El pensador Noam Chomsky, el maestro de lingüística Ian Roberts y el especialista en inteligencia artificial (IA) Jeffrey Watumull, mostraron este miércoles su optimismo sobre los nuevos avances de los chats de inteligencia artificial, mas, sobre todo, advirtieron de sus riesgos y su ‘amoralidad’.
En una columna conjunta de opinión publicada este miércoles en el diario The New York Times, los 3 intelectuales alaban los nuevos programas ChatGPT (OpenAI), Bard (Google) y Bing (Microsoft) por su capacidad para solucionar inconvenientes, mas asimismo de su “preocupación” por estos sistemas que caracterizan por su “amoralidad, falsa ciencia e ineptitud lingüística”.
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“Tememos que la pluralidad más popular y más de tendencia de la inteligencia artificial -el aprendizaje de las máquinas- degrade nuestra ciencia y envilezca nuestra moral al agregar a nuestra tecnología una concepción esencialmente errada del lenguaje y del conocimiento”, escribieron.
Aseguran que si bien estos programas han sido ovacionados como “los primeros destellos en el horizonte” de una inteligencia artificial en la que las psiques de las máquinas superen a los cerebros humanos en cantidad y calidad, tanto intelectual, como artística y creativa, aún no se ha llegado a ese instante.
Limitaciones de programas como chatGPT
Según Chomsky, Roberts y Watumull, los usos de programas como ChatGPT pueden ser útiles en ciertos campos “limitados” como la programación computacional o “sugiriendo rimas para versos ligeros”, mas sus profundas diferencias con los humanos en el argumento y en el uso del lenguaje suponen “limitaciones significativas sobre lo que pueden hacer esos programas”.
Para estos científicos “estos programas están atascados en una fase prehumana o no humana de la evolución cognitiva”.
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“Su defecto más profundo es la ausencia de la capacidad más crítica que tiene cualquier inteligencia: decir no solo lo que pasa, lo que ocurrió y lo que va a ocurrir -eso es describir y pronosticar-, sino más bien asimismo lo que no ocurre y lo que podría y no podría ocurrir”, aseguran ya antes de resaltar que estos son los ingredientes de una explicación, “la señal de una auténtica inteligencia”.
Argumentan que, en contraste a las máquinas “el pensamiento de estilo humano se fundamenta en posibles explicaciones y corrección de fallos, un proceso que limita gradualmente qué posibilidades se pueden estimar racionalmente”.
En este sentido, citan como un ejemplo una oración de Sherlok Holmes al Dr. Watson: “Cuando hayas eliminado lo imposible, lo que quede, por poco probable que sea, he de ser la verdad”.
“Pero ChatGPT y los programas afines que, por diseño, son ilimitados en lo que pueden “aprender” (o sea, memorizar); son inútiles de distinguir lo posible de lo imposible”, aseveran. Por esa razón, afirman, las predicciones de los sistemas de aprendizaje automático siempre y en toda circunstancia van a ser superficiales y inciertas.
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La moralidad de los robots
Por último, mantienen que la inteligencia auténtica es capaz de un pensamiento ética, al paso que los robots conversacionales han luchado y prosiguen combatiendo para lograr el equilibrio entre crear contenido y separarse de lo éticamente objetable.
Como ejemplo, citaron el predecesor de ChatGPT lanzado por Microsoft en dos mil dieciseis (Tay) que “inundó Internet de contenido racista y misógino”.
Así, aseveran que los autores del ChatGPT, frente a la incapacidad de que el programa razone desde unos principios morales, lo han limitado seriamente a fin de que no participe en discusiones novedosas o discutidas.
“Generan en demasía (generando tanto verdades como falsedades, respaldando resoluciones morales y no morales por igual) o producen poco (exhibiendo falta de compromiso con cualquier resolución e indiferencia a las consecuencias)”, concluyen.
Forbes Staff / EFE
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Monterrey (México), 1990. Estudió una licenciatura en comunicación y comenzó trabajando en medios locales de su ciudad, como periódicos, revistas, estaciones de radio o canales de televisión. Tiene un gran interés por la cultura mexicana, incluyendo la música, la comida y la historia. Es un apasionado de los deportes, especialmente del fútbol.