Thomas Jenkins se describe a sí mismo como “un tipo de apariencia promedio que gana una cantidad promedio de dinero”, motivo por el que estima que sus experiencias con las aplicaciones de citas han sido “bastante duras”. “Me llevaba un mes deslizar y chatear en ellas solo para tener una cita”, asevera. Hasta que recurrió a la inteligencia artificial para ligar y halló a su novia. Así empezaría un documental sobre asistentes virtuales del amor de no ser pues Forbes Hispano se percató de algo sospechoso. Por eso, desde este diario proseguimos estos pasos seguidos para contrastar su identidad, pasos que peden resultar útiles para eludir posibles casos de catfishing, una forma de engaño en la que una persona crea una identidad falsa en Internet para captar sus víctimas.
Jenkins se presentaba como el cliente del servicio perfecto de CupidBot, un servicio que usa inteligencia artificial para buscar pretendientas en apps de citas como Bumble y chatea con ellas hasta lograr citas o teléfonos. “Me consiguió ocho citas en el primer mes y cinco en el segundo hasta que encontré una mujer que realmente me gustaba. ¡Ahora es mi novia!”, narraba Jenkins por correo. Este periódico logró su contacto pues se lo facilitó CupidBot. “Le preguntamos a 100 de nuestros usuarios si querían compartir su experiencia contigo y uno ha accedido”, explicó la compañía.
Lo sospechoso ocurrió al solicitarle una foto a Jenkins para el artículo sobre él y su novia o de él usando CupidBot. “Si prefiere que su imagen no aparezca en el periódico, lo entendemos perfectamente”, se le señalaba. La contestación llegó una semana después: “No tenemos muchas fotos todavía, pero adjunto una imagen nuestra a continuación”. La fotografía en cuestión muestra a un hombre y una mujer sonrientes en un rincón natural.
Al hacer una busca inversa de la imagen en Google Lens y en TinEye llegó la sorpresa. Había sido publicada en dos mil veinte en un artículo titulado ¿Has ululado a las ocho p.m.? ¡Prepárate para Howloween!, que recogía la historia de estadounidenses que ululaban en honor a los sanitarios a lo largo de la pandemia. Quien aparecía en la fotografía no era Jenkins. Eran, realmente, Brice Maiurro y Shelsea Ochoa, dos personas de Denver, una urbe de Colorado. Desde Forbes Hispano contactamos con Maiurro para informarle sobre lo sucedido. “Estoy realmente preocupado por mi identidad y la de mi pareja”, reconoció Maiurro, que es versista y teóricamente vive a más de mil quinientos quilómetros de Jenkins.
En España, ¿es un delito hacerse pasar por otra persona o mandar al periódico una fotografía en la que verdaderamente no se aparece? “En este caso, no se trataría de hacerse pasar por otra persona, sino de hacer uso de la imagen de otro sin su consentimiento, que no es delito”, explica la letrada Paloma Llaneza. Según cuenta, emplear la imagen de otra persona podría encajarse en un tipo penal “si fuera acompañado de un engaño con traslado patrimonial, y ese engaño fuese invencible, lo que es el delito de estafa”. En este caso, “no se da ninguno de los elementos”.
Al informar a Jenkins del descubrimiento, se excusó así: “No nos sentimos cómodos mostrando nuestras caras en el artículo, así que encontré un par de personas que se parecen mucho a nosotros. Yo soy calvo y ella es colombiana”. Su historia comenzaba a tambalearse. Y ahí empezó la tarea de investigación. El primer paso consistió en comprobar sus contestaciones precedentes. Todo lo que había contado sobre CupidBot era positivo. Algunas de sus declaraciones resultaban afines a las que previamente habían hecho los autores de este servicio a Forbes Hispano. “Quería algo que me permitiera tener citas mientras dormía”, aseveró Jenkins. Justo lo que prometían desde la empresa: “CupidBot no te ayuda a coquetear, te ayuda a tener citas mientras duermes”.
Desde el diario se le comunicó a Jenkins que la historia no se publicaría salvo que se pudiese contrastar su identidad y la veracidad de la historia. No accedió a hacer una video llamada. “No pensé que me requeriría tanta implicación”, aseveró. Lo único que dio al periódico fue el nombre de usuario de una cuenta de Instagram privada. Al no admitir la solicitud de amistad, Forbes Hispano no pudo tener acceso a las publicaciones y contrastar si la cuenta pertenecía a una persona real. Pero advirtió algo sospechoso: la cuenta se creó en el mes de agosto de dos mil veintitres, justo exactamente el mismo mes que Jenkins respondió a las preguntas de este periódico.
