Su historia comienza con un pequeño e innovador artefacto, el Sputnik 1, lanzado en 1957 por la Unión Soviética. Este satélite artificial, que en realidad era una simple esfera de aluminio pulido del tamaño de una pelota grande con cuatro antenas, marcó el inicio de la carrera espacial. Su misión era recolectar datos sobre las capas altas de la atmósfera y el campo electromagnético terrestre. Con el éxito de Sputnik 1, siguieron el Sputnik 2, que llevó a la perra Laika, y el Sputnik 3, que se propuso estudiar la radiación espacial, aunque encontró problemas técnicos en su grabadora de datos. Desde entonces, el cielo se ha llenado de satélites, revolucionando la exploración espacial.
Un panorama lleno de satélites
Hoy en día, la órbita terrestre está más concurrida que nunca. Existen 15,965 satélites alrededor del planeta, de los cuales 13,026 están activos, según la empresa francesa Look Up. En su reciente informe, se destaca que «las órbitas terrestres son un ámbito estratégico que refleja la intersección de la tecnología, la economía y la geopolítica». Estados Unidos lidera este dominio con 9,641 satélites activos, consecuencia de la megaconstelación Starlink de SpaceX, que cuenta con 8,366 aparatos. China se aproxima con 1,102 satélites en operación, mientras que Europa, aunque cuenta con distintos satélites a nivel individual, se encuentra rezagada en este ámbito.
La importancia de la soberanía espacial
Según Marianne Riddervold, profesora en el Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Oslo, las capacidades espaciales son esenciales para la seguridad de Europa. Las sociedades del continente dependen de sistemas espaciales para diversas funciones como la defensa, navegación y monitoreo del clima. A pesar de que la Unión Europea (UE) ya desarrolla programas espaciales como Copernicus y Galileo, sus países miembros aún dependen de satélites estadounidenses para defensa e inteligencia.
Para hacer frente a esta dependencia, se ha lanzado el programa IRIS² (Infrastructure for Resilience, Interconnectivity and Security by Satellite) en 2023. Este ambicioso proyecto pretende garantizar la independencia satelital europea y se estima que, para 2030, una constelación de casi 300 satélites estará operativa, asegurando una mayor soberanía en comunicaciones gubernamentales y ofreciendo servicios comerciales.
Características y retos del programa IRIS²
Los satélites de IRIS² combinarán órbitas bajas (LEO) y medias (MEO), lo que permitirá reducir la latencia en las comunicaciones en comparación con los satélites geoestacionarios que orbitan a 36,000 km. Esta menor latencia mejorará la velocidad y calidad del servicio, proporcionando a Europa una alternativa a sistemas como Starlink. El profesor Enrique Dans, de IE Business School, destaca que este proyecto es clave para construir capacidades soberanas en el espacio.
Sin embargo, IRIS² enfrenta desafíos significativos. A diferencia de los 40,000 satélites de Starlink, esta iniciativa solo contará con unos 300, lo que plantea la necesidad de establecer enlaces eficientes entre las diferentes capas de satélites. Además, deberán abordarse complejidades operativas como la coordinación de maniobras para evitar colisiones y garantizar la seguridad de los datos.
Hacia el futuro: más capacidades para Europa
La necesidad de una defensa aérea más robusta y una mejor protección contra ataques con drones refuerza la importancia de las capacidades satelitales. Marianne Riddervold enfatiza que el desarrollo de nuevas capacidades en este ámbito será crucial para fortalecer la autonomía europea, además de IRIS².
Un espacio de datos seguro
En el contexto digital, la gobernanza de datos es esencial. Aquí es donde entra en juego el proyecto Gaia-X, una iniciativa europea que busca garantizar la soberanía digital a través de una infraestructura que promueva datos abiertos y seguros. Joaquín Salvachúa Rodríguez, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, explica que Gaia-X se propone crear un espacio de datos confiable, permitiendo compartir información de forma segura y cumpliendo con las legisla-ciones europeas.
La economía digital en juego
Con Gaia-X, se aspira a propiciar una nueva economía digital en la que los datos puedan ser compartidos de forma responsable, minimizando el uso indiscriminado y maximizando la privacidad. El cumplimiento de normas como el Data Act y el Data Governance Act ayudará a que los usuarios mantengan el control sobre sus datos, asegurando un entorno de confianza en el intercambio de información.
Con iniciativas como IRIS² y Gaia-X, Europa se está preparando para un futuro en el espacio que no solo aumentará su independencia, sino que también fortalecerá su seguridad y capacidades económicas.