¿Por qué no lanzar al viento, como mensaje en una botella, una idea de negocio social capaz de dar un vuelco a la batalla climática, clamando justicia e impulsando regeneración, y aguardar que alguien la recoja y emprenda camino? Las ideas tienen su instante. Esta se me ocurrió en dos mil diecisiete y probablemente a más gente. Por aquel entonces, arrancaba en Estados Unidos el Juicio del Siglo, con un conjunto de veintiuno jóvenes, auspiciados por la organización ‘Our Children’s Trust’, demandando a la administración Trump por inacción climática. Aún era pronto a fin de que una compañía social surgiera de aquella idea, sin embargo. Se hallaba en la fase de activismo punta de lanza, aquel que atisba el cambio social del otro lado del amplio océano. Hoy las cosas han cambiado: los juicios climáticos se multiplican, el movimiento global por la justicia climática ha expandido su radio de acción. Ahora, cuando tierra firme espera ya en el horizonte próximo, entran las compañías sociales y fabrican el cambio como panes.

El setenta y uno% de las emisiones desde mil novecientos ochenta y ocho están vinculadas a solo cien empresas, la mayor parte de la industria de los comburentes fósiles

Es el instante y asimismo el razonamiento. Sí, todas y cada una somos responsables de la crisis climática, mas ni muchísimo menos por igual. Los países del Norte Global nos hemos “desarrollado” quemando comburentes fósiles a mansalva, por lo que nuestra responsabilidad histórica es mucho mayor; al paso que los países del Sur Global, sujetos a un colonialismo eterno, languidecen de vulnerabilidad frente los asoladores impactos ya presentes e irreversibles. En realidad, es cuestión de desigualdades, que van en aumento: desde la pandemia, la riqueza de los diez hombres más ricos se ha duplicado, a la par que los ingresos del noventa y nueve% de la humanidad se han estropeado. Son las personas más pudientes, las que más contaminan, por el hiperconsumismo de energía y recursos, y un millonario llega a producir un millón de veces más gases de efecto invernadero que una persona promedio.

En términos empresariales, el 71% de las emisiones desde mil novecientos ochenta y ocho están vinculadas a solo cien empresas, la mayor parte de la industria de los comburentes fósiles. Una industria que desde finales de los años mil novecientos setenta conocía con precisión el calentamiento global que generaría la quema continuada de petróleo, lignito y gas, el corazón de su modelo de negocio, decidió proseguir haciéndolo, más y más de año en año, tapándolo todo con negacionismo, ‘retardacionismo’, greenwashing y todas y cada una de las despreciables estrategias a su alcance. Podrían haberse transformado en empresas de energía renovable y eficacia, estaban a tiempo y tenían los recursos. Por un puñado de miles y miles de millones de dólares estadounidenses no lo hicieron. ¿Quién tiene entonces que abonar la factura climática?

Contra los (ir)responsables de la crisis climática

Sin más preámbulo, acá va la idea de negocio transformador: asesoramiento legal especializado y crowdfunding (microfinanciación colectiva) para litigar contra los mayores (ir)responsables de la crisis climática; fundamentado en los derechos humanos y constitucionales a un medioambiente sano, una vida digna y un planeta habitable para las generaciones presentes y futuras.

Tal empresa social podría bautizarse por poner un ejemplo como “CrowdClimaT – Crowdfunding Climate liTigation” o su equivalente en otros idiomas. Sí, lo reconozco, el nombre se puede progresar. Los demandantes (adjudicatarios) serían los titulares de tales derechos, nada más y nada menos que la humanidad entera, y, en su representación, las personas más perjudicadas por la inacción e injusticia climática: conjuntos de jóvenes y plataformas ciudadanas, en particular aquellas ya en movilización activa.

Los países del Norte Global nos hemos “desarrollado” quemando comburentes fósiles a mansalva, por lo que nuestra responsabilidad histórica es mucho mayor; al paso que los países del Sur Global, sujetos a un colonialismo eterno, languidecen de vulnerabilidad frente los asoladores impactos ya presentes e irreversibles

Los demandados, perpetradores o culpables morales ya fueron mencionados: la industria fósil. Pero asimismo toda la cadena de hipocresía a su vera: grandes corporaciones, bancos y gobiernos a todos y cada uno de los niveles que hayan mentido o faltado a sus compromisos como firmantes de vitales acuerdos por el tiempo, como el Acuerdo de París, el Pacto de Alcaldías o los conocidos (por engañosos) objetivos de “cero neto”. La Física no comprende de engaños, los derechos humanos tampoco.

El equipo promotor que lo haría realidad operaría en el emprendimiento activista, probando geniales capacidades y contactos en los campos del derecho ambiental y la comunicación; forjando relaciones con agentes de cambio aliados como las ONG que trabajan en exactamente la misma línea. Una plataforma de crowdfunding desarrollada para y por la temática, con herramientas de asesoramiento on-line integradas, formaría un activo tecnológico relevante, aunque simple y económico de incorporar.

Un modelo de negocio contrastado garantizaría la aptitud económica a través de ingresos por los servicios descritos: una tarifa fija y/o un porcentaje de la colecta del crowdfunding para los preparativos y el resto vía comisión a éxito del pleito. Porque estos juicios están empezando a prosperar, y precedente a precedente, la estadística va a hacer rentable a este tridente.

Son las personas más pudientes, las que más contaminan, por el hiperconsumismo de energía y recursos, llegando un millonario a producir miles y miles de veces más gases de efecto invernadero que una persona promedio

El crowdfunding no solo brindará financiación inicial sino más bien, y sobre todo, extenso apoyo social y influencia mediática, con el pertinente marketing que haga virar la rueda. Colaboradores en otros países, en conocimiento de la legislación local aplicable, tornarán la escalabilidad global. La idea es que medre el modelo, con empresas independientes trabajando en red, cada quien en su sitio y contexto; mas intercambiando buenas prácticas para escalar impacto.

Según se vayan ganando casos esenciales y consiguiendo fondos significativos por daños y perjuicios, una partida se va a poder destinar a proyectos regenerativos que restauren ecosistemas degradados, ‘renaturalicen’ nuestro planeta y ‘relocalicen’ nuestras economías; produciendo resiliencia y expandiendo equidad. Cuidando la vida, en suma.

Jesús Iglesias Saugar es Embajador del Pacto Climático Europeo en NBSCLIMATE.

Puedes proseguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y subscribirte acá a nuestra ‘newsletter’.