De la pesca y la acuicultura a la generación de energías renovables, el turismo ribereño, la biotecnología, la desalinización, la investigación o la seguridad marítima: todo ello, y considerablemente más, es parte de la llamada economía azul, que abarca cualquier actividad relacionada con el agua, el mar y los océanos. De su tremenda extensión es testigo el hecho de que, si fuera equiparable a una economía nacional, sería la séptima más esencial del mundo, y el océano formaría una parte del exclusivo G-7. Su potencial deja poco sitio a las dudas: solo los campos tradicionales de esta economía dan, en la UE, 4,5 millones de trabajos directos y seiscientos cincuenta millones de euros en volumen de negocios; unas cantidades que suben hasta los 5,4 millones de puestos (y un valor añadido bárbaro de quinientos millones de euros anuales) si se incluyen todas y cada una de las actividades económicas que de una forma u otra dependen del mar, conforme un reciente estudio de la Comisión Europea.

Estos pocos datos sirven para justificar por qué la economía azul, al lado de las políticas de cambio climático y economía circular, resultarán esenciales para lograr los objetivos de desarrollo sustentable marcados en la agenda internacional. “El Pacto Verde Europeo exige la transformación de nuestra economía en una economía moderna, eficiente en el uso de recursos y competitiva, en la que se eliminen gradualmente las emisiones netas de gases de efecto invernadero y se proteja el capital natural de la UE”, asevera Cristina Sánchez, directiva ejecutiva del Pacto Mundial de Naciones Unidas en España. Un propósito en el que, mantiene, la economía azul ha de ser instrumental, mas que no se ve por el momento apoyado por los hechos: “El Objetivo de Desarrollo Sostenible 14 estableció 10 ambiciosas metas para la protección y restauración de los océanos y, sin embargo, es el que menos inversiones ha recibido a nivel mundial hasta el momento, y fue también el menos priorizado por las empresas españolas en 2022″, añade.

Oportunidades e I+D

La economía azul ofrece no pocas oportunidades de crecimiento económico, ya sea a través de actividades como la pesca sostenible, la acuicultura, el turismo costero o la energía renovable oceánica, que, por ejemplo (y según fuentes del sector) podría aportar ya en 2050 el 10 % de las necesidades actuales de electricidad en Europa. Las perspectivas son halagüeñas: “España es una potencia en las incipientes soluciones flotantes para los parques eólicos marinos, y el país europeo con más instalaciones de I+D para eólica flotante y las otras energías del mar, como la Plataforma Oceánica de Canarias, la Plataforma de Energía Marina de Vizcaya o la zona experimental de aprovechamiento de energías marinas de Punta Langosteira (La Coruña), el segundo banco de pruebas del mundo para la energía de las olas”, explica Juan Alfaro, secretario general del Club de Excelencia en Sostenibilidad.

Al igual que en otras áreas del desarrollo sustentable, el papel de la investigación y la innovación (*8*), señala Sánchez. Unos avances que pueden observarse en campos como la pesca y la acuicultura, merced a innovaciones como las redes selectivas o los sistemas de acuaponía (que combina la cría de peces y de plantas en agua); en la generación de energías renovables, merced a la potencia de las olas (energía undimotriz), de las corrientes oceánicas o de las mareas (mareomotriz); un campo que disfruta, además de esto, de un enorme potencial debido a la exuberancia de costas en España. Otros campos deben ver con el transporte marítimo, merced a motores más eficaces y cascos más aerodinámicos; o la biotecnología azul, que se ha transformado en una fuente continua de innovación y desarrollo tecnológico desde recursos marinos, como esgrime Alfaro: (*5*).

Otro de los campos donde el potencial de desarrollo es más grande es el del turismo costero; una industria que medra a un ritmo de ciento veinti mil millones de euros anuales y que está íntimamente ligada a una administración conveniente del océano. (*7*), recuerda Sánchez. Así, (*2*).

