Vayamos al final del dos mil dieciseis. Si mi vida fuera una película, me verías frustrada, preguntándome qué me pasaba. Las cosas me iban bien, mas me sentía vacía.
Mi profesión me agradaba, trabajaba con una asociada de quien aprendía mucho y nos llevábamos realmente bien, teníamos buenos clientes, tenía buena salud, estaba rodeada de amigos, viajaba… y no obstante no era feliz. Algo me faltaba.
Esa sensación no era nueva. Me había acompañado toda la vida. Y pese a haber tratado de hacer las cosas bien siempre y en todo momento -buena en el instituto, buena carrera, buenos trabajos-, algo faltaba. No me sentía plena. Y no sabía por qué.
Me había resignado a meditar que mi vida sería siempre y en todo momento así. Una eterna busca de algo que tuviese sentido, que me diese más significado.
Encontrar el propósito no es bastante difícil. Somos los que lo hacemos complicado. De alguna forma, lo transformamos en un camino de cornisa lleno de curvas cerradas y desvíos mal tomados.
Algunos prosiguen su pasión, mas al no tener base firme en la realidad, se desalientan cuando sus sueños no se concretan. Otros se resignan a carreras que les dan dinero y status, haciendo cosas que no les agradan, sintiendo que se están prostituyendo laboralmente. Algunas personas, como era mi caso, trabajan en lo que les agrada, en lo que son buenos y que les da un buen pasar económico, mas sienten que no hacen una diferencia en el planeta, que no le aportan nada a otras personas. Y entonces se sienten vacíos.
Así que la contestación a por qué es tan bastante difícil localizar el propósito es bien fácil: es bastante difícil localizar el propósito por el hecho de que absolutamente nadie nos mostró el camino, y por el hecho de que lo procuramos afuera de nosotros, en cosas externas.
No sabemos que ya lo tenemos adentro nuestro, y que solo es preciso que lo re-descubramos.
Hace unos años, en una publicación de busca de empleo, vi una oración de cierre que me intrigó: “buscamos que quien tome esta posición sepa que está siguiendo su ikigai”.
Jamás había oído charlar de ikigai. Lo googleé.
Ikigai es un término nipón que no tiene una traducción textual (semejante a lo que ocurre con el hygge danés). Podría traducirse como “lo que hace que la vida valga la pena ser vivida”, “razón de ser”, o como “el motivo que hace que te levantes a la mañana”.
Mirando el gráfico de abajo, vemos que ikigai es la intersección de cuatro áreas de la vida:
- En lo que sos bueno.
- Lo que te chifla hacer.
- Lo que el planeta precisa.
- Por lo que te pueden abonar.
La idea es que la realización se alcanza con cosas que van alén de la pasión, la misión, la vocación o la profesión. Alén del dinero, o del talento, o de los gustos, o de lo que ocurre en el planeta.
Precisamente la realización, localizar el sentido de la vida, llega cuando todos esos factores se combinan entre sí.
Por eso, nada de lo precedente separado de lo demás, alcanza. El ikigai se conforma por un frágil equilibrio entre todas y cada una esas partes.
Lo mejor del ikigai es que sirve como una brújula para tomar resoluciones en la vida. Tu ikigai sintetiza el término del propósito, así que cuando conocés esas áreas y las alineás entre sí, tenés clarísimo cuál es tu foco y cara dónde tenés que ir.
Precisamente la realización, localizar el sentido de la vida, llega cuando todos esos factores se combinan entre sí.
Por eso, nada de lo precedente separado de lo demás, alcanza. El ikigai se conforma por un frágil equilibrio entre todas y cada una esas partes.
Lo mejor del ikigai es que sirve como una brújula para tomar resoluciones en la vida. Tu ikigai sintetiza el término del propósito, así que cuando conocés esas áreas y las alineás entre sí, tenés clarísimo cuál es tu foco y cara dónde tenés que ir.
Sé lo que estás pensando: “¡qué complicado es esto!”. Pero te aseguro que es más difícil contarlo que experimentarlo. Es desafiante, sí, mas hay formas de trabajarlo. Porque ikigai es un proceso, es un flujo progresivo, es como un río. No es una cosa que se descubre como por arte de birlibirloque y queda fijo por siempre. Exige que le pongas cabeza, que lo prosigas examinando. Se irá desarrollando y robusteciendo con el
Y ojo, no uses eso como disculpa para no hacer nada. Encontrar tu ikigai implica auto-análisis, implica prueba y fallo. La reflexión y la acción te ayudarán a descubrir tus valores, tus fortalezas y tus habilidades, a fin de que puedas localizar el significado de tu vida y de tu trabajo. Para que halles tu ikigai.
1. Dejá que tu ikigai sea tu brújula
2. No aguardes sentirte pleno las veinticuatro horas del día
3. Trata de despejar tus juicios y creencias
4. No lo tomes como un destino, sino más bien como un camino
Ikigai no es algo espeso o pesado, es ligero y fluido. Se mueve como las mareas, con el ritmo de tu vida. Hay que tomarlo despacio, viviendo en el instante, dando pequeños pasos.
5. Podés tener más de un ikigai en la vida
Sí, es posible editar el propósito de tu vida durante los años. Puede evolucionar, o puede mudar. La clave está en gozar el proceso, y no tomárselo con demasiada gravedad. El ikigai siempre y en todo momento es ligero. Fluye.
Bogotá (Colombia), 1989. Apasionado por la investigación y el análisis de temas de interés público. Estudió comunicación social en la Universidad de Bogotá y posteriormente obtuvo una maestría en periodismo investigativo en la Universidad de Medellín. Durante su carrera, ha trabajado en diversos medios de comunicación, tanto impresos como digitales, cubriendo temas de política, economía y sociedad en general. Su gran pasión es el periodismo de investigación, en el cual ha destacado por su habilidad para descubrir información relevante y sacar a la luz temas que a menudo se mantienen ocultos.