La contención de los desequilibrios presupuestarios es un tema recurrente del discute de política económica, y en consecuencia su planteamiento podría parecer retórico. Pese a muchas advertencias, los déficits han ido acumulándose en el último decenio, tanto en periodos expansivos como de recesión, sin dañar la ruta de desarrollo. Incluso se podía mantener su racionalidad, a la luz de los bajos géneros de interés que han predominado hasta hace poco, y que alentaban a endeudarse para invertir. Por otra parte, la parquedad de la temporada de la crisis financiera ha dejado una huella dolorosa que pervive en el subconsciente colectivo.

Esta sensación de inocuidad de la deuda, no obstante, se ha basado en una premisa: el mantenimiento de condiciones de financiación de los Estados extraordinariamente convenientes. Conforme estas condiciones desaparecen en consonancia con el giro copernicano de la política monetaria, el peso de la deuda se patentizará con una intensidad creciente.

Hasta el fin de la era de la exuberancia monetaria, el Banco Central Europeo (BCE) adquirió casi la totalidad de las emisiones netas de deuda. Además, lo hizo a un costo poco a poco más reducido, pudiendo el Tesoro aun cobrar por poner letras y bonos. Con el retorno de la inflación, el banco central no solo ha ido ajustando las clases de interés. También —y sobre todo— se deshace de parte de los títulos públicos en cartera. Y en datas recientes ha mandado un mensaje potente de permanencia de condiciones monetarias más exigentes de lo adelantado en un comienzo. Es decir, está descartado que volvamos de manera rápida a la era de las clases de interés negativos.

Poco a poco, los ahorrativos asimilan el órdago, lo que en la práctica quiere decir que, a políticas incesantes, la carga de intereses se acrecentará implacablemente. Primero, por el hecho de que el déficit ha de financiarse en los mercados a un costo que ronda el cuatro% —un encarecimiento notable en comparación con los valores casi nulos precedentes a la pandemia o aun negativos hace solo un par de años—. Segundo, nos asomamos a un efecto bola de nieve ya que la deuda que llega a vencimiento deberá renovarse en condiciones estropeadas. Desde enero de dos mil veinticuatro, el género de interés de las nuevas emisiones de bonos a diez años va a ser más elevado que su equivalente de hace una década. Hasta ahora ocurría lo opuesto, o sea, la nueva deuda costaba menos que la vieja, moderando los costos financieros del Estado.

El gasto en intereses, que fluctuaba entre veintiocho y treinta y uno millones de euros hasta el año pasado —perpetuando la percepción de ligereza de la deuda—, superará los treinta y nueve millones en dos mil veinticuatro conforme el Plan Presupuestario del Gobierno (Funcas prevé aun mil millones más). En un escenario sin medidas el déficit se sostendrá en cotas elevadas que dejan un margen escaso para encarar un hipotético shock. También se complicaría el cumplimiento de las reglas fiscales europeas, aunque esta es una consideración menor en comparación con la necesidad de sostener un espacio de soberanía para perseguir los objetivos económicos, sociales y medioambientales de este país.

Todavía disponemos de una ventana de ocasión para emprender una ruta de corrección de los desequilibrios. La economía de España es la que más medra entre las grandes de Europa, sostenida por un sólido superávit externo, goza de unas primas de peligro contenidas y se favorece de una nueva ronda de fondos europeos. Las condiciones dejan racionalizar la fiscalidad, tapando orificios que menguan la colecta, y valorar el gasto. Las subvenciones, por poner un ejemplo, se han duplicado hasta el dos% del PIB en pocos años. En Portugal, una acción temprana y equilibrada ha tolerado regresar al equilibrio tras el golpe de la pandemia, sin dañar el desarrollo ni los objetivos sociales. Podemos decantarse por esa vía o ceder al síndrome de la levedad de la deuda.

Tipos de interés

El costo de las nuevas emisiones de deuda pública efectuadas por el Estado de España, o género de interés efectivo medio, ha dejado atrás los valores reducidos del cero con dos% en dos mil diecinueve y el mínimo histórico del -cero con uno% marcado en el año dos mil veintiuno, para superar el desempeño del tres con seis% el mes pasado. No se observaba un género de interés medio efectivo tan elevado desde el ejercicio dos mil doce. El corolario es una elevación del gasto en intereses por la parte de España: se prevé que este gasto alcance en dos mil veinticuatro un importe afín a la totalidad de la inversión efectuada por las administraciones, o el cuarenta% de la colecta de IVA. 

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Mercedes Cruz Ocaña