En la urbe de Gijón, por servirnos de un ejemplo, de los 8.264 puestos directos generados por la economía azul (que, a su vez, representa el catorce,2 % del empleo en la urbe), un setenta y dos,8 % corresponde al turismo costero; un doce,4 % a las actividades portuarias; el 7,2 % a la explotación y comercialización de la pesca y la acuicultura; y el 4 % a la construcción y mantenimiento naval. El apoyo a la innovación y a la investigación se materializa allá por medio de líneas de financiación concretas, asesoramiento, acceso a infraestructuras e inclusive la trasferencia de conocimiento, por medio de la cátedra Gijón Azul de la Universidad de Oviedo. De la cooperación público-privada en la urbe han surgido diferentes proyectos renovadores “como la elaboración de un prototipo de vehículo marino no tripulado destinado a la limpieza de los puertos deportivos; un proyecto para la cría de bivalvos en el entorno del puerto de Musel y el estudio de residuos de ocle para su posterior uso como fertilizantes”, transmiten desde Gijón Impulsa.

Los Reconocimientos go!ODS, citados por el Pacto Mundial de Naciones Unidas (y que terminan de abrir su cuarta edición) premian las mejores ideas de innovación sustentable que tienen como objetivo resguardar la integridad de los océanos. Entre los proyectos ganadores, Sánchez resalta el proyecto Bound4Blue, que ha desarrollado un sistema de transporte naval alternativo no contaminante; y OrbitalEOS, de Global Omnium, que plantea un renovador sistema de detección de polución marina.

Retos y perfiles profesionales

¿Y qué hay en lo que se refiere a los desafíos de la economía azul? Para Sánchez, 3 son los retos principales: el incremento de la presión sobre los ecosistemas marinos (incluyendo la polución, la sobrepesca, el cambio climático y la acidificación del océano); la carencia de inversión en investigación y tecnología; y la carencia de regulación y gobernanza de los océanos, lo que puede conducir a una sobreexplotación de los recursos y la humillación del medioambiente. Europa, sin embargo, ha dado pasos con respecto a este último punto merced a diferentes reglamentos como la Directiva Marco de la Estrategia Marina (dos mil ocho), la Política Pesquera Común (dos mil trece) o la Directiva de Planificación Espacial Marítima (dos mil catorce), “si bien siguen haciendo falta más esfuerzos para asegurar la gestión sostenible de los océanos”, apostilla. Desde la Fundación Alternativas recuerdan que, aparte de las políticas de cambio climático y economía circular, la protección marítima resulta esencial: no en balde, y conforme estima la UE, por cada euro invertido en espacios marinos protegidos se produce una rentabilidad de por lo menos 3 euros.

Con los ODS y la Agenda dos mil treinta totalmente integrados en la agenda política internacional, son abundantes los especialistas que coinciden en el momento de apuntar la necesidad de repensar las capacidades de todos y cada uno de los profesionales bajo el prisma de la sostenibilidad y la administración responsable de los recursos. Profesionales que, apunta Sánchez, (*4*).

En cualquier caso, la demanda de profesionales dedicados a la economía azul es tan diversa como variados son los campos que la conforman. A nivel de Formación Profesional, por servirnos de un ejemplo, se procuran perfiles técnicos relacionados con la pesca y la acuicultura, el mantenimiento de navíos o instalaciones o la energía renovable, entre otros; al tiempo que, a nivel universitario, están muy demandadas las carreras relacionadas con la Ingeniería Ambiental o Naval; las Ciencias del Mar; la Biotecnología y/o robótica; la Bioquímica; la Biomedicina e inclusive los economistas o abogados expertos en derecho marítimo. Una demanda que, además de esto, “seguirá creciendo a medida que se desarrollen las nuevas tecnologías y se amplíen las actividades económicas en el mar y en la costa”, asegura la responsable del Pacto Mundial.

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