La adicción y el hábito: diferencias clave que debemos entender
En la actualidad, hablar de adicción parece estar de moda, especialmente cuando se trata del uso de redes sociales. Sin embargo, es crucial distinguir entre lo que realmente significa ser adicto y lo que simplemente es un hábito. La adicción implica una pérdida de control sobre el consumo y síntomas de abstinencia cuando no se puede acceder a la sustancia o actividad deseada. Por otro lado, el hábito se refiere a la repetición frecuente de una conducta sin necesariamente necesitarla.
Un estudio reciente publicado en Revista Emprendimiento analiza estos conceptos en un grupo de 1.204 adultos que utilizan Instagram. Los hallazgos revelan que, aunque el 18% de los participantes se consideran adictos, solo un 5% realmente cree tener una dependencia clínica; y tan solo un 2% presenta síntomas claros de un trastorno.
La percepción de la adicción digital
Ian Anderson, investigador de la neurociencia computacional en el Instituto de Tecnología de California, y Wendy Wood, psicóloga en la Universidad de Southern California, realizaron un análisis detallado de cómo los individuos se autoevalúan frente al uso de redes sociales. Sus conclusiones son reveladoras: la noción de “adicción digital” podría ser más un mito que una realidad clínica. Anderson sostiene que lo que muchos consideran adicción es, en numerosos casos, una simple rutina que se puede cambiar.
Los investigadores apuntan que el uso recurrente del término «adicción» en más de 5,000 publicaciones crea una percepción errónea del uso de redes sociales, incitando a los usuarios a sentir culpa y falta de control. En la mayoría de los casos, se trata simplemente de hábitos que se forman mediante el uso repetido de las plataformas.
Redes sociales: del hábito a la compulsión
El estudio también destaca que el 98% de los usuarios frecuentes en redes muestran patrones cognitivos relacionados con su uso. Este aprendizaje de hábitos puede ser un primer paso hacia una adicción, ya que un uso excesivo puede activar mecanismos fisiológicos y psicológicos que generan la necesidad de una mayor frecuencia de uso.
Aunque un 2% de los usuarios podría ser considerado en riesgo de adicción, esto no significa que todos ellos cumplan con el estándar clínico de dependencia. Anderson y Wood subrayan que el verdadero número de personas verdaderamente adictas es probablemente mucho menor.
Los autores sugieren que en lugar de aplicar tratamientos diseñados para adicciones a sustancias, sería más efectivo implementar estrategias para cambiar hábitos. Algunas técnicas incluyen desactivar notificaciones, guardar el móvil fuera de la vista y sustituir el tiempo en redes sociales por actividades más productivas.
Reflexiones finales sobre el uso de redes sociales
Es importante mencionar que el impacto del uso de redes sociales varía entre diferentes grupos demográficos. En el caso de los jóvenes, un estudio de la Organización Mundial de la Salud revela que un 11% de los menores ve afectadas su vida diaria por el uso de dispositivos electrónicos. Por otro lado, un 32% podría estar en riesgo de desarrollar un uso problemático.
Francisco José Rivera, catedrático de la Universidad de Sevilla y coautor de investigaciones similares, destaca que la utilización excesiva de pantallas puede llevar a posibles problemas de concentración y una alteración en los patrones de sueño. Sin embargo, también señala que las redes pueden actuar como un recurso valioso para contrarrestar la soledad o mejorar la salud mental.
Así, en este debate sobre la adicción y el hábito, resulta esencial recordar que el uso de redes sociales no siempre tiene connotaciones negativas; su impacto depende en gran medida de cómo y con qué propósito se utilizan. La clave está en encontrar un equilibrio que beneficie a los usuarios y les permita disfrutar de sus ventajas sin caer en la trampa del uso excesivo.
