La tecnología contra el cambio climático es un terreno fértil para las inversiones, bajo la fórmula del win-win: gana el medioambiente y los inversores se anotan ciertos ingresos en sus cuentas. Aunque muchas tecnologías verdes que procuran quitar las emisiones de carbono están en fase emergente y marchan a escala menor, ya están atrayendo la atención de los inversores globales. Y así lo prueban los datos.

En una entrevista escrita con FORBES, el jefe de Asesoría en Inversión Sostenible y de Impacto de Credit Suisse, James Gifford, apunta que “mientras que la inversión de capital de peligro usual cayó un cuarenta% en dos mil veintidos, la inversión de capital de peligro en tecnología climática medró un ochenta y nueve%”. Y esta tendencia, estima, “seguirá medrando con fuerza”.

Gifford estima que el capital de peligro invertido en las tecnologías contra el cambio climático tiene “oportunidades interesantes” en verticales como la energía limpia, la movilidad eléctrica, la industria limpia, las edificaciones ecológicos, las urbes inteligentes y la nutrición y la agricultura sustentable. No obstante, afirma, es preciso que la inversión ocurra lo mismo en tecnología emergente como de mayor escala.

“Es esencial invertir a lo largo del ciclo vital de las compañías, desde la inversión ángel hasta el capital de peligro, la infraestructura, el capital privado y los mercados cotizados. La inversión en tecnología en etapa inicial es esencial. La buena nueva es que se está invirtiendo una cantidad significativa de capital en empresas en etapa inicial, ya antes de producir ingresos, y Credit Suisse se halla entre aquéllos que efectúan asignaciones significativas en fondos de capital de peligro climáticos en etapa inicial”, apunta.

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Este mes FORBES informó de que “la inversión de capital privado se desaceleró en 2022 para muchas industrias después de alcanzar nuevos máximos en 2021, pero ese no fue el caso de la mitigación de carbono. El año pasado, los inversionistas inyectaron casi US$ 4.200 millones en nuevas empresas que trabajan en tecnología para reducir las emisiones de CO2, frente a los US$ 3.600 millones de 2021, según PitchBook”.

Y citó un caso: Svante, una startup de captura de carbono con sede en Canadá, obtuvo la mayor recaudación de fondos del año, con una Serie E de US$ 318 millones liderada por Chevron Technology Ventures. “La tecnología de Svante involucra marcos orgánicos de metal, que son compuestos porosos que utiliza en filtros para capturar el CO2 de las chimeneas industriales. La compañía dice que la financiación se destinará a la construcción de una planta de fabricación de filtros comerciales en Vancouver”.

En mayo del año pasado, el Departamento de Energía de EE.UU. puso en marcha un programa para financiar cuatro proyectos a gran escala en todo el país que puedan eliminar el dióxido de carbono del aire, invirtiendo US$ 3.500 millones en una tecnología incipiente que, según el Gobierno, es necesaria para alcanzar el objetivo de lograr cemisiones netas cero a mediados de siglo.

A principios de ese año, las empresas tecnológicas Google, Shopify, Meta y Stripe también lanzaron un fondo de US$ 1.000 millones para comprar créditos de eliminación de carbono a lo largo de la próxima década como forma de incentivar el rápido despliegue de la tecnología. También el año pasado Elon Musk ofreció a los inventores US$ 100 millones en premios para desarrollar nuevas tecnologías de eliminación de carbono.

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Otros datos respaldan la tesis de que las tecnologías contra el cambio climático están atrayendo la atención de los inversionistas. El pasado 21 de febrero Endeavor México presentó su radiografía sobre el comportamiento del venture capital en Latinoamérica durante 2022, del que se desprende que el sector clean tech creció 912% en capital y 129% en rondas, comparado con 2021, siendo el de mayor incremento.

Fuente: Endeavor México

En noviembre pasado, la consultora PwC presentó su informe Estado de la tecnología climática 2022, en el que refirió que “el financiamiento de tecnología climática en 2022 representó más de la cuarta parte de cada dólar invertido en capital de riesgo” en ese año. Además, encontró que los fondos se estaban orientando a tecnologías con mayor potencial de reducir las emisiones de carbono, algo que no ocurría antes.

“En 2021 las empresas emergentes dirigidas a sectores que son responsables del 85% de las emisiones atrajeron solo el 39% de la inversión. En 2022, las nuevas empresas en esos sectores atrajeron 52% de la inversión en tecnología climática”, destaca el informe. Sin embargo, el documento también encontró tres tendencias “menos positivas” en las tecnologías contra el cambio climático.

“En primer lugar, la cantidad y el valor total de acuerdos de menos de US$ 5 millones, generalmente en las primeras etapas de financiamiento, han ido disminuyendo desde principios de 2021”. Esto, precisa el reporte, “apunta a una débil cartera de proyectos de alta calidad que avanzan hacia etapas posteriores de financiamiento, lo que puede impedir que los inversionistas desplieguen niveles máximos de capital en los próximos años”.

