Tras un periodo de crisis energética, la matriz eléctrica europea está experimentando un cambio significativo. El peso de los combustibles fósiles, como el carbón y el gas, ha disminuido, mientras que las energías renovables han ganado terreno. Según los datos publicados por el think tank ambientalista Ember, el carbón en la matriz eléctrica europea ha alcanzado su nivel más bajo en comparación con años anteriores, incluso por debajo de los niveles registrados durante la pandemia en 2020. Por su parte, el gas se ha situado en su punto más bajo desde 2016, representando ambos menos del 30% del total, un mínimo histórico.
Esta disminución se debe principalmente a dos factores: el crecimiento de la energía eólica y solar, y la reducción de la demanda eléctrica, especialmente en el sector industrial, como consecuencia de la crisis de precios. Además, la energía hidroeléctrica ha recuperado su importancia tras la sequía que afectó a varios países del continente.
Los datos muestran que la energía eólica, muy presente en la mitad septentrional de Europa, aporta casi el 18% de la electricidad consumida en el continente, el doble de lo registrado en 2015 y seis veces más que hace 15 años. La energía solar, por su parte, ha experimentado un crecimiento significativo, superando el 9% de la producción eléctrica, en comparación con cifras marginales registradas a principios de la década pasada. Se espera que su potencial en el sur de Europa, especialmente en la península Ibérica, siga en aumento.
La directora de Ember para Europa, Sarah Brown, destaca que «el sector eléctrico europeo está inmerso en un monumental proceso de cambio», donde los combustibles fósiles están desempeñando un papel cada vez menor, a medida que la energía eólica y solar se convierten en la columna vertebral del sistema. El año pasado, la producción combinada de energía eólica y solar alcanzó los 475 teravatios hora (TWh), prácticamente igualando la demanda francesa y duplicando la demanda española.
La generación total de energía fósil se redujo un 19% el año pasado, siendo el carbón el principal responsable de esta disminución. La generación con lignito fue un 25% menor que en 2022, marcando así el nivel más bajo desde que se tienen registros. Su participación actual en la matriz eléctrica, poco más del 12%, es menos de la mitad que hace una década y casi la tercera parte que en el año 2000.
Por otro lado, la generación de gas natural también experimentó una reducción del 15% el año pasado, la mayor desde al menos 1990, consolidando así cuatro años consecutivos de descensos. A diferencia del gas, el carbón llevaba años perdiendo peso en el mix energético europeo y se espera que esta tendencia continúe en los próximos años, con el cierre previsto del 20% de las centrales de lignito para finales de 2025, según el centro de estudios londinense.