Hacía frío, mas cientos y cientos de personas aguardaban desde ya antes del amanecer su turno para adquirir letras del Tesoro. Las largas colas a las puertas del Banco de España fueron el pasado febrero la imagen más atractiva de una realidad: la de los ciudadanos en pos de rentabilidad para sus menguantes ahorros, golpeados por una inflación que no da tregua desde hace un par de años. Las filas —en las que abundaban retirados, menos familiarizados con la operativa tecnológica— han desaparecido por el hecho de que ahora es preciso pedir vez anterior para realizar la operación presencialmente, mas eso no desea decir que el interés haya decrecido: conforme datos recientes, a fines de febrero los particulares tenían siete mil seiscientos trece millones de euros en letras públicas, la cantidad más alta de la historia y más del doble que un mes atrás.
Una gran mayoría gestiona sus solicitudes mediante internet, y el hecho de que los bancos prosigan ofertando retribuciones mínimas prosigue animando el trasvase de fondos cara estos títulos, un cobijo que no evita completamente la pérdida de poder adquisitivo, mas la reduce. Para Ignacio de la Torre, economista jefe de Arcano Partners, su apogeo es lógico. “Son muy líquidas, y al estar remuneradas en general mejor que una cuenta corriente, el impacto erosionador de la inflación en el ahorro se minimiza”. ¿Quiénes son los españoles que optan por este producto financiero? ¿Por qué lo hacen? Tres de ellos explican sus motivaciones.
David Miranda, letrado, cuarenta y nueve años: “El banco no te da nada”
Como sucede con todos y cada uno de los consultados, para el letrado David Miranda, de cuarenta y nueve años, tarraconense establecido en Barcelona, es la primera vez. Nunca ya antes había comprado letras del Tesoro. Su perfil temporal, no obstante, es más corto que el habitual: ha invertido en deuda pública a 3 meses por el hecho de que entonces precisa el capital para abonar a Hacienda el impuesto de la renta. La opción alternativa a esa resolución era dejar el dinero dormido en una cuenta bancaria. Por eso prefirió las letras. “Son bastante seguras, y ahora hay pocas cosas que te den esto. El banco no te da nada”, resume. En los dos razonamientos tiene razón: la idea de que el Estado sea inútil de devolver sus deudas es ya disparatada, y en la última subasta la rentabilidad de las letras a 3 meses superó el tres%.
Miranda efectuó la adquisición mediante su entidad, a la que asevera no abonar demasiadas comisiones. Las letras le semejan una buena opción, mas solo muy puntualmente. No está a favor de adquirirlas en plazos largos. “Piensa que la inflación fue del 8,5% el año pasado, y un inversor debe batir a la inflación”. Por eso, el grueso de sus inversiones en un largo plazo están en activos de más peligro, en concreto en Bolsa, fondos y algo de inmobiliario. “Últimamente ha ido mal, pero la rentabilidad histórica del índice S&P 500 es del 8% anual”, recuerda.
Diego Álvarez, administrativo, cincuenta y cuatro años: “Mejor un 3% que cero”
El santanderense Diego Álvarez usa Twitter como su primordial fuente de información financiera. En la red social se hace llamar @creandocartera, un reflejo de sus interés por el planeta de la inversión. No solo ha comprado deuda pública de España, asimismo alemana. Su banco, Renta cuatro, le deja esa alternativa, y no lo vaciló. “Alemania tiene un 60% de deuda respecto al PIB, casi la mitad que España, y tiene un rating crediticio triple A, mejor que el de España”, justifica. Se enteró de la subida de rentabilidad de las letras por el hecho de que prosigue la actualidad del mercado. “Es difícil batir a la inflación a menos que te metas en Bolsa. Eres consciente de que vas a perder poder adquisitivo, pero mejor recibir un 3% que cero”, afirma pragmático. Si las clases de interés prosiguen subiendo, y con ellos aumenta la rentabilidad, va a doblar su situación en letras, que ahora representa un cinco% de su cartera, diversificada entre Bolsa, renta fija y materias primas.
Se plantea la inversión como un sobresueldo a su sueldo como administrativo. Desde pequeño ha sido una persona ahorrativa, y ahora, dadas las recientes turbulencias financieras en EE UU y la caída de Credit Suisse, le da más confianza adquirir deuda del Estado que confiar su dinero a los bancos. “España tiene mucha deuda, pero si no pasó nada en la crisis aquella de deuda periférica…”.
Alfonso Moya, articulista de Documentación, sesenta y dos años: “Vi las colas hojeando la prensa”
El jiennense Alfonso Moya, de sesenta y dos años, no está nada contento con los bancos. No ofrecen depósitos con rentabilidades atractivas, y piensa que ya no cuidan a los clientes del servicio como otrora. “Cada vez racanean más mientras sus beneficios crecen. Cabrea que den menos servicios. Ya no son bancos, son cajas fuertes donde metes tu cash y no te dan nada a cambio. Con la inflación me descapitalizo igual que teniéndolo en una caja fuerte”, equipara. Redactor en un departamento de Documentación, se define como un inversor conservador, de los que prefieren dormir apacible a pegar un pelotazo que cambie su cuenta bancaria de la noche a la mañana. “No me gusta la Bolsa porque te obliga a estar pendiente día a día”, explica. Moya afirma que se enteró por los medios del bum de las letras, y decidió unirse a la tendencia. “En febrero empecé a ver las colas hojeando la prensa, y pensé: “cuando la gente mayor se mete en estos fregaos tiene que haber algo”. Entonces vi que daban el tres% de rentabilidad”.
Desde entonces ha ido entrando en todas y cada una de las subastas, al comienzo con cinco.000 euros en todos y cada una, entonces con diez, y ha rechazado ofertas de su entidad de finanzas. “Me llamó la semana pasada el del banco para ver si quería invertir en algo. Le dije: mira mis movimientos, yo estoy moviendo mi dinero, vosotros me ofrecéis seguros que no quiero para nada, las letras son como mi banco público”. La contraoferta de retribuir su cuenta un 1% tampoco le complació. “Le dije: de qué me estás hablando, si las letras me dan el 3%”. En su caso, adquirió la deuda pública usando su certificado digital. “En las de seis meses me han ingresado 80 euros a cambio de invertir 5.000, y en las 12 meses, 150 euros, cuando mi banco me da 2 o 3 míseros euros”. Si de súbito la banca cambiara de estrategia y entrase en una guerra de depósitos que hiciese repuntar la rentabilidad, Moya volvería con ellos. “Me arrimo al sol que más calienta”, reconoce.