“A ver, confiesa, ¿lo pagas?”, fue el primer mensaje que recibí, de una jefaza del periódico. Era la noche de los sellos azules caídos, el jueves pasado, cuando Elon Musk dio la orden de purgar el simbolito de las cuentas verificadas. Yo era uno de aquellos: hace múltiples años, pasé por un proceso que dejase claro, en público, que ese @javisalas de Twitter es este que escribe en Forbes Hispano. Ahora, al caer los sellos verificados, solo quedamos con check azul los simples que pagamos.

Por eso, desde ese momento, no he dejado de percibir mensajes de este tipo: “Sabemos que has pagado el azul, Javi, no te hagas el distraído”. Por suerte, todos por privado, prudentemente. Nadie me lo ha reprochado públicamente y creo que esa es la clave: todo el planeta sabe que es un estigma. Salvo que seas fan de Elon y sus andaduras, ese sello es hoy como una letra escarlata de deshonra y vergüenza públicas. Contar con el blue check no es abonar por el servicio (entonces charlamos del servicio), es tomar parte por todas y cada una de las declaraciones —y decisiones— tóxicas de Musk desde el momento en que tomó las bridas de Twitter cargando con un lavatorio.

No nos hagamos trampas al solitario: Musk abordó la plataforma persuadido de que la izquierda woke está acallando a la derecha política. Y el magnate trabaja de verdad para darle altífono a gente de derechas, si bien sean neonazis o empleen Twitter para propagar patrañas peligrosas que desemboquen en golpes de Estado, como Donald Trump. La actitud de Musk ya sería discutida en un planeta ideal y reflexivo; en este planeta de polarización desbocada y guerras culturales, su figura se ha transformado en una trinchera. Azuzar esas batallas ha sido su política empresarial desde el momento en que pagó cuarenta y cuatro millones de dólares estadounidenses por Twitter, en una jugada profesora digna de estudiarse en escuelas de negocios: la compañía ya no vale ni la mitad de lo que pagó y ha transformado su producto estrella en una letra escarlata, en la marca deshonrosa que absolutamente nadie desea lucir.

En Twitter se luce con orgullo no tener sello azul. Es un honor haber perdido la verificación. Por eso, en otra resolución comercial digna de Nobel de Economía, Musk ha decidido castigar con el sello a personalidades que afirmaron explícitamente que no lo querían. Autores como Neil Gaiman o Stephen King, la rapera Doja Cat o el atleta LeBron James, desean que sepamos que no pagan. De las más de cuatrocientos cuentas verificadas que había ya antes, ni el cinco% ha decidido pagar por sostener ese sello, conforme la auditoría del desarrollador Travis Brown. Y solo un puñado residual desde la noche de los sellos caídos, exactamente el mismo día en que hizo explotar de manera exitosa un cohete en los cielos texanos. Incluso hay una campaña para bloquear a los usuarios con sello, un sabotaje que amedrenta a las cuentas comerciales que procuran, legítimamente, prosperar su visibilidad.

Por Lavapiés en fachaleco

Yo tengo disculpa, le digo a todo el que se mofa de mí: llevo pagando múltiples semanas para poder redactar esto, contarles de qué manera se vive con Twitter de pago. Pero eso la gente no lo sabe; por eso, me da vergüenza utilizar ciertos servicios que me delatarían, como redactar tweets de más de doscientos ochenta caracteres. Sería como salir por Lavapiés con fachaleco, mocasines y pulserita rojigualda; o darte una vuelta por la entrega de los Oscars con la conocida visera MAGA. ¿Qué otros servicios tengo a mi predisposición a cambio de ocho euros (once euros desde la app)? Te deja ver qué artículos son muy compartidos entre las personas que prosigues y las que estas siguen; deja editar tweets, mas solo a lo largo de treinta minutos (en ocasiones tardas en darte cuenta de la errata) y jamás en hilos (sobre todo tuiteo hilos); tarda en mandar tus tweets, por si te quieres arrepentir; y deja ponerle colorinchis al icono de la app. ¿Eso vale ocho euros al mes?

Los tuiteros se ríen de los subscriptores pues, realmente, es absurdo hacerlo. Es abonar por hacerle la pelota a Elon. De hecho, tiene prácticamente 25.000 suscriptores de su cuenta, esto es, gente que paga por contenido exclusivo de Elon (le obsequian 100.000 dólares al mes, vaya). Además, Twitter ahora le ha regalado el check azul a incontables cuentas de más de un millón de seguidores, desvalorizando el valor del pago genuino. Algo que ha enojado aun a los entusiastas de Musk pues, claro, pagan por algo que le obsequia aun a los wokes (si bien lo haga para chincharles).

Dando una vuelta por la tuitesfera de España veo con sello azul a Arturo Pérez Reverte, a políticos de Vox, influencers y memes de extrema derecha, cuentas de parafernalia militar, coaches de emprendimiento y negocios de internet. Y después, un montón de cuentas de autoayuda estoicista y machirula: El hombre superior, Disciplina de la masculinidad, El estoico, Valor mental, Mentalidad de éxito. Uno puede cruzar la península Ibérica saltando, sin pisar el suelo, sobre cuentas de machotes heridos y machotes débiles. Pero es que asimismo están verificados Najwa Nimri, Pablo Iglesias y Manuela Carmena. ¿Cuál es el inconveniente? Que absolutamente nadie sabe si las celebrities pagan o se lo pagan. ¿Y por qué no hago mi trabajo y le pregunto a Twitter, se va a preguntar ? Porque Musk ha cerrado la oficina de comunicación y si escribes a su correo electrónico de prensa, responden de forma automática con un emoji de caca (?).

Por supuesto, volvieron a aparecer los inconvenientes derivados de contrastar cuentas que no merecen verificación: neonazis verificados y el Museo de Auschwitz sin verificar; cuentas falsas del Ejército de Sudán con sello azul que generan desinformación sobre el conflicto; blue check para usuarios fallecidos que no lo han pedido, como Kobe Bryant o el cronista asesinado Jamal Khashoggi; se verificó una cuenta falsa de Disney que tuitea burradas racistas; se retiró el sello a los grandes medios y ahora se lo ha devuelto, mas solo a ciertos. Todo este caos, además de esto, podría tener consecuencias legales pues al final se están efectuando falsos reclamos comerciales.

Por eso afirmaba ya antes lo de panoli, pues es abonar por declarar en público que eres fan de Musk y que aspiras a tener más visibilidad de la justa. Por eso, Musk ha tuiteado hoy mismo que los del sello azul seremos “priorizados”. ¿Qué desea decir eso? Ahora ya da lo mismo. Twitter tenía muchas flaquezas y no dejábamos de denunciarlas, mas ahora, si solo veremos a los entusiastas de Elon, no va a ser el sitio influyente que fue. Y no deseo que se rían más de mí, pues es para lo único que me ha servido.

Puedes proseguir a Forbes Hispano Tecnología en Facebook y Twitter o apuntarte acá para percibir nuestra newsletter semanal.

Adrian Cano

Santander (España), 1985. Después de obtener su licenciatura en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, decidió enfocarse en el cine y se matriculó en un programa de posgrado en crítica cinematográfica. Sin, embargo, su pasión por las criptomonedas le llevó a dedicarse al mundo de las finanzas. Le encanta ver películas en su tiempo libre y es un gran admirador del cine clásico. En cuanto a sus gustos personales,  es un gran fanático del fútbol y es seguidor del Real Madrid. Además, ha sido voluntario en varias organizaciones benéficas que trabajan con niños.