No hay una receta mágica para invertir; la estrategia adecuada varía de persona a persona y uno de los factores más influyentes es la edad. A medida que avanzamos en nuestras vidas, nuestras prioridades, tolerancia al riesgo y capacidad para enfrentar pérdidas cambian. Comprender cómo adaptar nuestras decisiones financieras a cada etapa de la vida es vital para construir un patrimonio sólido y sostenible. Expertos del proyecto «Inversión libre de mitos» de ING ofrecen una mirada clara sobre este tema.
### El poder del tiempo en la juventud
Los primeros años son, por lo general, los más propicios para asumir riesgos financieros, según Ignacio Menéndez, responsable de análisis de mercados en ING. Ser joven significa tener menos responsabilidades familiares y la ventaja de contar con tiempo. Esto se traduce en una mayor tolerancia al riesgo, orientada a conseguir rendimientos significativos a largo plazo, a pesar de los posibles altibajos en el camino.
Sin embargo, el tiempo no es lo único que se necesita; la diversificación es fundamental. Menéndez recomienda los fondos de inversión y los ETFs (Exchange Traded Funds), que permiten replicar el comportamiento de mercados internacionales y se compran y venden en la bolsa como acciones, brindando flexibilidad y diversidad.
Una fórmula útil para identificar el riesgo apropiado en función de la edad es la «regla del 120». Esta metodología consiste en restar la edad del inversor a 120 para determinar el porcentaje de inversión en renta variable. Por ejemplo, una persona de 80 años debería invertir un 40% en renta variable.
### Etapas intermedias: prudencia y objetivos claros
Al avanzar en la vida, el perfil de riesgo tiende a estabilizarse. En este periodo, surgen responsabilidades familiares y proyectos a mediano plazo, como comprar una casa o financiar la educación de los hijos. La estabilidad financiera se vuelve crucial, pero los objetivos personales son igual de importantes. Un matrimonio joven que ahorra para la entrada de un hogar, por ejemplo, no puede arriesgarse a sufrir grandes pérdidas, mientras que alguien mayor que busca invertir para heredar a sus hijos puede tener más margen para asumir riesgos.
El nivel de conocimiento financiero también es determinante. Los inversores experimentados están mejor preparados para entender los ciclos del mercado y evitar decisiones impulsivas. Aquellos que se dejan llevar por las emociones pueden enfrentar el riesgo de vender en momentos desfavorables. En esta fase, es recomendable equilibrar activos de renta variable y renta fija, dando preferencia a fondos mixtos o ETFs que mitiguen la volatilidad mientras se persigue el crecimiento.
### Jubilación: enfocarse en la estabilidad y planificación
Con la llegada de la jubilación, la gestión del patrimonio exige un cambio de estrategia. En teoría, se sugiere reducir la participación en acciones y aumentar la de renta fija para proporcionar estabilidad. Sin embargo, esto varía según la situación de cada individuo. Menéndez menciona la conocida «regla del 4%» del modelo estadounidense: una cartera sostenida en un 50% en bonos y un 50% en renta variable permite retirar entre un 3% y un 4% del patrimonio anualmente.
Cada persona debe evaluar su propia situación financiera, considerando factores como la jubilación pública y si es suficiente para cubrir sus gastos diarios, o si necesita recurrir a sus ahorros para unas vacaciones o reformas en casa. Este análisis es esencial para elegir el camino que mejor se adapte a sus necesidades, teniendo en cuenta que el tiempo para recuperar los ahorros tras una crisis es limitado.
