Aaron Dinin*

Mi inversor real inicial al que persuadí a fin de que financiara una de mis start-ups fue un ángel local.

Por «inversor real» me refiero a que no era un inversor de «amigos y familiares» que me conocía ya antes de la puesta en marcha y decidió invertir por nuestra conexión personal. En sitio de eso, nos conocimos en acontecimientos locales de networking, le agradó el término de mi start-up y, por distintas razones, decidió invertir cincuenta dólares americanos.

En pocos años, la compañía en la que invirtió fracasó y perdí su dinero.

Así que… humm… sí… eso fue incómodo.

Todavía me siento mal por haber perdido su dinero, mas a él no semeja importarle. Lo sé por el hecho de que, si bien la compañía fracasó, ese inversor se ha transformado en uno de mis mejores amigos y cómplices de confianza. Salimos de manera regular, tomamos cervezas, hablamos y hacemos el género de cosas que hacen los amigos.

Aunque hacerme amigo de mi viejo inversor ha sido estupendo para mí personalmente, cuando pienso en de qué forma evolucionó nuestra relación, no puedo eludir preguntarme si hacerme amigo de uno de mis inversores fue una de las primordiales razones por las que la compañía fracasó.

En labras de la comparación, supongo que sería útil que explicase mis relaciones actuales con el resto inversores de esa empresa errada. Por suerte, puedo describir esas relaciones en una palabra: inexistentes. Simplemente no hablo con ninguno de mis otros viejos inversores.

Para que quede claro, no deseo decir que nos caigamos mal ahora (o que nos cayésemos mal entonces), y no deseo decir que no tuviésemos buenas relaciones de trabajo. Estoy seguro de que, si llamase a cualquiera de ellos hoy, estarían encantados de dialogar. Sin embargo, nuestra relación mutua acabó cuando la compañía en la que habían invertido acabó, y eso es señal de haber tenido una relación inversor-inversor sana.

Para comprender por qué, consideremos la relación normal entre los emprendedores y sus inversores. Los inversores son personas que aportan capital y otros recursos a las compañías a cambio de unas partes de la propiedad. Sin embargo, no lo hacen por diversión, ni para sentirse bien con ellos mismos, ni para asistir al ecosistema empresarial normalmente.

En cambio, los inversores invierten en empresas por el hecho de que aguardan que esas empresas medren, salgan y, en último término, den un desempeño positivo en efectivo de sus inversiones.

Dado que los inversores tratan de producir algún género de ROI, una vez que han invertido en una compañía acostumbran a intentar continuar participando de forma que puedan asistirla a lograr el éxito. Este género de implicación se manifiesta más frecuentemente en forma de consejos y comentarios.

Por ejemplo, la mayor parte de los emprendedores financiados que conozco llaman y/o se reúnen de manera regular con sus inversores para hacer cosas como aprovechar las redes de un inversor o la experiencia de un inversor sobre temas concretos.

Yo asimismo lo hacía de manera regular con los inversores. De hecho, este género de asambleas informales son las que me asistieron a hacerme amigo de uno de mis inversores. Cuanto más charlábamos y , más gozábamos del encuentro y más veloz evolucionaba nuestra relación de inversor-inversor a una genuina amistad.

Sin duda, esa amistad era agradable, mas, en retrospectiva, probablemente cambió la manera en que me recomendaba por el hecho de que se interesó más en asistirme a mí que a mi empresa.

La mayoría de los inversores son grandes personas y desean asistir de veras a los creadores de las compañías en las que invierten; no obstante, si bien apoyen a los creadores, se supone que su máxima prioridad son las propias empresas.

En su mayor parte, los empresarios son siendo conscientes de esta distinción. Como mínimo, todos hemos oído historias de inversores que han despedido a creadores. Aunque este género de acciones radicales no acostumbran a ser agradables, cuando ocurren acostumbran a ser señales de que los inversores de una compañía dan prioridad a las necesidades de la compañía sobre las de cualquier individuo.

Esto es bueno por el hecho de que, conforme las compañías medran y maduran, afectan a considerablemente más personas que sus creadores. Por ejemplo, las compañías son esenciales para sus empleados, sus clientes del servicio y las comunidades en las que existen. Por ello, los inversores deben dar prioridad a las necesidades de las compañías sobre las de los creadores. No hacerlo sería una irresponsabilidad.

Desgraciadamente, este género de irresponsabilidad es precisamente lo que creé al hacerme amigo de uno de mis inversores. Conforme nuestra amistad medraba, procuraba poco a poco más su consejo. También confiaba más en él que en los consejos de otras personas. Después de todo, ¿por qué no iba a hacerlo? Además de ser un inversor, era un amigo.

Lo que no tuve presente fue que, como éramos amigos, sus consejos se transformaron en los consejos que alguien daría a un amigo en vez de los consejos que alguien daría a un empresario que dirige una compañía.

Con esto deseo decir que sus consejos se centraban más en asistirme a tomar las resoluciones que eran mejores para mí, personalmente, en vez de las mejores para mi empresa, y eso afectaba a todo, desde el género de clientes del servicio que perseguía hasta el género de personas que contrataba, pasando por la localización de mi oficina… lo que era estupendo para mí, mas tal vez no tanto para mis empleados.

Para que quede claro, no deseo decir que mi inversor/amigo fuera o sea una mala persona. De hecho, afirmaría lo opuesto. Mi inversor era -y es- el género de persona que se preocupa enormemente por las personas esenciales de su vida, y desea hacer todo lo que es posible para apoyarlas.

Estoy seguro de que todos estamos conformes en que ese género de cualidades son las que hacen de alguien una buena persona y un enorme amigo. Pero asimismo son cualidades que transforman a las personas en malos inversores si asimismo son amigos de los creadores en los que han invertido.

En sitio de administrar el consejo racional y neutral que precisarás como creador para asistir a tu empresa a lograr su potencial, los inversores que asimismo son tus amigos te guiarán a fin de que hagas lo mejor para ti. Por eso, por muy contradictorio que parezca, no te hagas amigo de tus inversores.

Si lo haces, te expones a rodear tu start-up de gente que se preocupa más por ti que por tu negocio, y eso es precisamente lo que puede hacer fallar a una compañía.

Juan Pablo Cortez

Bogotá (Colombia), 1989. Apasionado por la investigación y el análisis de temas de interés público. Estudió comunicación social en la Universidad de Bogotá y posteriormente obtuvo una maestría en periodismo investigativo en la Universidad de Medellín. Durante su carrera, ha trabajado en diversos medios de comunicación, tanto impresos como digitales, cubriendo temas de política, economía y sociedad en general. Su gran pasión es el periodismo de investigación, en el cual ha destacado por su habilidad para descubrir información relevante y sacar a la luz temas que a menudo se mantienen ocultos.