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La segunda tendencia refiere que “si bien la proporción de gasto de capital de riesgo es sólida, se refleja una disminución general en el despliegue de dólares de riesgo en el espacio climático, donde el financiamiento en términos de efectivos en los primeros tres trimestres de dos mil veintidos se redujo en un 30% con respecto del mismo periodo de dos mil veintiuno”.

“En tercer lugar, si bien ha mejorado la alineación de los dólares de inversión y el potencial de impacto, el mercado aún no es eficiente para cumplir los objetivos climáticos. Las soluciones como la tecnología de desperdicios de alimentos y las nuevas tecnologías de energía solar (que tienen algunos de los potenciales de reducción de emisiones más altos de las tecnologías analizadas) siguen estando relativamente mal financiadas”.

Cuestionado sobre por qué las tecnologías contra el cambio climático aún no han tenido un impacto a gran escala, Gifford responde que en “los países desarrollados ha habido un progreso significativo en términos de desvincular el crecimiento económico de las emisiones. Si bien las emisiones generales siguen aumentando, estamos aumentando la eficiencia de carbono de la economía. Las reducciones de costos que hemos visto en la energía eólica y solar son notables y si podemos ver una reducción similar en el costo de las baterías, la energía nuclear y otras tecnologías durante la próxima década, lo lograremos”.

¿Cuánto tiempo podría tomar un impacto global de las tecnologías climáticas emergentes? Se le plantea, y detalla: “la Agencia Internacional de Energía concluyó que solo una minoría de las reducciones de emisiones requeridas para llegar a cero neto provendrán de tecnologías maduras existentes, como la eólica y la solar tal como las conocemos hoy. Y otro conjunto de tecnologías están aquí mas son demasiado caras. Y aún otro conjunto de tecnologías no se han inventado o todavía están en fase de prototipo”.

“Entonces, creo que es muy difícil saber cuándo estas tecnologías llegarán a escala. Lo que podemos decir es que hay miles de los mejores científicos, empresarios e inversores del planeta trabajando en estos desafíos, y dado que este capital intelectual y financiero se está aplicando a este problema, existe una buena posibilidad de que lo solucionemos”, añade el jefe de Asesoría en Inversión Sostenible y de Impacto de Credit Suisse.

Gran una parte de las emisiones de carbono derivan del estilo de vida urbano. ¿Las personas deben cambiar sus hábitos de consumo, su estilo de vida?, preguntó FORBES.

Gifford piensa que “los estilos de vida de las personas, por definición, no son intensivos en carbono, solo los productos y servicios lo son. Entonces, si podemos ofrecer los mismos productos y servicios sin las emisiones, el estilo de vida de las personas no necesita cambiar. Habría una tremenda resistencia, incluso en los países ricos, si las políticas climáticas tuvieran efectos negativos significativos en el nivel de vida de las personas. Por lo tanto, no tenemos más remedio que encontrar formas de mejorar el nivel de vida de las personas en todo el mundo, desvinculando ese desarrollo de las emisiones”.

¿Y qué pueden hacer las economías en desarrollo? “Diría que las economías en desarrollo deberían explorar cómo pueden aumentar drásticamente el suministro de electricidad de manera que aprovechen las dramáticas reducciones de costos de las energías renovables. Sin embargo, con los desafíos relacionados con la intermitencia, es probable que muchos países en desarrollo utilicen el gas natural como combustible de transición, hasta que tengamos baterías u otras soluciones bajas en carbono”.

Agrega: “mas para los países de ingresos más bajos, podría decirse que su primera prioridad debería ser el alivio de la pobreza, y no se debe esperar que paguen por la electricidad más de lo necesario. En última instancia, los gobiernos de los países desarrollados están en condiciones de acelerar el desarrollo y la implementación de nuevas tecnologías que terminan siendo simplemente más baratas y mejores, para que los países de bajos ingresos puedan sacar a su gente de la pobreza utilizando energía limpia y de bajo costo”.

Desde hace una década se habla de la tecnología como aliada contra el cambio climático, pero parece que esto no termina por tener un efecto global, se le pregunta a Gifford. Su respuesta es que “muchas tecnologías están funcionando: el crecimiento de las energías renovables ha sido realmente notable. Y poco a poco estamos desligando el desarrollo económico de las emisiones de carbono, primordialmente por el hecho de que las tecnologías limpias se han abaratado. Pero va a llevar tiempo y debemos continuar creando e invirtiendo en estas soluciones”.

Andrea Gomez

San Salvador (El Salvador), 1997. Desde pequeña ha sentido una gran pasión por la escritura y la investigación, lo que la llevó a especializarse en reportajes de impacto social. En su tiempo libre, disfruta de la lectura de novelas históricas y de misterio, y también es una gran amante de la música, especialmente del rock latinoamericano. Además, es una ávida viajera, y ha tenido la oportunidad de visitar algunos países de América Latina y Europa para conocer diferentes culturas y enriquecer su visión del mundo.