Un militante obtiene una fotografía para compartir en redes sociales durante el mitin celebrado por el PSOE en Dos Hermanas (Sevilla) el 18 de junio.
Un componente consigue una foto para compartir en redes sociales a lo largo del mitin festejado por el Partido Socialista en Dos Hermanas (Sevilla) el dieciocho de junio.Alejandro Ruesga

Las campañas ya no son lo que fueron hace veinte años. Las fórmulas de comunicación política han mutado y se han trasladado a otros espacios. Manuel R. Torres, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide y miembro del consejo consultor del Real Instituto Elcano, lo resume: “Los sistemas convencionales, como el mitin, la propaganda y las comunicaciones a través de los medios, han perdido influencia frente a nuevas plataformas”. Varias investigaciones lo confirman. Una de ellas asegura que aun el discute retransmitido por televisión, cuya propuesta de celebración ha centrado los primeros días de precampaña, “no parece cambiar el comportamiento del votante”. Las redes se han transformado en los primordiales medios de difusión, donde triunfan los mensajes sensibles o negativos. Aunque sostienen su hegemonía, la integración de sistemas de moderación para combatir la desinformación, no siempre y en toda circunstancia exitosamente, ha provocado que los bulos se trasladen a aplicaciones de comunicación cifrada, como WhatsApp o Telegram, donde campan sin límites.

“El mitin, en su concepción original, era un espacio abierto para que cualquier interesado conociera las propuestas de un candidato de una forma directa. Eso ya quedó superado hace tiempo y, realmente, son actos de partido a los que solo van los ya convencidos y cuyo propósito es generar algún tipo de material para los informativos y para alimentar las redes sociales. Cada vez tiene más carácter de escenografía”, asevera Torres.

Y no solo el mitin. Ni siquiera el enorme instante electoral que suponía el discute retransmitido por televisión ha subsistido a las nuevas formas de comunicación política, conforme una investigación publicada por la Universidad de Oxford el pasado marzo en The Quarterly Journal of Economics. Sus autores concluyen que las campañas electorales y los debates retransmitidos por televisión tienen poco efecto en los votantes en frente de otras fuentes, entre aquéllas que se incluyen los activistas políticos, redes y amigos, cuyos mensajes tienen más impacto.

“A pesar de todo el interés que generan, la gran audiencia que atraen y los muchos comentarios de los medios que provocan, los debates televisados no parecen cambiar el comportamiento de voto

Caroline Le Pennec y Vincent Pons, universidades de Montreal y Harvard

Tras un análisis de 62 campañas electorales en 10 países, Caroline Le Pennec y Vincent Pons, de las universidades de Montreal y Harvard, han observado que “las preferencias políticas se mantienen notablemente estables a lo largo de la campaña”. Sobre los debates retransmitidos por televisión, los autores observan que, “a pesar de todo el interés que generan, la gran audiencia que atraen y los muchos comentarios de los medios que provocan, no parecen cambiar el comportamiento de voto”.

Torres comparte las conclusiones: “El elector ya ha determinado su voto con bastante antelación, antes de la celebración de esos debates, y el porcentaje de votantes que se siente afectado por los resultados de esos encuentros es cada vez más reducido. También existe cierto consenso en que suelen estar más interesados en debatir aquellos candidatos que parten de una posición de derrota o necesitan aumentar su cuota de conocimiento. Los candidatos con una posición más ventajosa suelen ser más reacios a participar en los debates porque tienen poco que rascar ahí y, en cambio, si se produce algún tipo de incidente, como quedarse en blanco o una mala respuesta, le puede ocasionar un problema considerable”.

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El candidato socialista, Pedro Sánchez, se fotografía con un móvil mientras otros militantes toman imágenes del mitin para compartir en redes.
El aspirante socialista, Pedro Sánchez, se fotografía con un móvil mientras que otros componentes toman imágenes del mitin para compartir en redes.Alejandro Ruesga (Forbes Hispano)

La pérdida de repercusión de la campaña presencial, la publicidad y los medios usuales ha derivado el discute cara las redes, entre aquéllas que resaltan Facebook, Twitter, TikTok y Youtube. Según un reciente estudio encabezado por 3 sicólogos de la Universidad de Columbia y publicado en PNAS, “las redes sociales están a la vanguardia de las campañas políticas modernas”, especialmente, con la polarización ideológica, que favorece el apogeo de las facciones más extremas.

“Los políticos necesitan todos los votos que puedan reunir para alcanzar y mantener mayorías, especialmente, porque los márgenes estrechos pueden decidir las elecciones. En este entorno ultracompetitivo, las plataformas de redes sociales se han convertido en una vía valiosa para que los políticos lleguen a sus electores y para que los electores difundan los mensajes de los políticos”, defienden los autores.

Los mismos estudiosos identifican un inconveniente con este modelo. Ciertos patrones de lenguaje llevan a los usuarios de las redes sociales a amplificar, esto es, a apoyar en público (”favorito”) y compartir (“retuitear”) el contenido político más destructor. Estos patrones no son extraños a la polarización, sino la nutren, ya que los mensajes más triunfantes son aquellos contra los conjuntos contrincantes, los negativos o los que apelan a emociones desfavorables. “Los políticos pueden aumentar sus posibilidades en elecciones muy disputadas al llegar a partidarios de ideas afines y motivarlos a actuar”, concluyen.

