Lo simbólico cuenta en política. A inicios de febrero, mientras que los franceses salían a la calle para oponerse a una reforma de las pensiones que consideran injusta, su promotor, Emmanuel Macron, daba, con la máxima discreción, la más alta distinción de la República, la Legión de Honor, a Jeff Bezos, el creador de Amazon y tercer hombre más rico del planeta, según la gaceta Forbes. La liturgia ni tan siquiera aparecía en la agenda presidencial. Nadie se debía enterar. De ser así, ¿qué habrían pensado los irreducibles y refractarios galos de su presidente y de su concepción del bien común? Él, que ha declarado la guerra a la evasión fiscal, y que sus opositores tildan de “presidente de los ricos” por ese pequeño detalle de haber suprimido el impuesto a las grandes fortunas solamente llegar al poder. Él, que en su precedente lustro prometió ceremoniosamente no caer en las bajas consideraciones de la realpolitik y “revalorizar” la Legión de Honor. ¿Recordarían los franceses que el compromiso ético del presidente con la nación duró un par de días y que al poco tiempo el dictador egipcio Al Sisi salía del Elíseo con la medallita colgando del esmoquin? Ante la duda, mejor ser reservados.

La nueva, revelada en exclusiva por la gaceta Le Point la semana pasada, ha incendiado las redes y las tertulias de baja estofa. Como bien afirmaba un ministro de Macron cuando este aún defendía reformar la Legión de Honor: “los franceses son altamente sensibles al ideal de grandiosidad de condecoración nacional encarnado en su leimotiv, honor y patria”. Una sensibilidad que, tras meses de movilización social, ha mutado en cabreo exorbitante, dando a la oposición, en particular a la izquierda, un nuevo razonamiento para criticar a Júpiter. “Macron otorga la Legión a Bezos, explotador mundial. La doctrina del presidente: castigar a todos y cada uno de los franceses, premiar a los multimillonarios”, tuiteaba el miembro del Congreso de los Diputados marxista Fabien Roussel. “Macron galardona a Bezos con la Legión de Honor, que “recompensa prominentes méritos adquiridos representando a la nación”. ¿Sus méritos más señalados? Amazon no paga impuestos en Francia. Pero en la Macronía todo está en venta. Incluso el honor”, escribía François Rufin, figura señalada de la izquierda.

Más allí de las reacciones políticas, la condecoración a Bezos resulta chocante por múltiples motivos. Por mucho empleo que el empresario haya creado en Francia, hablamos del responsable de haber ahogado el pequeño comercio y contribuido a desarrollar una visión del trabajo basada en la precariedad y la explotación, con métodos dignos de las más crudas distopías, como relató el cronista Jean-Baptiste Malet en En los dominios de Amazon. Un asumido libertario con veleidades filantrópicas, mas que no tributa en los países donde desarrolla su actividad rentable, y cuyos inútiles viajes espaciales, concebidos para el disfrute exclusivo de un puñado de millonarios, son enormemente contaminantes. “En diez minutos, Bezos y sus 3 clientes del servicio emitirán setenta y cinco toneladas de CO2 cada uno de ellos. Hay mil millones de personas en la Tierra que no alcanzan estos niveles de emisión en su vida”, tuiteaba el economista Lucas Chancel en dos mil veintiuno.

Además del evidente inconveniente de casting, el instante escogido por Macron se podría interpretar como una enésima muestra de menosprecio cara el sufrimiento real de la ciudadanía. Francia lleva meses enfrascada en la reforma más polémica de esta legislatura. Una contestación social en la que los ciudadanos demandan precisamente lo opuesto a la visión neoliberal promovida por el magnate cuyos empleados ni tan siquiera se pueden tomar una pausa de 5 minutos para ir al baño: poder trabajar y jubilarse con dignidad. Y si es posible en esta Tierra.