Desde asistentes virtuales que pueden captar la tristeza en nuestra voz hasta robots diseñados para simular conexiones emocionales, la inteligencia artificial (IA) comienza a explorar territorios íntimos de la experiencia humana. Mientras su uso avanza rápidamente, surgen múltiples interrogantes que demandan respuestas claras. A pesar de su potencial para simplificar trámites o anticipar problemas de salud, los modelos de lenguaje actuales han demostrado ser capaces de entender y replicar las emociones humanas de formas sorprendentes y desconcertantes.
### La Doble Cara de la Interacción con la IA
La interpretación de las emociones por parte de la IA es un tema delicado. Investigaciones recientes sugieren que los chatbots pueden ofrecer compañía y disminuir la sensación de soledad. Sin embargo, también pueden fomentar la dependencia y el aislamiento. Un caso alarmante es el de Stein-Erik Soelberg, quien tras prolongadas conversaciones con ChatGPT, cometió un suicidio después de asesinar a su madre. Este trágico incidente revela que más de un millón de personas dialogan semanalmente con ChatGPT sobre el tema del suicidio, lo que plantea serias preocupaciones.
No sólo se debate la capacidad de la IA para realizar tareas, sino también su influencia en cuestiones fundamentales como emociones, identidad y libertad de expresión, las cuales están siendo impactadas por estos sistemas. Daniel Innerarity, profesor de Filosofía Política y Social en la Universidad del País Vasco, describe este momento como un “hype”, una fase de gran expectativa que puede resultar exagerada.
“Estamos en una historia digital donde se alternan grandes expectativas con temores inminentes”, explica Innerarity. Karen Vergara, investigadora de la ONG Amaranta en Chile, coincide en que la sociedad se encuentra en un proceso de adaptación a estos cambios tecnológicos, aunque advierte que muchos quedan excluidos de estas innovaciones. Para ellos, la IA no es una prioridad, especialmente en contextos de precariedad y desigualdad en el acceso a la tecnología.
### La Cautela ante la IA
El desafío no radica solo en qué tan avanzada sea esta tecnología, sino en la confianza desmedida que se le otorga. Un estudio del MIT Media Lab identificó patrones de uso entre diferentes grupos de usuarios, desde aquellos que son vulnerables socialmente hasta quienes utilizan la IA de manera más equilibrada.
Innerarity plantea que la decisión de confiar más en una máquina que en un ser humano lleva a cuestionar la salud mental de quienes optan por esta alternativa. «El problema probablemente esté en otro lugar», recalca el filósofo.
El antropomorfismo de la IA también plantea dilemas. Innerarity, al recordar la portada de su libro “Una teoría crítica de la inteligencia artificial”, señala su rechazo a representar a la IA en formas humanas. «La mayoría de los robots no tienen cuerpo humano», afirma con firmeza.
### Un Oráculo Digital con Limitaciones
La profesora Mercedes Siles, experta en Álgebra en la Universidad de Málaga, utiliza una metáfora evocadora: imagina la IA como una pequeña caja llena de papeles. Cada mañana, alguien toma un papel que influye en su vida diaria, transformando un simple ritual en una necesidad. Esta dependencia emocional se desarrolla progresivamente. Siles también señala que los algoritmos pueden, inadvertidamente, reproducir sesgos negativos, justificando la necesidad de ética en su diseño.
Desde América Latina, Vergara destaca que las desigualdades estructurales complican aún más la situación, ya que estos sistemas suelen ignorar contextos culturales y ofrecen respuestas que mezclan información académica con autoayuda. “Podrían reforzar perspectivas limitadas sobre el mundo”, avisa.
### Regulación y Desafíos Futuras
En agosto de 2024, Europa estableció un precedente con la implementación del Reglamento de Inteligencia Artificial, marcando el primer marco normativo mundial en este ámbito. Este desarrollo no solo refuerza la importancia de la seguridad y los derechos humanos, sino que también resalta la necesidad de alfabetización tecnológica. En España, el anteproyecto para su implementación recibió luz verde en marzo.
Sin embargo, la velocidad política a menudo es más lenta que la de la tecnología. Mercedes Siles expresa su inquietud por la falta de formación en esta área. “¿Cómo podemos liberar estos sistemas sin comprender sus implicaciones?”, se cuestiona. Innerarity también advierte que es vital explorar más a fondo el concepto de inteligencia antes de abordar normativas más complejas.
“¿Qué futuro estamos moldeando con nuestras tecnologías predictivas?”, plantea Innerarity, sugiriendo que, mientras no se aborden estas cuestiones esenciales, cualquier intento de regulación podría ser ineficaz o incluso contraproducente. Sin una comprensión adecuada, los mecanismos de control carecen de sentido.
El viaje hacia un uso responsable y ético de la inteligencia artificial está apenas comenzando, y la forma en que nos enfrentemos a estos desafíos definirá el papel de la IA en nuestras vidas futuras.
