Las sanciones por la invasión rusa de Ucrania prosiguen perforando la economía rusa poquito a poco. La cotización de la moneda nacional se sostiene en caída libre desde hace unos meses y un rublo ya vale menos que un centavo de dólar, con el sobrecoste que ello supone para importar productos, tecnología y materias primas del exterior y, por consiguiente, el peligro de que los costos se disparen nuevamente para el ciudadano ruso. “No hay ninguna amenaza hoy para la estabilidad financiera”, ha asegurado el Banco Central de Rusia, organismo que ha vivido una avalancha de renuncias en las últimas semanas. Al cierre del mercado un dólar equivalía a ciento uno,04 rublos; y un euro por ciento diez con sesenta y ocho rublos.
La moneda nacional ha superado este lunes el cambio de un dólar por ciento uno rublos por vez primera desde el veintitres de marzo de dos mil veintidos, mes en el que el shock del comienzo de la guerra, el anuncio de las primeras sanciones y el minicorralito del regulador ruso hundieron su valor a lo largo de dos semanas hasta un histórico cambio superior a ciento treinta rublos por dólar.
La diferencia es que esta vez la cotización del rublo atiende a fundamentos más racionales que el mero pavor. Tras aquellos meses, el curso de la moneda rusa había sido estabilizado merced a la determinación del banco central y en el mes de enero y febrero del año en curso cotizaba a menos de sesenta rublos por dólar.
El motivo, los grandes ingresos de petróleo y gas y la menor demanda de euros y dólares americanos debido a la caída de las importaciones. Sin embargo, Europa consiguió la desconexión prácticamente total de Gazprom cara finales de dos mil veintidos y en el mes de enero entró en vigor el máximo al coste del barril de petróleo ruso. Desde entonces, el orificio de los presupuestos rusos no ha hecho más que acrecentar en una espiral deficitaria.
“Sin un cambio en la agenda geopolítica y en la política interna, es poco probable que algo mejore aquí”, advierte la gestora de inversiones Loko-Invest. “La presión sobre el rublo puede continuar incluso si la economía continúa desacelerándose en la segunda mitad del año junto con el gasto presupuestario”, apunta.
Los motivos, conforme esta firma, son que los costos de las importaciones “son insensibles al tipo de cambio” ruso y la balanza de pagos refleja los inconvenientes de la economía rusa desde el momento en que el Kremlin decidió invadir Ucrania: “la sustitución de los eurobonos (y los impagos debido a las sanciones a los bancos rusos), la salida de las empresas de Rusia, la conversión de los préstamos en moneda extranjera en rublos, la retirada de fondos de la población y las empresas extranjeras, y la salida estructural de capitales”.
El rublo asimismo se ha hundido en frente de otra moneda clave para las importaciones. La divisa rusa ya se cambia a ciento once rublos por euro en el mercado ruso, prácticamente el doble que los sesenta rublos a los que se llegó a mudar a inicios de año.
Las turbulencias de la divisa rusa han venido acompañadas en las últimas semanas por una avalancha de renuncias en el Banco Central. Su vicepresidente Yuri Isáyev renunció el pasado 1 de agosto. Responsable del departamento contra el lavado de dinero y el control de divisas, había sido nombrado en el cargo en el mes de enero.
La prensa rusa apuntó entonces que la renuncia se debía a motivos de salud. Sin embargo, aquella renuncia asimismo estuvo acompañada por la de la mano derecha de la presidente del organismo monetario, Elvira Nabiúllina.
Su vicepresidenta primera, Ksenia Yudáyeva, asimismo dejó el cargo para pasar a ejercer un puesto de menor estatus en el departamento de análisis del banco central.
La marcha de estos altos cargos coincidió además de esto con el anuncio de que el Gobierno ruso infringirá su sacrosanta regla fiscal. Para frenar la depreciación del rublo, el Ministerio de Economía ha decidido parar de comprar divisas con los ingresos imprevisibles de petróleo y gas en los próximos meses, como prescribe la regla presupuestaria.
Sanciones de Occidente
Esta regla, prevista para otorgar estabilidad a la economía nacional, establece que el Gobierno debe adquirir oro y divisas foráneas (yuanes chinos debido a las sanciones) para alimentar el Fondo Nacional de Inversión Ruso, del que una mitad ha sido congelada por Occidente y la otra ha servido de jergón para mantener la economía hasta el momento. “Las intervenciones ejercerían una presión adicional innecesaria sobre el tipo de cambio y las ganancias excedentes se utilizarán para financiar el déficit público”, explicó una fuente del Gobierno al diario ruso Vedomosti a inicios de agosto.
