La productividad es un elemento clave que impulsa el crecimiento económico y el bienestar de las sociedades. Por ende, resulta vital analizar qué factores la estimulan y cómo se puede actuar sobre ellos. Para ello, el Instituto de Productividad está llevando a cabo un ambicioso proyecto que busca identificar las políticas efectivas—y también las que han fracasado—basándose en las experiencias de 17 países de cuatro continentes, excluyendo África, desde los años cincuenta hasta la actualidad.
Políticas que Transforman el Crecimiento
Dentro de las estrategias más significativas, destaca la expansión educativa desde la enseñanza primaria hasta la postsecundaria. Este enfoque ha permitido que la población adquiera las competencias necesarias para aprovechar los avances tecnológicos y las nuevas formas de empleo que surgen. Además, la apertura de las economías al comercio internacional y la inversión ha ampliado los mercados, facilitando la difusión del progreso técnico, intensificando la competencia y favoreciendo la especialización.
Otro aspecto clave ha sido la inversión pública en infraestructuras, que ha contribuido a conectar países y crear oportunidades económicas. Asimismo, el apoyo a la ciencia y la innovación ha generado conocimientos fundamentales que han sido la base para innovaciones en múltiples sectores. Estas políticas impulsaron un crecimiento de la productividad que ya se beneficiaba del auge posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando muchas naciones pudieron aprovechar la tecnología y el enfoque de gestión de Estados Unidos.
Desafíos Actuales y Futuras Oportunidades
Hoy en día, el panorama es más complicado. El incremento de la productividad en las economías avanzadas se ha desacelerado en las últimas décadas, y las economías emergentes también enfrentan dificultades. La economía mundial atraviesa desafíos significativos, como el envejecimiento de la población, la reducción de la globalización y restricciones fiscales en varios países. Además, hay crecientes preocupaciones sobre el estado de la competencia, especialmente con el dominio de las grandes corporaciones, que podrían marginar a las pequeñas empresas y sus trabajadores.
Implementar políticas efectivas se ha vuelto más complejo. Estrategias que antes eran fundamentales, como la educación y la formación, necesitan evolucionar. Ahora, no solo es necesario incrementar la cantidad de educación, sino también garantizar su calidad y fomentar el aprendizaje continuo. De igual manera, la inversión pública, que históricamente ha sido un motor de la productividad, se ve actualmente limitada por costos y regulaciones restrictivas.
Sin embargo, las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, ofrecen un rayo de esperanza. Se espera que fortalezcan la eficiencia, impulsen la innovación y generen empleo, especialmente en el sector tecnológico. Asimismo, aunque el cambio climático plantea retos enormes, también abre puertas a oportunidades en el ámbito de las energías renovables.
Hacia un Futuro Más Productivo
Si bien el pasado puede iluminar nuestro camino, no garantiza el futuro. No obstante, subraya la importancia de invertir en personas, innovación e infraestructura, así como de mantener mercados abiertos y competitivos. Aunque es improbable que recuperemos las tasas de crecimiento acelerado de las décadas de los cincuenta y sesenta, cada pequeño aumento en productividad contribuye a mejorar salarios y bienestar.
Cada nación tiene la posibilidad de beneficiarse de una agenda estratégica centrada en la productividad, que aborde áreas como la inversión en diversos activos y sectores, desarrollo de habilidades, innovación, regulación y competencia. La productividad es esencial, y es un tema que no debe dejarse de lado en el discurso político si aspiramos a preservar y mejorar los logros alcanzados hasta ahora.
Autores: Matilde Mas (Ivie, Universitat de València) y Dirk Pilat (Ivie, The Productivity Institute).
