“La desigualdad contemporánea es una realidad estructural que supera la lucha contra la pobreza, porque el binomio compuesto de ricos y pobres está pasado de moda”. Formulada prácticamente como un principio, esta declaración articula el informe elaborado por la Oficina holandesa de Planificación Social y Cultural (SCP, en sus iniciales neerlandesas), que debe guiar al Gobierno en la lucha contra los desequilibrios sociales. Este género de estudios se realizan de forma periódica, mas los especialistas socioculturales han ampliado ahora el marco de su tarea. No solo han analizado variables como el uso, los ingresos y la educación. Han incluido, además de esto, el capital social (a quién conoces), el capital cultural (dónde encajas) y el capital personal (la salud y el atrayente) de los ciudadanos para realizar un mapa de Países Bajos diferente al frecuente. Un espacio de diecisiete con ocho millones de habitantes donde hay, bajo su punto de vista, 7 clases sociales.

Para llegar a esta conclusión, el SCP sondeó entre dos mil diecinueve y dos mil veinte a seis mil ochocientos personas y cruzó sus datos con los de la Oficina Central de Estadística. Si bien ya había llevado a cabo ejercicios afines en dos mil catorce y dos mil veintiuno, el análisis actual, titulado ­Eigentijdse ongelijkheid (Desigualdad moderna), ha ido más lejos. De ahí las 7 clases sociales presentadas. Son estas: “Los que están en el escalón superior del empleo (20%); jóvenes con buenas oportunidades (9%); los que viven de sus rentas (12%); nivel medio de ocupación (25%); pensionistas con pocos estudios (18%); trabajadores sin seguridad (10%); los precarios (6%)”. Las diferencias entre unos y otros son realmente difíciles de quitar y por este motivo, conforme el estudio, “se puede erosionar la cohesión social”. Por otro lado, se señala al Gobierno que los conjuntos menos favorecidos “piensan que las autoridades no se ocupan lo suficiente de gente como ellos”. Pese a su situación en la lista, los dos últimos estratos suponen uno de cada 6 ciudadanos. El penúltimo conjunto tiene una media de cuarenta y cuatro años, y los precarios, de sesenta y cinco años. Los primeros se manejan con un computador. Los otros no. Es posible “que ambos acudan en menor medida a votar en las elecciones”, mas es esencial que este contingente de “ciudadanos críticos” se involucre en la política y en la sociedad, afirma el trabajo del SCP.

Muchos factores

En el mapa así dibujado no encajan los planes políticos tradicionales centrados en los ancianos, jóvenes e inmigrantes. La explicación es que no se trata de conjuntos homogéneos, sino se hallan repartidos en toda la sociedad. “Por eso, reconocer que la desigualdad de oportunidades es un fenómeno estructural en Países Bajos va más allá de la pobreza”, ha dicho Cok Vrooman, uno de los estudiosos. En unas declaraciones a la cadena pública de T.V. para presentar el trabajo, hizo hincapié en que no se trata solo del dinero y los estudios. “Hay que tener en cuenta a quién conoces, tu red social, dónde encajas o quién eres. Es decir, tu capital personal. Y eso es también una combinación de salud y atractivo personal”. Vrooman remarcó la necesidad de que el Gobierno preste atención en sus políticas a las distintas transiciones vitales: “Desde la etapa escolar hasta el ingreso en el mercado laboral, y desde el momento en que se busca una pareja hasta enfrentarse a problemas de salud”.

Hace 8 años, el SCP comprobó que “ricos y pobres apenas se conocen” en Países Bajos, y advirtió de que surgía “un problema de cohesión”. En dos mil veintiuno, la brecha no se había reducido. En una gran parte, ello se debía a que había conjuntos “estructuralmente rezagados” en sus ingresos, nivel educativo y, por tanto, en el manejo de la tecnología.

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