Forbes Hispano descargó entonces la fotografía primordial del perfil de Instagram —la única a la que tenía acceso— y empleó el buscador de semblantes PimEyes. Este programa de reconocimiento facial acaparó titulares en dos mil veintiuno al solucionar en segundos un misterio sin solucionar a lo largo de quince años. “Encuentra un rostro y comprueba dónde aparece la imagen en Internet”, sugieren sus autores. Basta con subir una o más fotografías de una persona y elegir si se quieren conseguir coincidencias recientes o de cualquier instante. Pero no hubo suerte: la herramienta no consiguió resultados.
Sin embargo, al introducir en este buscador la fotografía de Brice Maiurro y Shelsea Ochoa, aparecieron múltiples coincidencias. Por ejemplo, otra imagen publicada en un artículo del portal británico Daily Mail también sobre estadounidenses que ululaban a lo largo de la pandemia. Si bien todas y cada una de las imágenes encontradas se pueden ver de manera gratuita, para acceder a los links en los que han sido publicadas hay que abonar.
Maldita.es, fundación centrada en el control de la desinformación, tiene una caja de herramientas con las que cualquier usuario puede procurar contrastar si un contenido es real o una persona es quien afirma ser. Uno de los servicios que aconseja es Namechk y está concebido para revisar si un alias está presente en diferentes redes y plataformas online.
Como apunta la compañía de ciberseguridad ESET, “esto es útil para investigadores, periodistas, empresas y agencias gubernamentales que buscan recopilar información en línea sobre un individuo o para personas que buscan encontrar perfiles en línea de amigos o contactos perdidos”. El funcionamiento de la herramienta es sencillo: muestra en colorado las plataformas en las que no hay un usuario con un nombre determinado y en verde aquellas en las que sí. Uno de los únicos datos que este periódico tenía de Jenkins era su supuesto nombre en Instagram. Pero no halló ninguna otra cuenta que considere que puede pertenecer al mismo usuario.
Tampoco ha sido posible contrastar si Thomas Jenkins verdaderamente tiene por nombre así y si su historia es real. Por ello, el artículo sobre los asistentes virtuales del amor se ha publicado sin su testimonio. Al comunicárselo, Jenkins respondió que no precisaba que se publicara el documental. “Si no crees que mi Instagram es suficiente, ¿por qué no buscas otros usuarios a quienes preguntar? Además, este no es un tema gubernamental o financiero importante, solo son citas, relájate”. Forbes Hispano logró otros testimonios y publicó el documental el pasado cuatro de octubre con este titular: El riesgo de emplear inteligencia artificial en ‘apps’ de ligar: así marchan los asistentes virtuales del amor.
¿Y si Forbes Hispano hubiese publicado la fotografía en el artículo de los asistentes del amor?
La publicación en Forbes Hispano de la fotografía proporcionada por Jenkins iría contra el código deontológico del periodista, conforme resalta Álvaro Orts Ferrer, directivo de Orts Consultores. Este letrado especialista en privacidad resalta que las personas que verdaderamente aparecen en la fotografía podrían demandar, además de esto, una indemnización “por intromisión a su derecho al honor, intimidad y propia imagen, además de por un posible incumplimiento de la normativa de protección de datos personales”.
“Si Brice se hubiera dado cuenta, seguramente habría escrito y habría solicitado la corrección y la supresión de su foto”, agrega Samuel Parra, letrado experto en el área tecnológica del derecho. En función de de qué manera fuera el artículo, “podría haber exigido una indemnización si se le ha producido un daño”. “Hay que tener en cuenta que no es lo mismo que Forbes Hispano se equivoque al poner la fotografía del nuevo premio Nobel de física a que el error sea la foto de un señor condenado por violación. Creo que lo primero no pasaría de algo anecdótico e incluso divertido para el afectado, mientras que lo segundo tiene un impacto mucho más negativo”, comenta.
Otro de los problemas que se ha planteado el diario en el momento de publicar el artículo es si usar el nombre de Thomas Jenkins —al no haber podido contrastar si se trata de un nombre real—. Jorge García Herrero, letrado experto en protección de datos, explica que el nombre puede usarse “si tiene interés informativo junto con la historia. Tu base es la libertad de información, no el consentimiento del interesado: si hubiera que pedir el consentimiento del interesado, nunca hubiéramos visto noticias sobre delincuentes”, comenta. El especialista estima que en un caso así existe ese interés: “Hay gente que trata de engañar al periodista para que publique algo que le interesa”.
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Santander (España), 1985. Después de obtener su licenciatura en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, decidió enfocarse en el cine y se matriculó en un programa de posgrado en crítica cinematográfica.
Sin, embargo, su pasión por las criptomonedas le llevó a dedicarse al mundo de las finanzas. Le encanta ver películas en su tiempo libre y es un gran admirador del cine clásico. En cuanto a sus gustos personales, es un gran fanático del fútbol y es seguidor del Real Madrid. Además, ha sido voluntario en varias organizaciones benéficas que trabajan con niños.