Hace 3 años, persuadí a uno de mis mejores amigos, Drew Reggie, a fin de que dejase su trabajo y se uniera a mi cruzada emprendedora.
Yo había dejado mi trabajo en publicidad apenas unos meses ya antes y me ganaba la vida de forma cómoda como escritor independiente. Él estaba a puntito de concluir su MBA y había expresado meridianamente su falta de entusiasmo por lo que le deparaba el futuro: un trabajo de cubículo bien pagado en una destacada empresa.
«Quiero edificar algo», afirmó. «Ya sabes, con empleados. Y con finanzas. No deseo ser autónomo… deseo edificar una empresa».
«¿Por qué no deseas dar el salto conmigo, entonces?» pregunté, en docenas de ocasiones. «Con el dinero que hemos ahorrado, ¿verdaderamente piensas que no se nos va a ocurrir algo en un año?»
Doce meses después tuvimos un equipo a tiempo completo y una compañía que tiene un éxito que supera nuestros sueños más salvajes. Digital Press, bautizada a lo largo de una de nuestras muchas conversaciones de café en el balcón de un departamento, ha sido nuestro intento de formar a las personas más inteligentes del planeta a fin de que compartan lo que saben.
Trabajamos con directivos generales, empresarios, inversores y capitalistas de peligro esmeradamente escogidos (primordialmente en empresas con ingresos de entre diez y trescientos millones de dólares estadounidenses) a fin de que compartan en Internet sus conocimientos, ganados con tanto esmero. Nada de la espantoso redacción que la mayor parte de las compañías de relaciones públicas venden como perspicacia. Nada de la jerga promocional que absolutamente nadie halla útil. Solo las duras lecciones aprendidas y las historias personales de de qué forma estas personas de éxito las aprendieron.
Así que, como creador, me agradaría compartir ciertas duras lecciones que he aprendido a lo largo del último año, edificando Digital Press desde cero.
Tuve la enorme suerte de tener un guía ya antes de dar el salto emprendedor. Mi amigo y columnista de Inc. Ron Gibori me enseñó más sobre la vida y los negocios de lo que hubiese podido aprender por mi cuenta. Pero aun tras 4 años de tutoría, lo que «sabía» proseguía siendo solo teoría.
Todavía no lo había sentido.
Antes de dar el salto, Ron me dijo: «Cuando todo se vuelve un caos, como creador, debes aportar la calma».
No comprendí lo que significaba eso hasta el momento en que comencé a sentir la realidad de edificar una compañía con los medios de vida de otras personas en juego.
El espíritu emprendedor me ha hecho sentir humilde. Y me da la sensación de que veja a muchos jóvenes creadores, que con frecuencia se lanzan a mudar el planeta solo para sentir el peso de sus aspiraciones cuando se percatan de que no sucede de un día para otro.
La teoría no significa nada hasta el momento en que has estado en las trincheras. Así que, sé apasionado. Propóngase hacer algo grande. Pero recuerda que no lo vas a saber de veras hasta el momento en que puedas decir: «He estado ahí».
Tras un año de emprendimiento, me sorprende lo poco que el planeta emprendedor habla del valor del desarrollo personal.
He hecho mucho en mis treinta años de juventud en esta tierra. Fui jugador profesional en mi adolescencia. Fui fisicoculturista en la universidad. Pero nada, y deseo decir nada, me ha puesto a prueba como el espíritu emprendedor.
A lo largo del primer año, me hallé con instantes en los que me concentraba en el negocio, me perdía de vista a mí, y entonces las cosas de mi vida se derrumbaban. Las relaciones personales. La salud. El bienestar sensible. Todo se resintió, por el hecho de que sentía que mi negocio era mi hijo, y que haría lo que fuera a fin de que tuviese éxito.
Esto no es saludable. Y en los instantes en que presionas demasiado, terminas ocasionando más daño que bien.
Sé que voy a ser empresario el resto de mi vida. Ya no hay vuelta atrás. He alterado por siempre. Pero si hay algo que espero hacer por la comunidad empresarial durante mi viaje, es comenzar diálogos más extensos sobre la relevancia del desarrollo personal mientras que se edifica un negocio.
Si te pierdes a ti en el proceso, tu empresa padecerá.
