La quema global de comburentes fósiles, el factor clave tras el calentamiento global, va a dejar atrás los incrementos ininterrumpidos desde tiempos inmemoriales para comenzar a caer ya antes de dos mil treinta. Así lo cree, por lo menos, la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que vislumbra un máximo en el uso de fuentes de energía sucias “incluso sin nuevas medidas” contra la urgencia climática. En el escenario de cero emisiones netas en dos mil cincuenta, el más optimista, el descenso debería rondar el veinticinco% en el trascurso de la presente década. Al compás de este menor consumo van a ir las emisiones de dióxido de carbono (CO2), que, tras marcar un nuevo máximo de treinta y siete millones de toneladas en dos mil veintidos, un 1% más que ya antes de la pandemia, comenzarán asimismo la ansiada trayectoria descendiente. Solo así se va a poder el eludir el horizonte más traumático del cambio climático.
La complacencia, no obstante, debe desaparecer del diccionario si se quiere cumplir el ya complicado objetivo de limitar el incremento de la temperatura a uno con cinco grados centígrados con respecto a los niveles de la era preindustrial. “El sector energético está cambiando más rápido de lo que mucha gente cree, pero hay que hacer más. Y el tiempo es corto”, se lee en la icónica plan de actuación anual de la AIE para el ámbito energético, publicada este lunes. Las inversiones en energía limpia deberán pasar de los uno con ocho billones de dólares estadounidenses de dos mil veintitres a unos cuatro con cinco billones al año en dos mil treinta. Un desembolso substancial que, no obstante, “se paga por sí solo gracias el menor gasto en carburantes”.
El organismo, dependiente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), ve posible que la suma de petróleo, gas y lignito pase de suponer las 4 quintas unas partes de la energía que consume el planeta hoy a menos de dos tercios en dos mil treinta y menos de una quinta parte en dos mil cincuenta. Dentro del segmento fósil, la Agencia apunta al lignito —de largo, el más contaminante— como el comburente que más reculará de acá a dos mil treinta, seguido por el petróleo. El gas natural, en cambio, irá a la zaga por 3 motivos: su mayor uso en la industria, su empleo como soporte del sistema eléctrico cuando las renovables y la nuclear no son suficientes para cubrir toda la demanda, y su utilización para producir hidrógeno en combinación con sistemas de atrapa de carbono.
Tres veces más renovables y electrificación
Detrás de esta notable caída en el consumo de comburentes fósiles está, sobre todo, el incremento en la capacidad instalada de renovables, que se tresdoblará de acá a dos mil treinta, hasta superar los once.000 gigavatios (GW) en el mundo entero. Hasta entonces, las fuentes de energía de bajas emisiones medrarán el equivalente “al suministro total de energía en Estados Unidos y Japón en la actualidad”.
El segundo vector está en la electrificación del parque móvil y en el despliegue masivo de las bombas de calor (asimismo conocidas como sistemas de aerotermia) en hogares, empresas y edificios públicos. En el primer caso, su previsión es que dos de cada 3 automóviles matriculados en dos mil treinta así sean a pilas; en el segundo, que el ritmo de desarrollo de las ventas medre a razón de un veinte% anual de acá a dos mil treinta, frente al once% registrado en dos mil veintidos.
Entre los elementos más positivos, la Agencia resalta que la instalación de placas solares y el ritmo de adopción del vehículo eléctrico prosigue la ruta marcada hace un par de años para cumplir los objetivos globales de descarbonización. Y que los incrementos ya anunciados de capacidad en las factorías de paneles fotovoltaicos y de baterías van a ser suficientes para cubrir la demanda prevista en dos mil treinta. Las tecnologías que están hoy libres van a ser capaces, siempre y en todo momento conforme sus cálculos, de aportar más del ochenta% de la reducción de emisiones requeridas entonces.
Ayudas a los países de menor renta
Sin embargo, el ente que encabeza Fatih Birol llama a pisar el acelerador en los países de renta media y baja. “Las políticas actuales sitúan a las economías avanzadas y a China en línea para lograr el 85% de su contribución al objetivo global [de reducción de emisiones], pero se necesitan políticas más fuertes y más apoyo internacional para los países emergentes y en vías de desarrollo”, demanda. En todos y cada uno de los casos, la AIE llama a apresurar la tramitación de proyectos renovables y fortalecer la red: “Para cumplir la meta de cero emisiones netas, las líneas de transmisión y distribución deben medrar en en torno a un par de millones de quilómetros todos los años de acá a 2030″.