La flexibilidad es una de las muchas cualidades vitales de los emprendedores exitosos. Ellos comprenden que la era de la rigidez en los negocios es pretérita y nociva. Tienen la visión y comprensión para saber que el mundo de los negocios ahora se reinventa a diario; que ya no hace falta esperar años, décadas o siglos para cambiar paradigmas.
¿Ejemplos? Facebook es uno de los medios más populares del mundo, pero no genera contenidos. Uber es la empresa con mayor cantidad de taxis del planeta, pero no tiene ni un solo auto propio. Airbnb es el proveedor de alojamiento más grande del mundo, pero no posee propiedades. Alibaba es una de las comercializadoras más valiosas y no tiene inventario propio. Órgano no tiene una sola cafetería, pero es el distribuidor de café saludable del mundo. El mundo de los negocios vive en evolución constante y quien no lo comprenda y se adapte, escribe su crónica de una muerte empresarial anunciada personal.
Walter Riso, en su libro «El arte de ser flexible» dice así: “la flexibilidad mental es mucho más que una habilidad o una competencia: es una virtud que define un estilo de vida y permite a las personas adaptarse mejor a las presiones del medio. Una mente abierta tiene más probabilidades de generar cambios constructivos que redunden en una mejor calidad de vida y en la capacidad de afrontar situaciones difíciles”.
Con mentalidad dura ya no se llega a buen puerto. Es central tener una postura flexible y adaptar nuestra estrategia empresarial cada vez que lo requiera. A veces, los emprendedores buscan diferenciarse de la competencia y pasan por alto la enorme ventaja que tienen las startups y pymes por sobre las grandes organizaciones. Las grandes empresas suelen ser como municipalidades privadas, donde cada cambio es un proceso lento y burocrático, mientras que el emprendedor tiene la posibilidad de adaptarse rápidamente a los cambios del mercado. Más aún; puede ser el generador del cambio.
El emprendedor debe ser como la caña, que aunque parezca frágil, es flexible ante los cambios de su entorno. Que las grandes compañías sigan siendo como el roble juega a nuestro favor.
«Cuenta la historia que en el borde de un extenso lago crecieron muy cerca un roble y una caña. Con el tiempo el roble creció fuerte y robusto. Este siempre miraba a la caña y le decía:
– Mira qué pequeña y débil eres. Hasta un simple pajarito es para ti un grave peso; la brisa más ligera, que riza la superficie del agua, te hace bajar la cabeza. En cambio, mírame, mi frente detiene los rayos del sol, desafía también a la tempestad.
A la caña le daba mucha pena ver como el roble se había convertido en un ser presumido y soberbio. Un día llegó una tormenta muy fuerte. Enseguida la caña se dobló, mientras el roble luchaba con todas sus fuerzas para mantenerse en pie
Durante un tiempo lo consiguió, pero el tiempo empeoró y la tormenta se convirtió en un tornado. La fuerza del viento fue tal que arrancó el roble. Cuando el temporal amainó, unos leñadores aparecieron y lo cortaron en unas horas.
La caña, triste por su vecino, pensó:
– Me doblo, pero no me rompo. Qué pena que tanta soberbia y vanidad le hayan llevado hacia tal extremo.»
Marcelo Berenstein
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Bogotá (Colombia), 1989. Apasionado por la investigación y el análisis de temas de interés público. Estudió comunicación social en la Universidad de Bogotá y posteriormente obtuvo una maestría en periodismo investigativo en la Universidad de Medellín. Durante su carrera, ha trabajado en diversos medios de comunicación, tanto impresos como digitales, cubriendo temas de política, economía y sociedad en general. Su gran pasión es el periodismo de investigación, en el cual ha destacado por su habilidad para descubrir información relevante y sacar a la luz temas que a menudo se mantienen ocultos.