El Banco Central Europeo (BCE) festeja su 25º aniversario reivindicándose como uno de los mayores jalones de la integración y la soberanía europea. La corporación que candela por resguardar el euro cumple una cuarta parte de siglo en plena guerra por cumplir la esencia de su orden y devolver a la inflación en un medio plazo al dos%. En un acto en el que participó toda la bóveda de la Unión Europea, la presidente del BCE, Christine Lagarde, apuntó cara los grandes desafíos que Fráncfort tiene sobre la mesa: la estabilidad financiera; la transición digital, con el lanzamiento del euro digital en el calendario, y el cambio climático. “El euro ha reforzado nuestra soberanía, lo que nos ha permitido ser dueños de nuestro destino económico y fijar la política monetaria que Europa necesita para mantener los precios estables y crecer de forma sostenida”, ha afirmado.
Cinco quinquenios han bastado a fin de que el BCE se haya afianzado. En ese periodo, se ha curtido con otras tantas crisis: las secuelas de los atentados del once-S, la crisis financiera de dos mil ocho, la de la deuda soberana poco después, una pandemia que paralizó toda la economía y, ahora, el ataque de Rusia a Ucrania. Y bregándose en las crisis, el BCE ha aprendido a utilizar ha utilizado todas y cada una de las armas a su alcance: desde unas compras masivas de deuda y tipos ultrabajos en la década pasada hasta una escalada áspera del costo del dinero desde hace poco menos de un año. El BCE, en palabras del canciller alemán Olaf Scholz, ha sido un “ancla” para la estabilidad. Y Lagarde agradeció el trabajo de sus antecesores: a Wim Duisenberg, que estrenó al cargo, y a Jean-Claude Trichet y Mario Draghi, que acompañaron a la francesa.
En un temporada en la que la Unión Europea batalla por su autonomía estratégica en el planeta, Lagarde destacó el papel del euro como una de las grandes conquistas para la soberanía del bloque comunitario. La jefe del BCE recordó que “la adopción de una política monetaria única a escala europea” deja acrecentar “la independencia de Europa frente a otros grandes actores”. En singular frente al dólar, que en las últimas décadas ha sido capaz de desplegar su dominio. Lagarde explicó que, de no haberse introducido el euro, las monedas de ciertos países que ahora componen la zona del euro “podrían haberse depreciado frente al dólar hasta un 14% más durante la crisis financiera global y hasta un 10% más durante la pandemia”.
La moneda única, conforme Lagarde, ha tolerado que Europa haya marcado su paso independientemente del camino que emprendían otros bancos centrales, en particular la Reserva Federal. La presidente del BCE ha recordado que eso fue “más visible” cuando Washington comenzó “un ciclo de endurecimiento” de la política monetaria en dos mil trece, cuando la zona del euro aún “se estaba recuperando de la crisis de deuda soberana”. “Nuestra independencia en términos de política monetaria nos permitió trazar nuestro propio rumbo y comenzar una recuperación que duró 26 trimestres consecutivos”, aseveró Lagarde, quien añadió: “El euro ha reforzado nuestra soberanía, lo que nos ha permitido ser dueños de nuestro destino económico y fijar la política monetaria que Europa necesita para mantener los precios estables y crecer de forma sostenida”.
“Estabilidad” y “solidaridad” europeas
Lagarde se refirió a otros dos pilares que sostienen el proyecto de la moneda única: primero, la estabilidad, que dejaba que el mercado único “quedara a salvo de las fluctuaciones de los tipos de cambio” y mitigaba los “ataques especulativos” que podrían padecer las monedas nacionales; y segundo, la “solidaridad”, por el hecho de que “el euro se convertiría en el símbolo más poderoso y tangible de la unidad europea que los ciudadanos encontrarían en su vida cotidiana”. “Ha sido un símbolo de unidad en tiempos sumamente difíciles y una motivación para apoyarnos los unos a los otros en los peores momentos”, ha afirmado Lagarde. La zona euro, en los últimos veinticinco años ha pasado de once a veinte miembros, con la integración de Croacia en dos mil veintitres. Y Scholz presagió que en un futuro se unirán más países.
A la “estabilidad”, y asimismo a la “confianza”, se refirió en su alegato el canciller alemán, Olaf Scholz. Sin embargo, coincidió con Lagarde en que ello no quiere decir que el BCE haya llegado a su estación final. Queda mucho por hacer: la unión del mercado de capitales, la del sistema bancario o la lucha contra el cambio climático. Eso sí, Scholz hizo un alegato a fin de que los países retiren ya sus estímulos fiscales. Los gobiernos, afirmó, acompañaron al BCE cuando decidió hacer una política monetaria expansiva con grandes bultos de ayudas y los fondos europeos del Next Generation EU. Y ahora, toca hacer lo opuesto y “ajustar” sus presupuestos. “El éxito no significa que nuestro trabajo haya concluido. Significa que ahora estamos en condiciones de adoptar las mejores decisiones para nuestra unión monetaria, en lugar de para tenerla o no”, concluyó Lagarde.