Combatir la procrastinación es una batalla que dura toda la vida, mas se puede ganar, si se emplean los principios de la inteligencia sensible.

Yo acostumbraba a ser un profesor de la procrastinación.

Digo «maestro» por el hecho de que sentía que mi procrastinación tenía un «propósito». Estaba justificada.

Me afirmaba a mí que estaba ocupadísimo. Y como tengo tantas cosas que hacer, postergaré estas cosas esenciales para poder centrarme en las cosas urgentes (asimismo esenciales).

También había visto el efecto de la «Ley de Parkinson». Ya sabes, el término que asevera que «el trabajo se expande para completar el tiempo disponible». Para combatirla, acostumbraba a aguardar a tener el tiempo justo para llenar una labor ya antes de comenzar a trabajar en ella.

«Así consigo hacer el máximo de cosas», me afirmaba.

Pero esta forma de meditar tiene grandes inconvenientes.

En primer sitio, tendía a infravalorar el alcance. Pensaba que sabía cuánto tiempo me llevaría llenar una determinada tarea… mas con frecuencia terminaba tardando más, por lo que llegaba tarde. O apuraba el trabajo, mas no le dedicaba el tiempo, la atención o la reflexión profunda que merecía.

Además, vivía bajo un agobio incesante. Era muy productivo: dirigía un negocio, pasaba tiempo con mi mujer y mis hijos, e inclusive trabajaba como voluntario múltiples horas por semana. Pero la productividad extrema iba acompañada de una presión extrema.

No puedo continuar así, me afirmé.

Así que comencé a hacer cambios. Esos cambios condujeron a resultados positivos, como el alivio del agobio y el incremento de la calidad de mi trabajo, mi tiempo en familia y mi alegría.

Cada uno de los próximos consejos se fundamenta en los principios de la inteligencia sensible, la capacidad de entender y administrar las emociones con el propósito de generar un cambio real.

Si eres un profesor procrastinador como , debes parar de poner disculpas a la procrastinación y reconocer las razones por las cuales es mala. De lo opuesto, no te persuadirás de la necesidad de mudar.

En primer sitio, la procrastinación es mala por el hecho de que con frecuencia hace que no le dediques a una labor o proyecto deseado el tiempo que merece. Pero asimismo tiene otros inconvenientes.

«La procrastinación hace que la vida sea considerablemente más trabajosa y pesada de lo que debería ser», me afirmó una vez un amigo. «También la hace mucho menos entretenida, por el hecho de que aumenta las preocupaciones y ansiedades por hacer las cosas de la forma adecuada y a tiempo en vez de sencillamente hacerlas».

Y ahora que hemos establecido esto, dilo conmigo:

Procrastinar es malo.

Procrastinar es malo.

La procrastinación es mala.

2. Identifica y entiende tus sentimientos

Hay múltiples emociones y sentimientos que pueden contribuir a tu hábito de procrastinación.

Pueden ser:

Miedo (a hacer algo que no te agrada o a la magnitud de una labor o proyecto)
Orgullo (soy tan productivo que me voy a centrar en otras cosas más urgentes y voy a hacer esto mañana).
Ansiedad (Hay tanto que hacer que necesito un reposo).
Por supuesto, no hay nada malo en estos sentimientos. Pero si los identificas y los entiendes, vas a poder hacerles frente.

El temor a un proyecto enorme es natural. Pero, ¿podrías dividir ese proyecto en labores manejables?

Estar orgulloso de tu productividad está bien, hasta determinado punto. Pero, ¿posiblemente debas decir «no» más con frecuencia, para dedicar el tiempo y la atención convenientes a las cosas más esenciales?

La ansiedad es natural. Pero, ¿podrías establecer un límite de tiempo para tu reposo, tal vez de quince a veinte minutos? De lo opuesto, te adentrarás en la madriguera de YouTube y tu ansiedad va a dar sitio a, bueno… más ansiedad.

Para los maestros de la procrastinación, la idea de trabajar demasiado pronto en una labor es tonta.

¿Y si algo cambia y hace que desee hacer esta cosa de otra forma?

¿O qué sucede si ni tan siquiera debo hacer esta cosa?

(Créeme, he pensado en todas y cada una ).

Pero recuerda:

El hecho de que comiences a trabajar en algo no quiere decir que debas concluirlo.

Lo bueno es que, al comenzar, se le saca todo el jugo, lo que te deja lograr un estado de fluidez más veloz, de forma que logras hacer más de lo que habías previsto. (Más sobre esto en el paso cinco.)

Además, aumentas la calidad de tu trabajo, por el hecho de que toda vez que lo examinas, mejora. (Los procrastinadores, en cambio, esencialmente siempre y en todo momento entregan su primer boceto).

Así que..:

¿Acabas de finalizar una asamblea? Empieza a planear la próxima.
¿Tienes una idea? No te limites a escribirla. Empieza a desarrollarla.
¿Te han asignado una labor? Empieza a prepararla ahora (o exactamente el mismo día, de ser posible).

En el pasado, si no podía trabajar en una labor o proyecto inmediatamente, la agregaba a mi lista de labores. Esto aliviaba mi ansiedad, ya que me hacía sentir que la labor sería atendida.

Mala idea.

Acabé con una lista «imposible», una lista de labores tan enorme que era imposible finalizar dentro de poco. Así que las cosas que se hallaban al final de la lista se iban postergando al día después, y al día después, y al día siguiente….

Así que, en vez de agregar labores esenciales a una lista, prográmalas en tu calendario.

Asegúrate de programar el tiempo preciso para efectuar la labor o, por lo menos, hacer un progreso significativo. Y no llenes tu calendario de labores, asambleas y citas consecutivas; eso solo te predispone al agotamiento.

En cambio, si eres razonable con tus esperanzas y te das tiempo para respirar, vas a hacer más y mejor trabajo en un largo plazo.

Por último, si te hallas con algo de tiempo libre y precisas persuadirte para comenzar a trabajar en una labor bastante difícil, prosigue la regla de los 5 minutos:

Oblígate a trabajar en una labor a lo largo de solo 5 minutos, a sabiendas de que puedes dejarlo tras 5 minutos si deseas. (Reconócelo, puedes hacer cualquier cosa a lo largo de 5 minutos).

Este fácil truco mental acostumbra a valer para iniciar, y con frecuencia se transforma en más que 5 minutos. Pero aun si no lo hace, has hecho lo más bastante difícil de todo:

Empezar.

Así que, recuerda: La lucha contra la procrastinación es una batalla que dura toda la vida.

Pero es una batalla que se puede ganar, singularmente si

  1. Reconocer la necesidad de mudar.
  2. Identifica y entiende sus sentimientos.
  3. Trabajar en las cosas ya antes.
  4. Ponerlo en el calendario.
  5. Utiliza la regla de los cinco minutos.

Utiliza estas técnicas para acrecentar drásticamente la calidad de tu trabajo, reducir la ansiedad y el agobio, y dejar atrás el hábito de la procrastinación… de una vez por siempre.

Juan Pablo Cortez

Bogotá (Colombia), 1989. Apasionado por la investigación y el análisis de temas de interés público. Estudió comunicación social en la Universidad de Bogotá y posteriormente obtuvo una maestría en periodismo investigativo en la Universidad de Medellín. Durante su carrera, ha trabajado en diversos medios de comunicación, tanto impresos como digitales, cubriendo temas de política, economía y sociedad en general. Su gran pasión es el periodismo de investigación, en el cual ha destacado por su habilidad para descubrir información relevante y sacar a la luz temas que a menudo se mantienen ocultos.