Durante las últimas semanas, toda vez que ha venido un mensajero a casa (y por mi trabajo acostumbran a ser bastantes) y le he dicho por el telefonillo que no podía atenderle personalmente por el hecho de que verdaderamente no estaba, no se lo creían. Pero era cierto: estaba respondiendo desde mi móvil mientras que hacía la adquisición en el súper o me daba un camino por el parque. Entre muestras de incredulidad y sorpresa, en todas y cada una estas ocasiones he debido explicar que mi puerta es ‘inteligente’ y me deja esto y considerablemente más merced a 3 aparatos: un intercomunicador Ring Intercom, una cerradura Nuki Smart Lock treinta Pro y una mira Ezviz DP2C, cada uno de ellos gestionado desde su app.

Los 3 dispositivos se ponen en casa, si bien el primero ayuda a supervisar la puerta del edificio, mientras que los otros dos hacen lo propio con la de casa. Desde el exterior solo se percibe que la tradicional mira de la puerta ha cambiado: ahora es mucho mayor, está proveída de una cámara y se alumbra cuando se acerca alguien. ¿Qué opinan los vecinos? A todos, en un primer instante, les produjo curiosidad. Luego, cuando les explicas la instalación, les chifla la idea.

¿Qué puedo hacer con esta combinación?

De hecho, charlar con los mensajeros no es más que una anécdota entre todas y cada una de las posibilidades que ofrece dotar de ‘inteligencia’ a la puerta. Gracias al intercomunicador, primeramente, aparte de contestar al telefonillo puedo abrir a distancia el portal del edificio o dejar activada una función que lo va a abrir de forma automática cuando llegue una entrega programada de Amazon. He de confesar que este último uso lo sostengo desconectado, ya que prefiero ser la que tome la resolución de qué hacer en todos y cada instante.

La cerradura inteligente, por otra parte, emplea Bluetooth y Wi-Fi para advertir en qué momento te aproximas (más bien en qué momento se aproxima el teléfono en el que está instalada su app), y se activa al instante, abriendo la puerta de casa automáticamente. Es algo que resulta realmente útil, por poner un ejemplo, si llegas cargada con las bolsas de la adquisición. Pero a nivel de seguridad asimismo es interesante, ya que es posible dar acceso a otros usuarios de forma manual o crear ‘una copia virtual’ de las llaves para dejársela a familiares o amigos caso de que deban entrar en casa en un instante determinado; va a ser suficiente con que descarguen la app en sus teléfonos y se les dé permiso.

La mira conectada, finalmente, cuenta con un timbre propio que llama de manera directa al móvil, pudiendo charlar (y ver) a quien está delante de la puerta. Además, graba unos segundos toda vez que alguien se pone en esta zona y guarda estos pequeños vídeos en una tarjeta de memoria o en la nube por días y franjas horarias. Por eso, en el caso de cualquier percance, es sencillísimo repasar qué ha ocurrido. De hecho, en una ocasión una vecina se halló el felpudo “subido”, y se atemorizó pensando que podría ser una señal de posibles ladrones: pudimos revisar de forma rápida que era un desatiendo del personal de limpieza. En este sentido, si bien la mira de Ezviz incorpora una función que manda un aviso toda vez que advierte movimiento delante, a los poquitos días de empezar a emplearlo lo desactivé: las notificaciones eran frecuentes —y molestas—.

¿De qué manera es un día normal? Cuando me levanto y doy los buenos días a Alexa, el asistente notifica del tiempo, si tengo algún acontecimiento y desbloquea (no abre) la puerta de casa, cuya cerradura dejamos ‘echada’ a lo largo de la noche

Parte de la instalación de la cerradura en la puerta controlada vía tecnología móvil.

En el día a día

¿De qué manera sería un día ‘normal’ con esta puerta? Cuando me levanto por la mañana, suelo dar los buenos días a Alexa. Con ese saludo, el asistente nos notifica del tiempo que va a hacer, si tengo algún acontecimiento programado y desbloquea (que no abre) la puerta de casa, cuya cerradura dejamos ‘echada’ a lo largo de la noche. Cuando nos marchamos, un mensaje en el Apple Watch me notifica de que se ha abierto y cerrado la puerta y, en general, pulso sobre el acceso directo para bloquearla desde el propio reloj. Si un día no recuerdo o tengo las manos ocupadas y no puedo hacerlo, cuando salgo del garaje y me alejo unos cincuenta metros, brinca otro aviso: “Parece que te estás alejando, ¿quieres bloquear la cerradura?”. Acepto y sigo con mi recorrido.

A lo largo del día siempre y en todo momento acostumbra a llegar algún mensajero: cuando llama al telefonillo ‘salta’ una llamada mediante la app de Ring. Le abro, si bien no esté y, en general, solicito que le deje el bulto al portero del edificio; es de confianza, así que en ciertas ocasiones le llamo a fin de que suba a casa y lo deje en la entrada: veo en qué momento llega, le abro y, cuando sale, vuelvo a bloquear la puerta a distancia.

El primero en regresar a casa es mi pareja: cuando sube en el elevador la cerradura advierte que se está aproximando y se abre sola. En el instante en el que esto pasa, asimismo de forma automática, la app de Nuki me informa: “Pablo ha abierto la puerta”. Si alguien que no tiene autorización de la cerradura inteligente usa una llave, asimismo me entero: “Alguien ha abierto la puerta”. Y si no sé quién podría ser, tengo la posibilidad de revisar qué pasa.

Algunas consideraciones adicionales

¿Hay que tomar en consideración alguna consideración auxiliar que deba ver, por poner un ejemplo, con la legalidad de grabar imágenes? Si se emplease una cámara de videovigilancia que estuviese activa de forma continua sí sería imprescindible la autorización de la comunidad, mas las miras digitales no están sostienes a la ley de protección de datos, por lo que no es preciso un permiso. De hecho, en España ha habido ciertas reclamaciones a este respecto que siempre y en todo momento se han archivado: la AEPD estima que como solo se activan al ponerse delante de la puerta y a través de ellas se ve lo mismo que desde una mira tradicional, no se infringe con la ley, como recogió en esta sentencia.

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