La misma semana que España recibía el visto bueno de la Comisión Europea a su petición del tercer pago pertinente a su plan de restauración el Consejo de la UE aprobaba la reforma del plan alemán sin que Berlín haya pedido aún desembolso alguno. Pasó a mitad de febrero. Unas semanas después, exactamente el mismo Consejo dio luz verde a la trasferencia de 6.000 millones a Madrid días tras admitir las enmiendas al plan finés. Ambos ejemplos sirven para ilustrar la distinta necesidad y emergencia con que los países del norte y del sur encaran el desarrollo del Fondo de Recuperación para salir de la crisis provocada por la pandemia. Algo que asimismo se patentiza con otro hecho: hasta el momento solo Letonia, entre aquéllos que pueden considerarse países del norte de la UE, ha recibido un primer pago oficial de la mayor herramienta de inversión creada por los Veintisiete en su historia, setecientos veintitres mil ochocientos millones de euros en subvenciones y créditos.

Esta fotografía cambiará seguramente en las próximas semanas. Dinamarca ya recibió el aprobado del Ejecutivo comunitario a la petición de cobrar el pago pertinente al primer tramo de su plan. Pronto va a pasar el filtro del Consejo y el dinero va a llegar a Copenhague, trescientos uno millones. Lo mismo va a suceder pronto con Austria, cuya primera petición está en exactamente la misma situación que la danesa. Algo diferente es el escenario de Lituania. Con este país báltico se va a estrenar la metodología de pagos parciales para el Fondo aprobada por la Comisión el veintiuno de febrero. Justo una semana después, informó de que la cantidad a cobrar por Vilna sería menos de los quinientos ochenta y cinco millones de euros previstos para el primer tramo.

Cuando estos formalismos se completen, muy probablemente este mes, la cantidad pagada por Bruselas a las capitales pertinente al Fondo de Recuperación va a aumentar. Hasta ahora ha transferido ciento cincuenta y mil setecientos setenta millones, como resaltó hace algunos días la propia presidente de la Comisión, Ursula von der Leyen. La gran mayoría de ese dinero ha ido a Madrid y Roma, en conjunto 103.929 millones, o lo que es lo mismo, casi el 70%. Ese dato también apuntala la tesis del diferente interés y urgencia entre los países del norte y del sur.

El propio diseño y reparto previsto entre los socios comunitarios del Fondo de Recuperación va en esa línea. Se creó para ayudar a los países a salir de la profunda crisis económica que provocó la pandemia de la covid-19. Y no de igual forma. Para los más damnificados, hay más dinero; para los menos damnificados, menos. Por eso España, el país cuya economía más cayó y que todavía no ha vuelto a los niveles de PIB previo, tiene preadjudicados 161.700 millones (77.700 en subvenciones y 84.000 en créditos) e Italia 191.402 millones (68.800 en subvenciones y 122.600 en créditos).

También hay otro elemento a tener en cuenta. Los países del sur, en los que también se puede incluir a Portugal, Grecia o Francia, tienen menos margen fiscal que los del norte. Sus deudas públicas superan con holgura una cantidad equivalente al 100% de su PIB. Grecia, incluso, llega al 178%. Al otro lado del mapa, Suecia o Países Bajos están por debajo del 50%.

Precisamente, estos dos países fueron los últimos en presentar sus planes de recuperación en Bruselas sin que mediara problema político de gravedad, como en el caso de Polonia y Hungría. El principal motivo que dilató la petición de La Haya fueron las elecciones que se celebraron a finales de 2021 y las prolongadas conversaciones entre los partidos para llegar a formar Gobierno. Una vez se puso en marcha el nuevo Ejecutivo de Mark Rutte unos meses después remitió su plan y en otoño recibió el aprobado.

La demora en presentar el plan de Países Bajos, Suecia, Polonia y Hungría, en los dos últimos casos por el deterioro del Estado de derecho, provocó que ninguno de este cuarteto haya recibido el dinero de la prefinanciación que se debía cobrar cuando un plan nacional recibía la aprobación. En cambio, otros países que no han puesto en marcha sus programas y, por tanto, no han presentado solicitudes de ingresos sí que han obtenido esos recursos. Serían los casos, por ejemplo, de Alemania, Finlandia o Estonia. Los 3 han cambiado sus planteamientos ya antes siquiera de comenzar a desplegarlos sobre el terreno: Berlín hizo los cambios para retrasar unas inversiones previstas en la digitalización del tren y alterar un programa de investigación de vacunas: Helsinki se vio forzada a la revisión tras la actualización de las cantidades terminantes que correspondían a cada país; Estonia, por su lado, lo ha hecho por la crisis ocasionada por la guerra.

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Adrian Cano

Santander (España), 1985. Después de obtener su licenciatura en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, decidió enfocarse en el cine y se matriculó en un programa de posgrado en crítica cinematográfica. Sin, embargo, su pasión por las criptomonedas le llevó a dedicarse al mundo de las finanzas. Le encanta ver películas en su tiempo libre y es un gran admirador del cine clásico. En cuanto a sus gustos personales,  es un gran fanático del fútbol y es seguidor del Real Madrid. Además, ha sido voluntario en varias organizaciones benéficas que trabajan con niños.