Torres coincide en que los contenidos con más capacidad de propagación son negativos, apelan a sentimientos de venganza y rencor y caricaturizan al contrincante. “Eso afecta a la comunicación de los partidos y de los actores políticos y lo vemos hasta en escenarios más propicios para la formalidad, como el Congreso de los Diputados o en los debates televisados”, agrega.

Una militante toma una foto del candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante un mitin en Valencia.
Una componente toma una fotografía del aspirante del PP, Alberto Núñez Feijóo, a lo largo de un mitin en Valencia.MONICA TORRES

En ese medio de proliferación se gestó la viralización de la desinformación, contra las que ciertas plataformas han intentado poner coto con medidas de mediación. Sin embargo, un trabajo difundido el pasado octubre por Global Witness y el conjunto Ciberseguridad para la Democracia, de la Escuela de Ingeniería Tandon (Estados Unidos), estima que “TikTok aprobó el 90% de los anuncios con desinformación electoral engañosa y falsa y Facebook permitió un número significativo de publicidad igualmente inexacta y falsa”.

Youtube, conforme la investigación, sí suprimió estas informaciones. Sin embargo, la política de esta plataforma comienza a mudar, según ha anunciado esta en su blog: “Instituimos una disposición de nuestra política de desinformación electoral centrada en la integridad de las pasadas elecciones presidenciales de los Estados Unidos, en diciembre de 2020. Dos años, decenas de miles de eliminaciones de videos y un ciclo electoral después, es hora de reevaluar los efectos de esta política en el panorama cambiante de hoy. En el entorno actual, encontramos que, si bien la eliminación de este contenido frena cierta información errónea, también podría tener el efecto no deseado de restringir el discurso político sin reducir significativamente el riesgo de violencia u otros daños en el mundo real. Con eso en mente, y con las campañas de 2024 en marcha, dejaremos de eliminar el contenido que promueva afirmaciones falsas de que ocurrieron fraudes, errores o fallos generalizados en las elecciones presidenciales de 2020 y otras elecciones presidenciales pasadas de los Estados Unidos”.

Durante años, hemos visto procesos democráticos clave minados por la desinformación, las patrañas y el odio que se propagan en las plataformas de redes sociales.

Jon Lloyd, consejero de Global Witness,

“Durante años”, conforme Jon Lloyd, consejero de Global Witness, “hemos visto procesos democráticos clave socavados por la desinformación, las mentiras y el odio que se difunden en las plataformas de redes sociales. Las propias empresas incluso afirman reconocer el problema. Pero la investigación muestra que simplemente no están haciendo lo suficiente para detener las amenazas a la democracia que surgen en sus plataformas”.

El catedrático de Ciencia Política piensa que estas plataformas se discuten entre su modelo de negocio (busca de audiencia) y la necesidad de eludir, conforme sus palabras, “un territorio salvaje donde todo este tipo de prácticas nefastas, que son tan perjudiciales para la democracia, puedan desarrollarse”.

Hay un subsuelo de desinformación que no está al alcance de la vista, sin moderadores o la verificación de los cronistas. No sabemos qué se mueve en ese espacio que se comprende que es privado, mas que tiene una gran repercusión para determinar el comportamiento de los ciudadanos

Manuel R. Torres, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide

Aunque no han sido plenamente eficientes, la moderación de contendidos logró que la cantidad de información falsa y exageradamente sesgada redujera entre dos mil dieciseis y dos mil veinte, conforme un análisis del maestro de Ciencia Computacional Boleslaw Szymanski desde los mensajes difundidos por Twitter antes que Elon Musk adquiriese la plataforma.

Sin embargo, a esta minoración de contenidos falsos en plataformas le ha seguido un apogeo de exactamente los mismos mensajes en aplicaciones cifradas y sin moderación, como WhatsApp o Instagram, concebidas en un inicio para la comunicación interpersonal, mas que son usadas como redes sociales.

“Determinados perfiles que distribuyen información falsa de manera sistemática se han visto bloqueados o expulsados y han recurrido a las plataformas que se supone que son de comunicación directa entre usuarios, pero que al final tiene funcionalidades también de distribución masiva o, al menos, de llegar a mucha gente”, explica Manuel R. Torres. “Hay todo un subsuelo de desinformación que no está al alcance de la vista, sin moderadores o la verificación de los periodistas. No sabemos qué se está moviendo en ese espacio que se entiende que es privado, pero que tiene una enorme influencia para determinar el comportamiento de los ciudadanos”, concluye.

Szymanski ha detectado asimismo la proliferación de influencers aparentemente independientes. “Surgieron de la oscuridad”, advierte el maestro, quien estima que estos, “incluso sin enviar noticias falsas y simplemente propagando hechos unilaterales seleccionados, pueden crear un mosaico que no es real”.

En España, la Ley de Comunicación Audiovisual desea regular la actividad de influencers, streamers, tiktokers y youtubers por medio de un registro que deje su seguimiento y si cumplen la obligación de resguardar a la audiencia de contenidos que alienten al odio y la violencia o el acceso a contenidos pornos.

Adrian Cano

Santander (España), 1985. Después de obtener su licenciatura en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, decidió enfocarse en el cine y se matriculó en un programa de posgrado en crítica cinematográfica. Sin, embargo, su pasión por las criptomonedas le llevó a dedicarse al mundo de las finanzas. Le encanta ver películas en su tiempo libre y es un gran admirador del cine clásico. En cuanto a sus gustos personales,  es un gran fanático del fútbol y es seguidor del Real Madrid. Además, ha sido voluntario en varias organizaciones benéficas que trabajan con niños.