La sequía está provocando una fuerte caída en las producciones agrícolas, tanto en los cultivos de secano, como en los de regadío. Afecta al sesenta% del campo, con más de 3,5 millones de hectáreas dañadas, conforme notifica el sindicato agrario COAG. Además, el incremento de los gastos en el campo ganadero, derivado de la necesidad de adquirir piensos frente a la ausencia de pastos, asimismo está comprometiendo la actividad. Si a eso se aúna el aumento en el coste de los fertilizantes, el campo agroganadero estima una caída en su nivel de renta mas profunda que la del año pasado, cuando perdió un 5,5%.

En este contexto —y con los pantanos de todo el país solo a la mitad de su capacidad— el ministerio de Agricultura ha citado una mesa de diálogo el próximo día diecinueve para examinar la situación. Las superficies sembradas de cereales para esta campaña, singularmente trigos y cebadas, han registrado un ligero descenso hasta unos 5,2 millones de hectáreas en conjunto, conforme los datos temporales de la Administración. A esta reducción de la superficie de cultivo se aúna el daño de la sequía: COAG asevera que la mayoría de las cosechas de trigo y cebada en la mitad sur de la península ya se dan por perdidas y peligran gravemente las de la mitad norte si la lluvia no acaba de llegar. En España las producciones medias de cereales se ubican en unos veinte millones de toneladas. El año pasado, con lluvias en el tercer mes del año y abril, la cosecha fue de solo dieciocho millones. En este año sin lluvias, desde Cooperativas Agroalimentarias temen una caída histórica, agravada por la reducción de la superficie de maíz debido a la carencia de agua para los riegos.

En el sur, sobre todo en Andalucía y Extremadura, los cereales presentan un mal aspecto y hay peligro de que encañen a un palmo del suelo por la sequía, lo que provocaría un desempeño bajo el mínimo o aun la pérdida total de la cosecha. Las preocupaciones se concentran además de esto en la carencia de agua para riegos, singularmente para los cultivos leñosos como el olivar, los cítricos o el almendro, ya que en la zona sur del país las reservas de los pantanos no llegan al veinticinco%. En el caso del olivar, la sequía puede dar sitio a otra campaña a la baja —el pasado año fue de solo 1,48 millones de toneladas, en frente de las 1,8 millones de toneladas de 2018— que agudizaría más la situación y proseguiría acrecentando los costes del aceite.

En la mitad norte la situación es algo mejor debido a que el desarrollo de las plantaciones es más tardío, mas la carencia de precipitaciones ya comienza a apreciarse. En Aragón, la Unión de Agricultores apunta que en el Valle del Ebro y Cataluña ya empiezan a tener plantas dañadas. En Castilla y León los cultivos de cereales presentan un aspecto aún saludable, mas asimismo a la espera de las lluvias y muy perjudicados por la crisis de los fertilizantes. (*2*), concluye.

El inconveniente del acceso a los fertilizante por el aumento de costes empezó tras el estallido de la guerra de Ucrania, lo que llevó al Gobierno a diseñar planes de ayuda. El pasado diciembre Agricultura destinó una partida de trescientos millones de euros destinados a costear una parte de este incremento de coste. Estas ayudas, que conforme los datos del Ministerio han llegado a doscientos cincuenta labradores, fijan unos importes por hectárea que van desde los veinte,82 euros para las tierras de secano hasta los cincuenta y dos con seis para las hectáreas de regadío. El plazo para pedirlas continuará abierto hasta el momento en que concluya el mes de abril.

En la zona del levante de España los pozos y el agua proveniente de desalinizadoras son clave para sostener la actividad. En las vegas bajas de Alicante, Juan Marín, presidente del conjunto Proexport, dedicado a la producción y exportación de frutas y hortalizas, estima que con la escasez actual de agua ciertas producciones bajarán más de un cuarenta% y presagia un escenario más grave si no llegan las lluvias de primavera.

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Un ganadero de La Losa (Segovia).PEDRO ARMESTRE (GREENPEACE)

Entre las superficies de cultivos esenciales, el girasol proseguirá en alza debido a que tiene unos gastos de cosecha mas bajos y una mayor resistencia a la carencia de agua. Su cultivo se acrecentó a causa de la guerra de Ucrania y pasó de ocupar seiscientos cincuenta hectáreas a unas ochocientos en dos mil veintidos. En otras producciones como la remolacha, la situación es diferente en todos y cada zona. En Andalucía se sostiene el cultivo con unas 2.000 hectáreas en secano y otras 5.000 de regadíos, si bien estas últimas peligran por la carencia de agua. Por el contrario, en Castilla y León se se sostendrá el desarrollo por sobre las catorce hectáreas, merced a una mayor disponibilidad de agua y por los mayores costes de los mercados.

Se acrecienta el coste de los forrajes

En la actividad ganadera, los efectos de la sequía se aprecian desde la cornisa cantábrica hasta Andalucía. En Cantabria, Rosario Arredondo y su hija María llevan una explotación de vacuno de leche con cien cabezas. Han percibido en los últimos meses unos buenos costes por la leche —hasta los 0,60 euros— que les dejaban cubrir los costos en alza de la producción. Pero escuchan las bajadas anunciadas por las industrias en primavera con preocupación. (*3*). El coste de los forrajes y la alfalfa que comen sus animales ha pasado de 0,48 euros a 0,75 euros por kilogramo y la paja ha pasado de valer 8 céntimos a 15. “Ahora, además, quieren bajar los precios de la leche y todavía algunos se preguntan por qué muchos abandonan”.

En lo que se refiere a la ganadería extensiva, singularmente vacuno y ovino, la situación no es diferente debido a la carencia de pastos, singularmente en la mitad sur de la península. En el caso de la cabaña de vacuno, Asaja Sevilla apunta que en muchas zonas se ven forzados a transportar agua, al haberse secado las charcas que hacía de abrevaderos.

Otro campo muy perjudicado es el del ibérico de bellota, donde la sequía redujo en más de un cuarenta% la producción de yerba y de los frutos de la encina que sirven de comestible a los cerdos. Ambas situaciones provocaron una reducción de animales de entrada en la montanera bajo los seiscientos, y sobre todo, un incremento de los costos por los costes de los cereales, aumentos que difícilmente se van a poder repercutir en los costes de venta frente a la crisis en la demanda.

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