El inconveniente del Kremlin es que superada la primera mitad del año ha alcanzado la meta de déficit de todo dos mil veintitres. Al menos una tercera parte del presupuesto es gastado en la guerra y los ingresos se han desplomado. El déficit público alcanzó los dos,82 billones de rublos al acabar julio, en frente de los dos,9 billones previstos para todo el curso, y sus ingresos por petróleo y gas fueron un cuarenta y uno% menores en los primeros 7 meses del año que en exactamente el mismo periodo de dos mil veintidos. Otros ingresos se dispararon un diecinueve con ocho%, en una parte por la estabilidad conseguida con el cambio precedente y haber contenido la inflación frente al temor del comienzo de la guerra un año ya antes.
El Ministerio de Economía se ha fijado como objetivo un déficit del dos% sobre el Producto Interior Bruto. Sin embargo, hay que tener en consideración otro factor en la ecuación: la economía rusa experimenta una profunda transformación desde dos mil veintidos en su deriva cara una economía de guerra, y la mayoría del consumo que figura en el PIB no es privado, sino más bien del Estado. Por ello, el Kremlin busca ingresos bajo las piedras. El presidente Vladímir Putin aprobó últimamente un impuesto singular retrospectivo del diez% “sobre los excesos de beneficios” de las compañías en dos mil veintiuno y dos mil veintidos.
Por su parte, el Banco Central de Rusia medita de qué manera contener una nueva ola de inflación. El regulador ha anunciado este lunes a la prensa rusa que sus futuras acciones van a tratar de estabilizar el incremento de los costos en el cuatro% en dos mil veinticuatro, y esto incluye elevar la tasa clave en las próximas asambleas.
La inflación rusa se situó en el mes de julio en el cuatro,3% interanual, si bien hay que tener en consideración la montaña rusa en la que se halla el país. En comparación con los costos anteriores a la guerra, el año dos mil veintidos cerró con una inflación oficial del once con noventa y cuatro%. Sin embargo, a pie de calle, los costos de muchos productos, en especial los importados de fuera, se han disparado, aun llegando a servir más del doble. Esto es en especial conocido en recursos y servicios como tecnología y viajes, donde se ajustan a la cotización del rublo. Un vuelo o un móvil de quinientos euros, por servirnos de un ejemplo, ha pasado de valer treinta rublos en el mes de febrero a cincuenta y cinco rublos ahora. Según la agencia de estadísticas Rosstat, el sueldo medio se elevó en primavera hasta los setenta y uno y trescientos rublos.
“Cien dólares no es un desastre, pero es un reflejo de la realidad actual, esta es la razón de la creciente inflación y podría crear una serie de problemas para los consumidores rusos. El panorama no es muy halagüeño para un negocio orientado a la importación”, lamenta por su lado el popular weblog ruso Suverénnaya Ekonómika, que resalta que el Gobierno se encara al peligro de entrar en una espiral de gasto por esta situación.
“La situación del presupuesto ruso no es tan mala, pero existe una contradicción. El Estado recibe ingresos adicionales al crecer el tipo de cambio y lo gasta en compensar las pérdidas de los rusos por la inflación. No sabemos qué pasará, pero es posible que el dólar caro nos acompañe por mucho tiempo”, apunta.
Las autoridades rusas han menospreciado el impacto que puede tener la depreciación del rublo en los bolsillos de sus ciudadanos. El jefe del Comité sobre mercados financieros de la Duma Estatal, la cámara baja rusa, Anatoli Aksakov, aseguró este lunes que todo el planeta es feliz con la coyuntura económica.
“Las empresas de la república están cargadas de trabajo y aumentan los volúmenes de producción. A la gente se le paga. En la república viven una vida plena, hay sonrisas en sus rostros y no hay ningún estrés por que el tipo de cambio del dólar se haya acercado a los 100 rublos”, aseveró el miembro del Congreso de los Diputados este lunes. “El país vive una vida normal. Nunca he visto un desarrollo tan positivo en la Rusia moderna desde la Unión Soviética”, añadió.