Tengo la fortuna de contar con otros líderes emprendedores de éxito en mi vida que me han trasmitido palabras de sabiduría. Pero una de las más esenciales (y se aprende rapidísimo como creador de una start-up) es el valor del dinero en efectivo.
Siempre he sido frugal, mas el espíritu empresarial me hizo ver el dinero que tenía como más que una «cuenta de ahorros». El dinero comenzó a tener decenas y decenas de significados: la capacidad de subsistir, la capacidad de crear, el futuro de la propia empresa.
Antes de que se nos ocurriese la idea de Digital Press, comíamos de nuestras cuentas de ahorro. Nos asistíamos mutuamente a cubrir nuestros gastos. Y en el instante en que las cosas encajaron y comenzamos a edificar un negocio rentable, los dos compartíamos la misma mentalidad: «Mantener todo el efectivo posible en la empresa».
Esta es una de esas lecciones de las que oyes charlar, y que aun puedes comprender a nivel teorético, mas no es hasta el momento en que comienzas a agregar empleados, y ves que tu nómina mensual sube y sube, que lo comprendes de veras.
El dinero en efectivo es tu gasolina. No desearás localizarte en la carretera con el depósito vacío.
Un buen inconveniente que tener es un inconveniente de todos modos.
Como empresario, una de las peores cosas que puedes hacer es perseguir demasiados conejos a la vez. He luchado con esto en todos los aspectos de mi vida, porque cuando tienes curiosidad por el mundo quieres explorarlo todo.
Parte de lo que permite que un negocio florezca es la simplicidad. Como me decía otro de mis mentores, Aaron Webber: «La simplicidad es la velocidad».
En los momentos en que intentamos construir en demasiadas direcciones a la vez, fracasamos. Nos sobrecargamos de trabajo. Nos quemamos, incluso nos desanimamos.
Pero cuando fuimos capaces de centrarnos en mejorar una o dos cosas a la vez, volamos.
Esta es una lección que cambió fundamentalmente mi forma de pensar, no sólo en los negocios, sino en todas y cada una las actividades de la vida.
Una cosa a la vez.
Como no parece que mucha gente quiera admitir esto, supongo que lo haré yo.
El espíritu empresarial es solitario. Nadie sabrá lo mucho que trabajas en lo que haces. Nadie te dará el reconocimiento o la «palmadita en la espalda» que crees que mereces. Nadie se sentará allí, animándote, día tras día. Nadie asumirá la culpa cuando metas la pata. Nadie podrá decirte qué dirección es la correcta o la incorrecta.
El espíritu empresarial es solitario por el hecho de que, por definición, significa elegir tu propio camino.
Esto me llevó un tiempo aceptarlo y abordarlo emocionalmente en mi interior. No solo tus esfuerzos no serán reconocidos por la mayoría de las personas de tu vida (al menos en el grado que te gustaría), sino más bien que a cada paso sentirás que estás defraudando a alguien.
Si no estás defraudando a tu pareja por el hecho de que llevas diecisiete horas seguidas trabajando, entonces estás defraudando a tu amigo por no devolverle la llamada, o estás defraudando a tu cofundador por no contestar a un inconveniente suficientemente veloz, o estás defraudando a tus empleados por no lograrles lo que necesitan… o te estás defraudando a ti por no ser capaz de hacerlo todo.
Esta es una de las verdades más duras y brutales del espíritu empresarial: En el proceso de procurar ser grande, fracasarás en prácticamente todo.
¿Y sabes qué? Eso asimismo está bien.
Porque al final del día, todo cuanto puedes hacer es lo mejor que puedas, y después levantarte al día después e procurarlo nuevamente, y nuevamente, y nuevamente.
Bogotá (Colombia), 1989. Apasionado por la investigación y el análisis de temas de interés público. Estudió comunicación social en la Universidad de Bogotá y posteriormente obtuvo una maestría en periodismo investigativo en la Universidad de Medellín. Durante su carrera, ha trabajado en diversos medios de comunicación, tanto impresos como digitales, cubriendo temas de política, economía y sociedad en general. Su gran pasión es el periodismo de investigación, en el cual ha destacado por su habilidad para descubrir información relevante y sacar a la luz temas que a menudo se mantienen ocultos.