Junio de dos mil veintitres va a ser recordado en el campo eléctrico como aquel en el que la energía fotovoltaica, la tecnología en la que descansan una gran parte de las esperanzas de descarbonización y costos bajos en España, superó a la eólica por vez primera desde el momento en que hay registros. Los paneles solares aportaron el diecisiete con nueve% de la electricidad generada, frente al catorce con seis% de la eólica y a no mucha distancia del dieciocho con ocho% de la nuclear, conforme los datos de Red Eléctrica de España (REE). Estas cifras no incluyen el autoconsumo, que está asestando un bocado poco a poco más perceptible sobre la demanda.
Un histórico cambio de tornas que, no obstante, va a ser poco a poco más recurrente: la potencia instalada de fotovoltaica medrará a un ritmo mareante en comparación con una eólica que, si bien asimismo aumenta, lo hace a una velocidad de forma notable menor. Según el boceto del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), presentado la semana pasada, la primera se va a disparar desde los poco más de veintiuno gigavatios (GW) actuales a prácticamente cincuenta y siete en dos mil veinticinco y setenta y seis en dos mil treinta. La eólica, por su lado, va a pasar de los treinta GW instalados hoy a cuarenta y dos en el ecuador de la década y sesenta y dos en dos mil treinta. Para entonces —siempre conforme el programa marco del Gobierno—, cada una de estas tecnologías debería aportar alrededor del treinta% de la electricidad generada en España. Si se tiene presente el autoconsumo —sobre el que escasean los datos—, el sol superará sobradamente al viento como primer origen de la energía eléctrica.
En el amontonado de dos mil veintitres, no obstante, la fotografía fija es bien diferente a la de junio. En este primer semestre del año, la eólica lidera sobradamente la matriz de España de generación: aporta el veinticuatro con uno%, prácticamente la cuarta una parte del total, frente al veinte con tres% de las centrales atómicas y el trece con ocho% de la fotovoltaica.
Menos viento, exactamente el mismo sol
Dos factores meteorológicos han tolerado este hito: en el primer mes del verano sopló menos viento que la media histórica e hizo el sol frecuente, sin que las temperaturas fueran demasiado altas para estas datas, algo que reduce la eficacia de las placas. En los últimos días, la cuota de la solar ha rozado el cincuenta% en las horas centrales de las jornadas en las que la demanda es menor. Sobre todo, los fines de semana.
El cambio de tornas, no obstante, va para largo. “Tiene pinta de que la fotovoltaica va a superar muchas más veces a la eólica. Y que cada vez lo va a hacer con mayor frecuencia, sobre todo en los meses de verano, que es cuando más generan los paneles y menos los aerogeneradores”, explica Francisco Valverde, asesor de Menta Energía. “A diferencia de la eólica, además, la fotovoltaica es una energía muy predecible, así que va a ser un patrón de muchos meses de verano a partir de ahora. Es algo que va a pasar cada vez más, año tras año”.
De incluirse el autoconsumo en la generación fotovoltaica, Valverde ve “probable” que el sorpasso a la eólica ya se hubiera producido el año pasado. “Es una incógnita, porque sigue sin haber datos precisos de generación de este tipo de instalaciones, así que solo podemos hacernos una idea aproximada”.
Fabra: “Necesitamos más subastas”
El apogeo de la fotovoltaica, que tiene en España uno de los lugares más fértiles para su desarrollo —grandes extensiones de terreno sin uso y, sobre todo, más horas de sol que en ningún otro país de la eurozona—, está provocando una desproporción día a día mayor entre los tramos del día en los que esta tecnología fija costo y el resto. Es decir, unas horas baratísimas a mediodía y en los primeros acompases de la tarde, que contrastan con costos o medios o altos el resto de la jornada.
Esta dualidad lleva a Natalia Fabra, catedrática de la Universidad Carlos III de Madrid y autora de la propuesta de España de reforma del mercado eléctrico comunitario, a meditar en un potencial “efecto canibalización que acabe frenando su desarrollo” si la remuneración que reciben los promotores de este género de proyectos se cae en el futuro próximo, conforme entran más y más plantas. “Podemos estar ante una discrepancia muy fuerte entre el deseo y la realidad: necesitamos más subastas y más contratos a largo plazo”, informa. “En un futuro nada lejano, los precios que van a percibir los inversores en fotovoltaica van a ser muy bajos y eso puede acabar deprimiendo la inversión. Si no hay un acompañamiento regulatorio y de subastas de contratos a largo plazo que les asegure una recuperación de la inversión”.
La demanda prosigue cayendo
Frente a los vaivenes en la clasificación por tecnologías, hay cosas que no cambian. La demanda de electricidad cerró junio con un descenso frente al mismo mes del año precedente del cinco con siete%. En términos salvajes (o sea, sin el frecuente y preciso ajuste por temperaturas y laboralidad), la caída es aún mayor: del seis con cuatro%. La bajada es atractiva por un motivo: la comparación ya se establece con junio de dos mil veintidos, cuando la crisis energética ya llevaba meses golpeando a Europa y cuando tanto la actividad industrial como las compañías y los hogares ya habían ajustado sus hábitos a una nueva realidad de costos altos del gas y de la luz.
Una una parte de esta fuerte caída de la demanda responde asimismo, de manera indirecta, al apogeo del autoconsumo. “No tenemos datos precisos, así que sobre la caída de la demanda solo podemos hacer conjeturas. Pero sí estoy convencido de que la mayoría de esa caída de la demanda proviene del autoconsumo”, desliza Valverde. Aunque ese factor “no lo explica todo y tiene que haber algo de caída de la industria electrointensiva”, su “sensación es que esta es menor de lo que mucha gente”. La mayor una parte del hundimiento de la demanda de electricidad, concluye el asesor de Menta Energía, debe ver con la instalación masiva de paneles en los tejados.