaba una base de datos más sólida. Como mencionó el economista Michael J. Boskin, es habitual revisar la investigación preliminar durante el proceso de evaluación. A pesar de las críticas, nuestras conclusiones sobre la relación entre altos niveles de deuda y un menor crecimiento económico en países avanzados se mantuvieron consistentes.
Nuestra investigación diferenciaba entre países con deudas superiores al 90% de su PIB y aquellos con niveles más bajos. No postulamos que este 90% fuera un punto crítico para un colapso económico abrupto. Más bien, mostraba que los países con altos niveles de endeudamiento, en promedio, enfrentaban un crecimiento más lento.
Implicaciones de la deuda
El gran endeudamiento puede desincentivar la inversión privada y afectar la capacidad fiscal de los gobiernos para responder a crisis o invertir en infraestructura. A medida que la controversia se calmó y otros académicos revisaron nuestra data, la evidencia emergente tendió a respaldar nuestras afirmaciones originales, aunque jamás afirmamos una relación de causa y efecto definitiva.
Una de las tergiversaciones más dañinas fue la acusación de que defendíamos la austeridad, cuando en verdad nunca utilizamos esa palabra en nuestro trabajo. Nuestro enfoque se centró en la tensión potencial entre deuda y crecimiento: si bien estimular la economía en tiempos de crisis es crucial, es necesario ser cuidadoso con la magnitud del estímulo para evitar una acumulación de deuda insostenible.
Un futuro de oportunidades
A pesar del escepticismo que rodea nuestros análisis, mi libro de 2009, This Time Is Different, demostró que las crisis financieras a menudo conllevan un incremento en la deuda pública. También señalamos que los gobiernos suelen adoptar soluciones innovadoras durante crisis, en lugar de confiar únicamente en políticas monetarias y fiscales tradicionales.
En los inicios de la crisis de 2008, incluso sugerí que los bancos centrales consideraran relajar temporalmente sus metas de inflación como un método menos doloroso para ajustar las economías. Esta propuesta fue tildada de radical en su momento, pero ha empezado a ganar atención recientemente.
Quizás, después de todo, estemos en la antesala de un cambio de mentalidad. La recepción de mi último libro, Our Dollar, Your Problem, ha sido sorprendentemente positiva, con comentarios serios de críticos de diferentes posiciones ideológicas. Esto me brinda la esperanza de que podamos estar ante un futuro en el que los debates económicos sean más razonables y menos polarizados.
Kenneth Rogoff es un destacado economista, profesor en Harvard y ex economista principal del Fondo Monetario Internacional. Con múltiples obras a su nombre, continúa aportando a la discusión sobre economía con un enfoque único y centrado en el análisis.
