Varios equipos de inspectores de Trabajo y Seguridad Social penetraban coordinadamente el pasado noviembre en las sedes madrileñas de las 4 grandes empresas de asesoría —Deloitte, PwC, KPMG y EY— conocidas como las big four. El objetivo era revisar si cumplían con las obligaciones legales en materia de horarios y jornada laboral, incluidas la obligatoriedad de sostener un registro diario de jornada y abonar o compensar las horas extra. La redada sirvió para confirmar lo que era un secreto a voces: jornadas laborales de más de doce y catorce horas por la parte de un buen número de sus empleados que no recibían nada a cambio. Los expedientes finales de esta investigación aún no son oficiales, mas se prevé una liquidación por horas extra no pagadas que podría rondar los setecientos euros y sanciones que podrían ser ejemplares, sobre todo, a fin de que tengan un efecto disuasivo para el resto de las compañías y campos.

Precisamente, este efecto disuasivo , que se amplifica cuando se dan inspecciones con extenso eco en los medios, como en el caso de las big four, está comenzando a hacer mella, y se presenta como una de las causas que hace reducir las prolongaciones de jornada no retribuidas, como reflejan los datos oficiales.

En España se efectuaron entre abril y junio del año vigente 6 millones de horas extra por semana, un nueve% menos en comparación con mismo trimestre del año pasado, conforme la última Encuesta de Población Activa (EPA). La estadística diferencia entre las horas excepcionales pagadas y las que los empleados no cobran. Son estas últimas las que han caído más llamativamente, hasta los dos con cincuenta y siete millones de horas —el nivel más bajo en un segundo trimestre de la serie histórica, que comienza en 2008—, tras probar una fuerte y poco frecuente caída del veintiuno% en comparación con exactamente el mismo periodo de dos mil veintidos. Por el contrario, las horas extra que sí son abonadas medraron un dos con cinco% en el segundo trimestre del año vigente, hasta los tres con cuarenta y cinco millones.

El Ministerio de Trabajo tiene claro el origen de estos resultados: “Vigilar que la legislación se cumpla con el máximo rigor en esta materia es una prioridad absoluta”. De hecho, fuentes ministeriales hacen hincapié en que la Inspección de Trabajo y Seguridad Social está ya empleando con buenos resultados el algoritmo MAX (Más algoritmos para menos horas extra) para advertir los excesos horarios con la mayor eficiencia posible.

En dos mil veintidos, el número de actuaciones de la Inspección de Trabajo en empresas para supervisar los horarios medró un veinte%, hasta las 27.457; el importe de las sanciones por las infracciones encontradas se duplicó, sumando diez con siete millones de euros. En dos mil veintitres, los controles se han reforzado aún más. Solo en los 7 primeros meses del año prácticamente se han efectuado tantas inspecciones como en todo el año pasado: veinte.718 actuaciones en esta materia.

Históricamente, lo frecuente es que haya más horas extra pagadas que no pagadas —en la actualidad son el cincuenta y siete% frente al cuarenta y tres%—, mas ya antes de la ley que pasó a demandar el registro horario en mayo de dos mil diecinueve —algo en lo que se empeñó de manera firme la entonces ministra socialista de Empleo y Seguridad Social, Magdalena Valerio— había trimestres en los que se registraban más horas excepcionales no retribuidas. Esta situación no ha vuelto a acontecer desde el instante en que entró en vigor el registro obligatorio, aunque existen algunos campos en los que sí se han trabajado más horas extra de forma gratuita que pagadas. Es el caso de la información y las comunicaciones; las actividades financieras y de seguros; los servicios profesionales o científicos y técnicos, donde se sitúan las grandes consultoras ya antes citadas.

Alberto, de cuarenta y seis años, ingeniero de telecomunicaciones que trabaja desde prácticamente hace dos décadas para una multinacional tecnológica, describe una de las prácticas que está tras las horas extra no pagadas: “Las horas extra que presentamos los empleados para que nos sean abonadas son casi siempre porque nos han pedido nuestros jefes que las hagamos para llegar a tiempo a la entrega de algún pedido o para arreglar a horas intempestivas alguna avería de sistemas informáticos. Solo los profesionales más cualificados de la empresa pueden pasar las horas extra que ellos estimen, sin que se las pidan los jefes”.

