La geopolítica vuelve a cobrar protagonismo en el escenario económico, esta vez impactando directamente en el panorama de la inflación. A pesar de las expectativas de un 2024 estable en términos de precios, lo que facilitaría la convergencia hacia los objetivos del BCE, ahora se vislumbra un escenario menos benevolente debido al conflicto en el mar Rojo.

A pesar de un cierre en diciembre con un Índice de Precios al Consumidor (IPC) estable y un ligero abaratamiento en alimentos, la intensificación del conflicto entre Israel y Palestina supone una amenaza para la navegación en un área estratégica por donde transita entre el 10% y 20% del comercio mundial de mercancías.

Se estima que el transporte entre Asia y Europa sufrirá retrasos de entre dos y tres semanas, lo que resultará en un encarecimiento de los costes. De prolongarse en el tiempo, este encarecimiento podría interrumpir el proceso de desinflación, generando un impacto en el IPC.

Por otro lado, las hostilidades también podrían desestabilizar los mercados energéticos, ya que algunos de los países involucrados son grandes exportadores de hidrocarburos, lo cual ha comenzado a impactar en los precios del petróleo.

A pesar de la sobreoferta de contenedores, que podría mitigar el impacto del incremento de los tiempos de transporte, el conflicto en el mar Rojo presenta desafíos significativos para la economía mundial y la inflación. En un escenario de tensiones geopolíticas incrementadas, los precios podrían reaccionar, erosionando el poder adquisitivo de los hogares y restringiendo el margen de maniobra del BCE para reducir los tipos de interés.

En términos de inflación, las energías fósiles siguen siendo un punto clave. Se prevé que, en un escenario estable del precio del petróleo, la tasa de inflación media anual sería del 3,2% para el 2024, tres décimas menos que en el pasado ejercicio.

En resumen, el conflicto en el mar Rojo representa un desafío significativo para la economía mundial y la inflación, y su evolución tendrá un impacto directo en el escenario económico global en los próximos meses.

IPC

Las energías fósiles siguen siendo uno de los principales talones de Aquiles de la desinflación. Partiendo de la hipótesis de un precio del petróleo estable en torno a sus niveles actuales, se prevé un incremento del IPC del 3,2% para el conjunto del 2024, tres décimas menos que en el pasado ejercicio. Por su parte, el IPC subyacente (descontando la energía y los alimentos frescos), descendería hasta el 2,9%, menos de la mitad que en 2023. En un escenario en el que el precio del petróleo asciende hasta 100 dólares, la tasa de inflación media anual sería del 3,7%, y la subyacente del 3,3%.

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Mercedes Cruz Ocaña