En un instante silencioso, mientras se desplazaba en un ascensor, Sonia Díez llegó a una revelación profunda que cambiaría su vida y su visión sobre la educación. Pronto cumpliría 59 años y, tras una extensa trayectoria en el ámbito educativo—como alumna, madre, docente y fundadora de escuelas—, comprendió que era hora de desafiar el modelo actual. «La escuela, tal como la conocemos, ya no es suficiente», se dijo.
Un llamado a la transformación educativa
De esta reflexión personal surge El fin de la educación tal y como la conocemos (Medialuna, 2025), un libro que aborda la enseñanza con honestidad y amor. En sus páginas, Díez, presidenta de la Fundación Ítaca y del Comité Científico de la Cátedra EducAcción de la UAM, no se aferra a la nostalgia. Más bien, observa la desconexión, la ansiedad y la falta de propósito que afectan tanto a alumnos como a docentes, al tiempo que celebra las iniciativas innovadoras que ya están surgiendo en algunas escuelas.
Díez sostiene que no se requieren más reformas superficiales, sino una transformación radical que contemple lo emocional y social. Propone una educación en la que se valore la identidad de cada estudiante, donde se fomente su bienestar emocional y donde aprender no sea una lucha. Esto implica crear un ambiente donde se priorice el cuidado y no se trate la enseñanza como un acto de resistencia.
Perspectivas preocupantes sobre la educación
Al ser preguntada sobre la situación actual del modelo educativo, Díez comparte que este se encuentra en crisis por tres razones: 1) no forma a los jóvenes para enfrentar un mundo en constante cambio; 2) no promueve su bienestar, contribuyendo a un deterioro de la salud mental; y 3) no logra cultivar el amor por el aprendizaje. Destaca que el bienestar no debe ser un añadido en el horario escolar, sino el eje central de la experiencia educativa.
Para lograrlo, es crucial repensar las relaciones dentro del centro educativo: cómo se enseña, se evalúa y se acompaña. Las escuelas centradas en el bienestar no solo reducen la ansiedad, sino que también logran mejores resultados académicos.
El papel esencial de los docentes
Díez enfatiza que la transformación educativa debe involucrar a los docentes. Estos no solo deben ser transmisores de conocimiento, sino gestores de experiencias de aprendizaje que integren emoción, ética y tecnología. La invitación es a empoderar a los maestros, liberándolos de las cargas burocráticas y dotándolos de un entorno donde puedan innovar y colaborar.
Es fundamental también cuestionar la rigidez de los horarios y las aulas tradicionales. Propone que la educación debe adaptarse a lo que realmente ayuda a aprender, creando espacios que fomenten la creatividad y el vínculo humano. Solo así se puede dar significado al aprendizaje, relacionándolo con la vida real de cada alumno.
Enfrentando el desafío emocional en el aula
La realidad es innegable: el bienestar emocional es central para cualquier misión educativa. Hoy, tanto alumnos como docentes enfrentan niveles de ansiedad, estrés y desmotivación que afectan el aprendizaje. La solución, según Díez, pasa por integrar servicios de atención mental y psicológica que se vinculen a la comunidad educativa.
Por último, reflexionando sobre el impacto de la inteligencia artificial (IA) en la educación, Díez sostiene que no reemplazará a los docentes, sino que reafirmará su papel esencial. Los educadores deben centrarse en formar pensadores críticos, capaces de navegar en un mundo saturado de información. La formación docente debe evolucionar para incluir no solo el uso ético de la IA, sino también la esencia del cuidado y la relación humana en el aula.
La importancia de la conciencia ecosocial
Al concluir, Díez resalta la necesidad de fomentar una conciencia ecosocial dentro de las aulas. Esta implica preparar a los alumnos no solo para cuidar de sí mismos, sino también del planeta y de la comunidad. La educación debe convertirse en una herramienta que ayude a los jóvenes a convertirse en ciudadanos activos y responsables, dispuestos a cooperar en lugar de competir.
Así, el mensaje de El fin de la educación tal y como la conocemos es claro: la transformación del sistema educativo debe ser radical y centrada en el ser humano, para dar paso a un futuro en el que aprender sea un viaje enriquecedor y significativo.