Registros incorrectos

La obligatoriedad del registro de jornada diario tiene como propósito poner negro sobre blanco las horas que efectúan los trabajadores sobre su jornada ordinaria, mas no es tan simple. El registro horario de Alberto, por poner un ejemplo, se hace de forma incorrecta. Firma todos los viernes por la tarde su hora de entrada y salida de toda la semana, poniendo su horario oficial y sin incluir las horas extra por el hecho de que no se las pagarán ni compensar con tiempo libre, explica.

El adjunto a la segregaría de Acción Sindical y Empleo de CC OO, Raúl Olmos, llama la atención sobre el hecho de que, alén de la reciente caída de las horas extra, si las cantidades del segundo trimestre se equiparan con las de dos mil diecinueve, ya antes de la pandemia, el número de horas de más que se efectúan es casi exactamente el mismo. Sin embargo, se han recortado un once% las que no se pagan y han aumentado en exactamente el mismo porcentaje las que se abonan. “Eso es un claro reflejo del efecto de la obligatoriedad del registro horario y de las inspecciones”, apunta el sindicalista. Olmo destaca que el descenso de las horas, sobre todo las no pagadas, es fruto asimismo del efecto composición: han disminuido las horas extra en los dos campos que declaran hacer más, que son la industria (866.900 horas a la semana entre abril y junio, en su mayoría pagadas) y la sanidad (casi 800.000 semanales en el segundo trimestre), que ha reducido a la mitad las horas no cobradas.

Sin embargo, otras fuentes apuntan que la caída de las horas extra en el segundo trimestre, fundamentalmente las no pagadas, no se puede atribuir en solitario a un aumento de los controles de la Inspección, ni a la implantación del registro horario. También responde a una pérdida progresiva del dinamismo del mercado de trabajo, tal y como reflejan los últimos datos estadísticos, que apuntan a un récord de empleo, pero con cierta pérdida de fuelle en la generación de nuevos puestos de trabajo.

Así lo asegura un responsable de Derecho del Trabajo de uno de los bufetes de abogados más importantes de la capital. Explica que cuando se ralentiza la actividad, las horas extra no pagadas son las primeras en caer: “Desde principios de año los laboralistas venimos notando que se empieza a producir un progresivo parón y esto se nota en la disminución de las horas extraordinarias”. Es más, asegura que “la gran bolsa de horas extra sigue estando donde ya estaba antes del registro horario, en las pequeñas empresas. Las grandes, aunque solo sea por eludir responsabilidades, se preocupan más de que no se prolonguen las jornadas ante posibles demandas por el derecho a la desconexión o por problemas de salud mental.

Miguel Ángel Montero, inspector de Trabajo y Seguridad Social y responsable de esta área en el sindicato CSIF, confirma que “la mayor resistencia a llevar de manera correcta un registro horario que evidencie las horas extra está en las pymes, porque en las grandes compañías normalmente son los comités de empresa los que ejercen ese control”. Habitualmente, reconoce este inspector, “las pequeñas empresas o directamente no firman a la entrada y la salida diariamente; o firman ambas al entrar o tienen un registro en A, que es el que enseñan a la Inspección y otro en B”.

Una trabajadora de una peluquería de un céntrico barrio madrileño, que lleva 6 años empleada en el establecimiento, acepta que no hay control. “No se registran en ningún sitio las horas a las que entramos o salimos”, asevera, y tira de sarcasmo para decir que excede su jornada en dos o 3 horas cada semana. “Si me pagaran ahora todas las horas extra que he hecho estos años me podría comprar un coche”.

Pese a que el registro horario aún no es una realidad extendida en todas y cada una de las pequeñas y medianas empresas, si bien sea obligatorio, Montero estima que “la ley fue buena, sobre todo por el efecto disuasorio. Pero requiere mejoras que deberían de pasar por la digitalización obligatoria de los registros”. En su opinión, el paso siguiente sería obligar a que el registro fuera telemático, por el hecho de que suprimiría una parte del fraude que ahora se halla en las inspecciones.

Mercedes Cruz Ocaña