Las autoridades comerciales de Estados Unidos han viajado a Bruselas con un mensaje directo: para resolver el conflicto de los aranceles al acero y aluminio, que actualmente alcanzan un 50%, la Unión Europea (UE) deberá reconsiderar sus regulaciones digitales. El secretario de Comercio, Howard Lutnick, expresó que las normas impuestas a las grandes empresas tecnológicas americanas son un obstáculo. “Sugerimos que la UE evalúe sus normativas digitales y busque un equilibrio. Si logramos eso, estaremos listos para discutir los aranceles sobre el acero”, afirmó.
En el mismo encuentro, el comisario europeo Maros Sefcovic intentó apaciguar las tensiones al aclarar que las leyes europeas no están diseñadas para discriminar a las empresas de EE. UU. Resaltó que este es un punto que Washington desea abordar, pero fuentes en Bruselas aclaran que no existe un vínculo entre los aranceles y las leyes digitales. La vicepresidenta de la Comisión, Teresa Ribera, dejó claro que “el reglamento digital europeo no está sujeto a negociación; se han establecido para garantizar mercados justos y proteger los derechos de los consumidores”.
Además de abordar la cuestión de los aranceles, Lutnick también insinuó que, si se suavizan las normas europeas sobre internet, las grandes tecnológicas estadounidenses podrían invertir hasta un billón de dólares en Europa. Este deseo por un cambio en la regulación digital no es nuevo; desde el regreso de Trump a la Casa Blanca, Washington ha hecho hincapié en la necesidad de que la UE revise su reglamento de servicios digitales (DSA) y de mercados digitales (DMA).
Recientemente, EE. UU. y la UE alcanzaron un acuerdo comercial que, a ojos de muchos, fue desigual. Estados Unidos impuso un arancel genérico del 15%, mientras que logró la reducción de tarifas aduaneras en varios productos agrícolas, dejando fuera el acero y el aluminio. Actualmente, ambas partes están en la fase de implementación de este acuerdo, con la Comisión Europea ya trabajando en los textos legales para ajustar las tasas de los productos agrícolas, aunque aún falta la aprobación del Consejo y el Parlamento.
El ministro español de Economía y Comercio, Carlos Cuerpo, destacó que el foco está en implementar el acuerdo, pero las incertidumbres persisten, especialmente en el sector del acero. La UE desea centrar sus esfuerzos en la sobrecapacidad de producción global, especialmente en China, e insiste en la reducción del 50% en los aranceles, además de evitar que productos derivados del acero permanezcan bajo esta alta tasa.
Sin embargo, la administración Trump continúa exigiendo un alivio en la presión sobre los grandes gigantes tecnológicos, tanto en términos de regulación como en casos específicos. Aunque la UE no rechaza el diálogo, se recuerda que “Europa tiene el derecho soberano de legislar”.
En otro momento de su visita, Lutnick y Greer se reunieron bilateralmente con Cuerpo, quien aprovechó la ocasión para plantear la necesidad de resolver los problemas en el mercado del acero y solicitar una exención arancelaria para el aceite de oliva que se exporta a EE. UU. Según el ministro, solo el 2% del aceite de oliva en el mercado estadounidense se produce localmente, por lo que eliminar esta tasa podría resultar en precios más bajos para los consumidores norteamericanos.
